“El mundo de ellos está colapsando, el nuestro está en construcción”. Este fue el jubiloso ‘tuit’ que Florian Philippot, uno de los vicepresidentes del Frente Nacional (FN) y mano derecha –por si fuera necesaria la redundancia– de Marine Le Pen, escribió apenas consumada la victoria electoral de Donald Trump en EE.UU.
No solo la ultraderecha gala mostró su alborozo. Lo hicieron también las agrupaciones de varios países europeos, hermanadas en el populismo, término que Manuel Arias, columnista del diario español “El País, define así: “Es populista quien despliega un discurso antielitista en nombre del pueblo soberano, quien sostiene que el pueblo virtuoso ha sido víctima de una élite corrupta”.
Desde mañana, Europa asistirá expectante a las pruebas de fuego –el voto en las urnas– de estos grupos que comparten un antieuropeísmo acendrado (la Unión Europea es el mismísimo diablo) y un rechazo a las implicaciones culturales de un mundo en creciente interconexión, entre otros rasgos.
Por ahora cuentan con una ventaja, como describe Mark Leonard, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (reputado ‘think tank’ del Viejo Continente): “No poca gente siente la necesidad de un campeón poderoso que reduzca el ‘establishment’ político a escombros. Si finalmente estos líderes resultan iguales a sus antecesores, ello ahora importa menos que el hecho de que intentaron quebrar el orden establecido”.
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1. Austria: Formas corteses en fondo duro
El país centroeuropeo repite mañana las elecciones realizadas en mayo, que se invalidaron porque los sobres con los sufragios no cerraban bien (los eventos insólitos no son privativos del Tercer Mundo).
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Volverán a verse las caras el progresista Alexander van der Bellen –quien ganó la primera vez por solo 30 mil votos– y Norbert Hofer, el líder ultraderechista aficionado a las armas y cuyo éxito, según los expertos, se basa tanto en su discurso llano como en sus maneras educadas.
Este joven político ha sabido explotar el malestar generado en parte de la sociedad austríaca por la llegada de 120 mil refugiados desde inicios del 2015, sin dudar un ápice en ligar la oleada inmigrante con el aumento de la criminalidad.
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2. Italia: Un Grillo está al acecho
Un referéndum movilizará mañana a los italianos. En este tendrán que aprobar o rechazar las propuestas de reforma constitucional planteadas por el primer ministro Matteo Renzi. Él mismo se puso la soga al cuello al decir que dimitirá si pierde, aunque luego intentó bajar el tono de su temeridad.
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Quien puede sacar tajada de la confusión es el cómico Beppe Grillo, portavoz de quienes se oponen a la reforma. El movimiento que dirige ya gobierna grandes ciudades como Roma y Turín y se ha convertido en la segunda fuerza política del país tras las elecciones legislativas del 2013.
“Si Renzi no gana, pediremos elecciones anticipadas”, ha amenazado Grillo. “Nuestro mundo está llegando”, ha dicho frotándose las manos.
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3. Holanda: Candidato en el banquillo
Geert Wilders, el hombre que en tres meses puede ser el nuevo primer ministro holandés, es hoy juzgado por racismo. El caso se remonta al 2014, cuando prometió que tomaría medidas para reducir la presencia de marroquíes en su país durante una presentación ante sus seguidores.
Él se ha defendido diciendo que no se refería a los marroquíes en general, sino a los delincuentes, y pidiendo que no le quiten “la única libertad” que le queda. En simultáneo, fustiga al gobierno acusándolo de no atender las necesidades de la gente y su partido ya se perfila como el ganador de los comicios de marzo del 2017, con hasta el 30% de los votos, aunque luego la tendría difícil para formar una coalición que le permita gobernar.
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4. Alemania: La mujer más peligrosa
Hace tan solo tres años Frauke Petry era una perfecta desconocida en su país, pero bastó que dijera que la política de su partido suponía rechazar el euro y volver al marco y que los guardias de fronteras deberían disparar a quienes trataran de ingresar ilegalmente a Alemania para remover el cotarro político.
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Hoy se calcula que su agrupación es apoyada por uno de cada seis o siete votantes en el país, esos que han visto con miedo la llegada de más de un millón de refugiados a lo largo del 2015 y que pueden convertir al partido Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) en la tercera fuerza política.