Antes fueron los quesos manchego, roquefort y parmesano los que tensaron las relaciones entre la Unión Europea y México. El pisco y el aguardiente de uva también fueron motivo de polémica entre peruanos y chilenos. Y ni hablar del whiskey, whisky, scotch, bourbon y rye, y de la bizantina discusión para diferenciar a los destilados de cereal que vienen de Estados Unidos, Irlanda y otras partes del mundo. Las naciones no escatiman esfuerzos al defender a sus productos bandera.
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No es una cuestión de antojo. Se trata, más bien, del intento por proteger a sus industrias y de que nadie les quite el monopolio de su producción. El término clave es denominación de origen, que según el Indecopi es el “nombre de una región o ámbito geográfico” que se utiliza para “designar, distinguir y proteger un producto en función” de las características especiales derivadas “del medio geográfico en que se elabora”. Por eso, por ejemplo, en Rusia solo podrían hacer vino espumoso mas no champán, que proviene de la región francesa Champagne. ¿O no?
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Por lo menos hasta hace unas semanas, la lógica y el acuerdo entre 120 países protegía a Francia y a una de sus bebidas de lujo más importantes. Pero ahora, tras una triquiñuela legal, en Rusia solo los productores nacionales podrán utilizar la traducción al cirílico ‘shampanskoe’ en la parte delantera del etiquetado. Los extranjeros deberán anotar, en la parte trasera, “vino espumoso”. Así ha comenzado la Guerra del Champán.
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BURBUJAS EN ENTREDICHO
Moscú fue el primero en atacar. La web de Página 12 explica que, como el Kremlin no ha firmado el Acuerdo de Lisboa, puede prohibir el “uso de la traducción rusa de champán”, ‘shampanskoe’ en las botellas importadas. Eso significa que, si bien los extranjeros pueden mantener la palabra francesa en sus etiquetas, tienen que anotar, además, que son “vinos espumosos”. Los productores nacionales, por supuesto, no se verán afectados.
En respuesta, Moët Hennessy -el grupo francés dueño de Moët et Chandon, Veuve Cliquot y Dom Perignon- respondió con una advertencia: o el gobierno desiste o se suspenden las entregas. Pero en ningún momento las amenazas hicieron temblar a Rusia, y, finalmente, tuvieron que desistir de su huelga.
Aun así, decir que Rusia está tratando de apropiarse del término es una simplificación errónea. Según “Clarín”, detrás de esta nueva ley hay una costumbre rusa: allí, ‘shampanskoe’ se usa “para la distribución de un alcohol gaseoso producido en tan solo tres semanas en destilerías locales”.
Es decir, en tierras rusas, todos los burbujeantes se llaman ‘shampanskoe’. Radio France Internacional anota que el champán soviético es sinónimo de “vino espumoso de baja gama, pero todavía popular en ocasiones especiales”.
¿Se trata de un intento de Rusia por modificar su mercado interno de vinos? Según el Centro de Investigaciones de los Mercados Federal y Regionales de Productos Alcohólicos ruso, el país importa al año “cerca de 50 millones de vinos espumosos y champañas”. De esa cifra, el 13% proviene de Francia, y de ello, el 2% le pertenece a Moët Hennessy, que se embolsa la friolera de 75 millones de dólares.
David Chatillon, director general de la Union des Maisons de Champagne, calificó la jugada rusa como “la apropiación de un nombre en el que los champañeses han invertido 300 años”.
En tanto, el canciller francés Jean-Yves Le Drian anotó que trabajará con Rusia “para defender los intereses de nuestros productos y, sobre todo, de nuestras indicaciones geográficas”. De ser necesario, se recurrirá a la Organización Mundial de Comercio.
El país que se beneficiaría de este conflicto, cuenta “Clarín”, es Italia, que durante el primer trimestre de este año aumentó la exportación de sus espumantes en un 37% con respecto al mismo período del 2020. “El año pasado se descorcharon 25 millones de botellas de vino espumante italiano en el país de Putin, donde Prosecco y Asti son particularmente populares”, escribe el medio argentino.
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