París [EFE]. Pese a los debates sobre si San Valentín es una fiesta anticuada, cursi o comercial, la tradición se mantiene y gana adeptos en todo el mundo, como tantas otras costumbres occidentales.
Por supuesto París, la ciudad más identificada con el amor, destaca en estas celebraciones. Una selección de declaraciones de amor se proyectan en la fachada de la Torre Eiffel con ocasión de la celebración de San Valentín.
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El pueblo de Saint-Valentin, situado a dos horas al sur de París, multiplica por diez su población cada 14 de febrero: los 300 habitantes empadronados asisten a la llegada de unos 3,000 visitantes.
Muchos de ellos proceden de Japón, porque el pueblo está hermanado con la nipona Sagara, lo que ha llevado a las autoridades municipales a imprimir también en su lengua los programas de festejos de San Valentín, que incluyen bailes o entrega de diplomas de “enamorados”.
El 14 de febrero es difícil encontrar mesa en el único restaurante del pueblo, regentado por el japonés Shigeki Satoh, el único que presume de tener una estrella Michelin de la provincia.
En Nueva York, el Empire State Building lucirá su iluminación especial del día de los enamorados, rosa o carmesí.