Francia ha entrado hoy en su octavo día de huelga contra el plan de reforma del sistema de pensiones, detallado ayer por el gobierno de Emmanuel Macron, y los sindicatos no han dado señales de dar concesión alguna. Han pedido incluso que las movilizaciones aumenten en todo el país y enfatizado que “no habrá tregua de Navidad”.
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No es la primera vez que el Ejecutivo francés se encuentra en un trance como este. Ocurrió hace exactamente 24 años, a fines de 1995. El presidente era Jacques Chirac y el primer ministro era Alain Juppé, quienes llevaban recién seis meses en sus respectivos cargos cuando el país estalló.
Se trató de una huelga histórica de 23 días que trastocó la vida y las actividades en París y en otras ciudades francesas. Aquel movimiento entre noviembre y diciembre de 1995 representó la protesta ciudadana más importante en Francia desde Mayo del 68 y pasó a formar parte de los grandes hitos de la historia social gala.
¿Qué motivó aquel estallido? Las inquietantes semejanzas con el presente saltan a la vista. El Ejecutivo de aquel entonces se lanzó a una reforma de la seguridad social y Alain Juppé se presentó ante el Parlamento para dar a conocer los cambios en los regímenes especiales de pensiones.
Muy parecido a lo que hizo ayer el actual primer ministro Edouard Philippe, que en un discurso a la nación anunció la creación de un sistema universal de pensiones, por puntos, que reemplazará los 42 regímenes actuales, los cuales permiten jubilaciones anticipadas y otros beneficios a ciertas categorías profesionales.
Para más puentes entre ambos funcionarios, el padrino político de Philippe no fue otro que Juppé, que hoy a sus 74 años es miembro del Consejo Constitucional francés.
Ambiente deteriorado similar
El clima social deteriorado en que fueron lanzadas ambas ambiciosas propuestas es bastante similar. El estado francés enfrenta desde hace 13 meses las manifestaciones de los ‘chalecos amarillos’ -cuyo clímax quizá ya ha pasado pero que como movimiento continúa activo- y situaciones de descontento en los servidores de salud y el cuerpo policial.
A fines de 1995 la insatisfacción era patente en la administración pública y en los empleados de la Sociedad Nacional de Ferrocarriles (SNCF), asustados por un paquete de medidas que incluía la supresión de 73.000 empleos y la eliminación de 6.000 km de líneas de tren no rentables.
Fue en ese ambiente que el gobierno de Chirac lanza su plan de reforma, que el 15 de noviembre es aprobado por el Parlamento pero que chocó frontalmente con todos los sindicatos, tal como está ocurriendo hoy.
El Plan Juppé tenía tres elementos conflictivos: el aumento de la presión fiscal sobre los trabajadores, la modificación del régimen de pensiones (acabar con regímenes especiales como el de los conductores de tren, que tenían derecho a jubilarse a los 50 años) y el cambio del régimen de protección social vigente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Estallido social y desenlace
El 25 de noviembre de aquel año comenzó la larga huelga contra el Plan Juppé y tuvo como eje el paro de los trabajadores de la SNCF, también actores principales hoy. Se sumó pronto la Confederación General del Trabajo (CGT), otro poderoso sindicato francés, así como los trabajadores del gas y la electricidad y diversos gremios estatales.
El 7 de diciembre salieron a las calles entre 800.000 y 1’200.000 personas, pero el clímax se produjo cinco días más tarde, cuando según los cálculos cerca de 2 millones de manifestantes se pronunciaron contra los planes estatales no solo en París sino también en ciudades importantes como Marsella y Toulouse.
Antes de la Navidad de ese año, Juppé -que había labrado una imagen de inflexible y soberbio- tuvo que anunciar una claudicación parcial en sus planes.
Se puede decir que las protestas y paros no consiguieron la retirada íntegra del Plan Juppé, pero sí la anulación del contrato plan Estado-SNCF, así como el mantenimiento de los regímenes especiales.
Lo instantáneo de aquel movimiento social fue que colocó un freno temporal a las reformas, pero lo más trascendente fue que debilitó políticamente el mandato de Juppé, que acabó cayendo un año después, allanando el camino -en cierta manera- a la victoria de las fuerzas de izquierda en 1997.
Todos los sindicatos marcharon juntos en 1995, mientras el gobierno apostaba por un agotamiento que nunca se produjo. El temor en las filas oficialistas es que se reproduzca hoy ese patrón y la reforma termine siguiendo la misma suerte.
Por lo demás, el paralelismo es patente. “La huelga continúa y lo sentimos porque no lo habíamos previsto así. Nos hemos dado cuenta de que el gobierno no da su brazo a torcer y esto va a durar tiempo”, ha advertido hoy el secretario general de la CGT, Laurent Brun.
Es cuestión de tiempo ver si el Plan Philippe corre la misma suerte del Plan Juppé, el mentor de aquel.