Cuando el papa Francisco aterrice hoy en el aeropuerto de Dublín, se topará con una Irlanda muy distinta a la que llegó Juan Pablo II en 1979, última vez en que un Papa había visitado este país europeo.
Una comparación nos da un indicio del cambio en estas cuatro décadas: el porcentaje de católicos en Irlanda descendió de 93% a 77%.
Otra interroga sobre el futuro de la Iglesia Católica allí: si hace 40 años había 6.200 sacerdotes en la isla, hoy solo son 3.800 y el promedio de edad de estos es de 70 años.
Y una última: mañana en una misa gigante se espera a unas 500.000 personas, una décima parte de la población irlandesa. Una cantidad significativa pero tres veces inferior a la que convocó el pontífice polaco en 1979, en la que fue la mayor concentración popular de la historia de la nación.
Si a fines de los 70 la homosexualidad, el divorcio y el aborto eran temas innombrables en la isla, desde entonces los irlandeses –a través de referéndums– han legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo y derogado la prohibición del aborto, posiciones claramente contrarias a los postulados de la Iglesia.
“Irlanda es el mejor ejemplo de cuán dramático ha sido para la Iglesia el golpe por los escándalos de pederastia y la secularización de la sociedad”, nos dice Juan Fonseca, catedrático de la UPC experto en religiones.
Efectivamente, Irlanda se mantuvo hasta los 90 como la mayor isla de fidelidad al catolicismo en Europa Occidental, pero en el 2000 vio estallar uno de los escándalos más graves de abusos sexuales cometidos por malos clérigos.
–El escándalo sale a la luz–
A fines del 2009, poco después de la publicación del Informe Ryan (que recogía los testimonios de unas 2.000 personas que afirmaban haber sido forzadas sexualmente), el Gobierno Irlandés emitió un documento demoledor.
A lo largo de sus más de 700 páginas se dejó claro que la Iglesia puso la reputación de la institución por encima del bienestar de los menores por hechos ocurridos entre los años 1975 y el 2004.
Señaló, además, que la jerarquía eclesiástica creyó más urgente “evitar escándalos” que impedir que los abusadores repitieran sus crímenes.
Muchas autoridades, sobre todo policías y jueces, fueron severamente criticados debido a su relación de complicidad y encubrimiento con la jerarquía eclesiástica.
El entonces ministro de Justicia, Dermot Ahern, clamó que el “bienestar de los niños nunca se atendió” y que se estaba ante “un escándalo de alcances insospechados”.
–¿Una redención posible?–
Una de estas repercusiones es que son cada vez más lejanos los tiempos en que la Iglesia Católica era un actor clave en el discurrir de la vida del país.
“En los años 80 la gran cultura católica se reflejaba en todos los aspectos, desde el deporte hasta la educación, todas las escuelas primarias dependían de las parroquias, hoy la Iglesia atraviesa una crisis de aceptación social”, nos comenta el teólogo español Rodrigo Ayude desde Roma.
Estando muy a flor de piel el resentimiento en buena parte de la sociedad irlandesa, Francisco tiene ante sí un gran desafío. “Es una visita muy complicada, pero el Papa está acostumbrado a estas situaciones y las enfrenta: ir a lugares donde no va a tener una recepción tan amigable”, apunta Fonseca.
¿Y podrá revertir en Irlanda esta creciente tendencia de alejarse de la religión? “En Irlanda y en el mundo el catolicismo como ha sido hasta ahora probablemente ya no tenga posibilidades de recuperarse, pero continúa teniendo una gran fuerza. El proceso de puesta al día depende mucho de las decisiones que tome la jerarquía, el gran desafío es qué más cosas va a hacer el laicado irlandés y mundial”.
En las 36 horas de su estadía en Irlanda, Francisco clausurará el Encuentro Mundial de las Familias y se reunirá con familiares de las víctimas de abusos y con el primer ministro Leo Varadkar, que en la víspera no se guardó nada y mostró su complacencia de que hoy la Iglesia Católica sea “menos dominante” en la vida pública del país.
“En la calle se respira un ambiente dividido”
Rodrigo Ayude Puga
Vaticanista español y director de www.iglesiaendirecto.com
—¿Con qué entorno se encontrará Francisco en Irlanda?
He estado un mes allí y en la calle se respira un ambiente dividido. Muchos aguardan al Papa esperando que, tras años de sufrimiento e historias muy penosas, este sea el punto de apoyo para superar las heridas; otros muchos dicen que los errores del pasado se reviven con la visita.
—¿Se temen protestas callejeras?
No sé si las habrá, sí sé que en las últimas semanas en los medios y en el mundo político solo se ha escuchado una voz contraria a la visita, no tanto por Francisco sino por el descrédito en que cayó la Iglesia.
—¿Cuánto le costará revertir ello?
El Papa conoce muy bien esta realidad y sabrá tener un mensaje para tender puentes. La actuación de algunos eclesiásticos ha sido nefasta en Irlanda, pero no han sido todos. Imagino gestos de esperanza de él hacia los católicos irlandeses y de perdón con los que fueron abusados.
—El arzobispo de Dublín ha dicho que no basta con ofrecer disculpas. ¿Es un mensaje a Francisco?
No lo sé, sí sé que el arzobispo Martin tiene una sensibilidad particular. La diócesis de Dublín ha sufrido muchísimo con los casos de abusos. En el fondo comparte el mensaje del Papa: esto nos llevó a la vergüenza y humillación, pero esta lacra solo se va a acabar cuando se la mire de frente.
—Los más críticos dicen que no se ha hecho lo suficiente, que...
Que hay que abrir los casos, que hay que adoptar leyes para denunciar en los tribunales judiciales, ese discurso lo escucho con frecuencia, pero no es verdad. Desde el 2003 el derecho civil y el canónico van unidos. Justo porque no se les echa tierra salen a la luz todos estos casos.