Más de 35 años después del accidente nuclear en Chernobyl, Ucrania -la catástrofe de este tipo más grande de la historia- es posible hallar en los alrededores de la usina clausurada y en edificios abandonados una importante cantidad de perros que vagan por el lugar. Estos animales llamaron la atención de los científicos, que comenzaron a analizarlos con la esperanza de que enseñen a los seres humanos cómo se puede vivir en ambientes hostiles y degradados.
En uno de estos estudios, cuyos resultados salieron a la luz el viernes pasado, los hombres de ciencia realizaron una serie de análisis genéticos a unos 302 perros que deambulan por la llamada “zona de exclusión” de Chernobyl. Los científicos descubrieron, a priori, que estos animales, que estuvieron sometidos a distintos niveles de exposición a la radiación, son genéticamente diferentes al resto de los perros de otras partes del mundo.
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Este es el primero de una larga serie de estudios genéticos sobre estos animales que fue publicada en la revista Science Advances. “Hemos tenido esta oportunidad de sentar las bases para responder a una pregunta crucial: ‘¿Qué se hace para sobrevivir en un ambiente hostil como este durante 15 generaciones?´”, afirmó, a la agencia AP, la genetista Elaine Ostrander, del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano, una de las autoras del estudio.
Tim Mousseau, otro artífice del estudio, profesor de Ciencias Biológicas en la Universidad de Carolina del Sur, expresó que los perros “brindan una herramienta increíble para observar los impactos de esta clase de ambiente” en los mamíferos en general.
El 26 de abril de 1986, una explosión y posterior incendio en el Reactor Número 4 de la usina en el distrito de Chernobyl, a 16 kilómetros de la ciudad de Pripyat, norte de Ucrania -en ese entonces, parte de la Unión Soviética- provocó el escape de un polvillo radiactivo hacia el ambiente. Esto contaminación se prolongó durante días, expandiendo el material radiactivo a muchos kilómetros a la redonda del sitio del incidente. La zona de exclusión alcanzó un radio de 1600 kilómetros cuadrados desde la planta.
Tras la explosión murieron, de forma inmediata, unos treinta trabajadores. Pero con los años se calcula que la mortalidad por envenenamiento radiactivo pudo -y puede- haber alcanzado a miles de víctimas.
El estudio de los perros
Los investigadores creen que los perros que analizan en estos estudios son los descendientes de aquellos que fueron abandonados por sus dueños al momento de evacuar la zona tras la catástrofe. En rigor, el Ministerio del Interior Ucraniano, bajo el mando del Kremlin, había ordenado que todas las mascotas sean eutanasiadas. Pero varios animales lograron eludir esta cita con la muerte.
Sin embargo, pasado el brutal desastre nuclear, los perros parecen habérselas arreglado bastante bien. Actualmente, según un censo de la iniciativa Investigación de Perros de Chernobyl que reproduce el diario español El País, hay más de 800 perros salvajes en el área. “Cualquier cosa que podamos aprender sobre cómo sobreviven los perros en ese entorno será de relevancia directa para los humanos en Chernobyl y otros entornos radiactivos”, aseguró Mousseau al citado medio.
Este científico trabaja en el área del desastre desde fines de la década del ‘90. En 2017 comenzó a tomar muestras de sangre a estos perros. Algunos de ellos viven dentro de la usina, rodeados de un ambiente industrial apocalíptico. Otros están a una distancia de entre 15 y 45 kilómetros del epicentro de la catástrofe.
Lo asombroso fue que el ADN de estos animales permite diferenciar fácilmente a los perros que se encuentran en las zonas de alta, baja y mediana radiación. “Fue un gran hito para nosotros”, señaló Ostrender, que agregó otro dato llamativo: “Lo sorprendente es que podemos identificar alrededor de 15 familias distintas de estos animales”.
A partir de este primer análisis, los investigadores pueden dedicarse a buscar el tipo de alteraciones que presenta el ADN de los perros. “Podemos compararlos y decir: veamos las diferencias, qué cambió, qué mutó, qué evolucionó, qué te ayuda, qué te perjudica a nivel del ADN”, dijo Ostrander a AP. Para ello, los científicos deberán diferenciar los cambios inconsecuentes en el genoma de los cambios útiles.
Los objetivos del estudio de los perros
Según los investigadores, las conclusiones de estos estudios podrían tener muchas aplicaciones. En especial, porque brindaría pistas acerca de cómo los humanos y otros mamíferos pueden vivir actualmente y en el futuro en regiones bajo “ataque ambiental continuo”, como en el ambiente de alta radiación del espacio.
La continuidad de las investigaciones requerirá que los científicos pasen más tiempo con los perros en el lugar, a unos 100 kilómetros de Kiev, capital ucraniana. Pese a que el país se encuentra en guerra contra los invasores de Rusia, Mousseau afirmó que él y sus colegas estuvieron en el sitio en octubre y no vieron acciones bélicas.
El científico se aventuró también a hablar de la parte tierna de la investigación, al señalar que muchos miembros de su equipo hicieron amistad con los perros. Incluso a una de ellas la bautizaron Prancer, que en español significa ‘Saltarina’, por la manera en que brinca alrededor de los investigadores cada vez que se acercan a ella.
“Aunque están libres, siguen disfrutando la interacción con los seres humanos. Sobre todo cuando aparece la comida”, afirmó el científico estadounidense.
Con información de agencia AP