Este sábado, el Partido Nacional de Escocia (SNP, por sus siglas en inglés) conquistó 64 escaños en el Parlamento escocés y declaró su victoria en las elecciones de la nación, celebradas el pasado jueves.
Aunque no consiguió la mayoría absoluta, su líder, Nicola Sturgeon, mantiene su posición como ministra principal y además aumentó el número de representantes parlamentarios de su partido.
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Junto a esto, otros partidos que promueven la independencia de Escocia del Reino Unido también recibieron numerosos votos.
Y para Sturgeon, ese resultado deja un mandato claro: la convocatoria a un segundo referendo independentista (el primero ya se celebró en 2014, cuando triunfó la propuesta de continuar siendo parte del conglomerado de naciones que es el Reino Unido).
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“Dado el resultado de esta elección, simplemente no hay justificación democrática alguna para que Boris Johnson (primer Ministro británico) o cualquier otra persona busque bloquear el derecho del pueblo de Escocia a elegir nuestro futuro”, dijo Sturgeon.
Pero aclaró que la prioridad ahora era la gestión de la pandemia del coronavirus, que ha dejado más de 120.000 muertos en Reino Unido.
Ahora, ¿es realmente un mandato o una lectura sesgada del resultado de estas elecciones? Sobre esto comenta la editora de asuntos políticos de la BBC, Laura Kuenssberg.
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“Hay una cosa en la que están de acuerdo Nicola Sturgeon y Boris Johnson: este no es el momento, dado el contexto de la pandemia del covid-19, de tener otro referendo sobre la independencia de Escocia.
Pero también es en lo único que están de acuerdo dos de las figuras más dominantes de la política en Reino Unido.
Más allá de eso, la ministra principal está decidida a que en poco tiempo se haga una votación.
Johnson, por su parte, tiene claro que dirá que no a la propuesta.
Ahora, hay una cosa que estos líderes tienen en común: los dos han ayudado al triunfo de sus respectivos partidos, gracias a un buen número de seguidores personales, con una propuesta que desafía la tradición política, lo que ha ayudado a renovar los mandatos de sus partidos para gobernar después de una década en el poder.
Pero si la disputa entre ambos sobre el futuro se tiene que resolver algún día, solo uno de los dos resultará vencedor.
Desde hoy, Sturgeon está afinando su retórica, sugiriendo que Boris Johnson es un negacionista de la democracia, decidido a rechazar los deseos de lo que ella siempre llama “el pueblo de Escocia”, que ha expresado su deseo de tener otro referendo.
Algunos de sus seguidores políticos, y también algunos de los aliados de Johnson, creen que el rechazo directo y sin escalas de Johnson a la opción de otro referendo podría aumentar el apoyo para que Escocia siga adelante por su cuenta.
Y aunque el SNP no logró la mayoría absoluta, con el apoyo del Partido Verde (Green Party) tiene una mayoría en el Parlamento que respalda la independencia.
El SNP tiene el total dominio en términos de escaños. Y los partidos que prometieron otro referendo también ganaron.
Los que prometieron bloquear un referendo, en tanto, perdieron.
¿Camino a la justicia?
Por otro lado, Boris Johnson se resistirá a permitir ese voto a toda costa y parece decidido, por ahora, a mantener la calma en la pelea en torno al referendo.
Dentro de su arsenal de argumentos, Johnson se refiere a que la ley, específicamente el Anexo 5, Parte 1 de la Ley de Escocia (de la que escucharemos mucho en los próximos meses, se los anticipo) dice en blanco y negro que la constitución es un “asunto reservado”.
En otras palabras, cualquier cambio en la forma en que se gobierna el país o quién está a cargo de ese gobierno es una decisión que deben tomar los políticos de Reino Unido que ocupan los escaños en el Parlamento británico.
Ahora, los expertos legales no están muy seguros de cómo esto puede ser interpretado en los tribunales, en el posible escenario que la discusión llegue a esa instancia.
Pánico o deleite
Mientras que Sturgeon tiene el Parlamento escocés de su lado y Boris Johnson tiene el poder y los respaldos para decir “no” a un nuevo referendo, ambos tienen también sus dificultades.
La líder escocesa puede decir que el Parlamento de su nación es pro independencia, pero ella sabe muy bien que su gente está dividida al respecto.
Esto lo explica John Curtice, experto en análisis de encuestas: “Parece que el SNP más los Verdes se dirigen al 49% de los votos de la circunscripción, y que el SNP más los Verdes y Alba (partido nacionalista, pro independencia) pueden ganar el 51% de los votos de estas elecciones”.
“En verdad, la única conclusión segura que se puede sacar de estos resultados es que Escocia está dividida por la mitad en esta cuestión institucional”, explica.
Sturgeon tiene una mayoría confiable a favor de un referendo dentro del Parlamento, pero no cuando se trata de los votos de la gente.
Y mientras la posibilidad de que haya otro referendo deleita a varios votantes, también crea pánico en otros.
Además, distintos frentes que apoyan el quedarse en Reino Unido le recordarán, cada vez que puedan, que ella y otras figuras políticas dijeron que el referendo de 2014 era “único en cada generación”.
Por el otro lado, Johnson pronto podría darse cuenta de que un “no” a la solicitud del nuevo Parlamento escocés probaría que el gobierno de Londres simplemente no escucha, que es uno de los sentimientos que ha llevado a muchos escoceses a abrazar la causa independentista.
Y aunque el gobierno que lidera Johnson está 100% seguro de que no quiere otro referendo, no tiene muy claro cómo aumentar el apoyo hacia el discurso unionista.
El asunto se discute ahora más frecuentemente que en los últimos años, con promesas de una nueva actitud, más fondos y un enfoque que ayude en el empeño de Reino Unido.
Pero si bien parece haber una convicción genuina en los círculos conservadores de que “algo debe hacerse”, los debates sobre qué y cuán convincente podría ser eso siguen siendo bastante vagos.
Ni Johnson ni Sturgeon quieren abrir una batalla total en este sentido por el momento. Es una pelea que se ha retrasado, pero que no ha desaparecido.
Ambos líderes exitosos están en un status quo incómodo… y para que eso cambie, uno de ellos tendría que perder.
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