Una fotógrafa cuenta cómo es trabajar en una zona de guerra
Una fotógrafa cuenta cómo es trabajar en una zona de guerra
David Gavidia

Nací en el Reino Unido. Fui parte de la Real Fuerza Aérea Británica por 12 años. Estudié fotoperiodismo en la Universidad de Westminster y en el 2010 me convertí en fotodocumentalista. He colaborado con medios como “Times”, “The Guardian” y BBC Online. Puede conocer más sobre su trabajo en su página web:

Afganistán, Iraq o Palestina son algunos de los lugares a los que Alison Baskerville llegó en busca de historias por retratar. “También he ido a zonas posconflicto como Mali, Somalia y recientemente el norte de Iraq. Pero hay que entender que conflicto puede significar muchas cosas. Puedes cubrir un conflicto en tu propia comunidad, no hace falta volar hasta una línea de fuego”, nos explica a través de una videollamada.

—¿Cómo empezó este empeño por estar tan cerca de los conflictos?
Creo que se originó tras los años que pasé como militar, decidí girar la cámara y ver la guerra desde diferentes perspectivas.

—¿Puede darnos un ejemplo de esas perspectivas?
Claro. Hace un par de años estuve trabajando en la franja de Gaza, fue durante los asiduos bombardeos de las fuerzas israelíes. Ahí noté que la mayoría de medios presentes cubría las masacres y las zonas devastadas por los ataques. Literalmente, recuerdo que el primer día salí con un grupo de fotógrafos a una comisión y podías ver cómo se agolpaban alrededor de un cuerpo para fotografiarlo. Yo entiendo que las imágenes son importantes pero hay que preguntarnos a qué precio. A veces me pregunto dónde está la humanidad en esos momentos y qué hay con las historias de los que aún viven. Fue en ese punto en el que decidí ir al pabellón de maternidad del hospital de Gaza y cubrir cómo las mujeres daban a luz durante los bombardeos. En un conflicto siempre busco alternativas y perspectivas poco abordadas.


Durante su trabajo en la franja de Gaza, Baskerville fotografió los nacimientos que se producían en el ala de maternidad del hospital local. Fue en el 2014: nuevas vidas surgían en medio del conflicto.


—El periodista argentino Tomás Eloy Martínez decía que “ser periodista significa ponerse en el lugar del otro, comprender al otro y, a veces, también ser otro”. 
Así es, pero también existe una naturaleza competitiva en algunos periodistas que los lleva a hacer lo que sea necesario para obtener una historia, yo nunca quise ser una de ellos. Y conozco a muchos fotógrafos que nunca harían eso pero con agencias de noticias que pagan tan poco por las fotografías serían capaces de llegar a extremos para obtener imágenes que puedan vender. Por eso elijo mis comisiones con mucho cuidado y basada en mis valores. 

—¿Qué debe tener una comisión para que la acepte?
Necesito saber si es algo que podré cubrir bien y con integridad. Suelo planear todo y me aseguro de tener la seguridad necesaria en el lugar. Incluso pienso en mi responsabilidad al contar la historia. A menudo hay fotógrafos internacionales que reciben comisiones en lugares donde fotógrafos locales podrían hacerlo igual de bien. Yo averiguo sobre esos fotógrafos locales y me doy cuenta si son los más adecuados. Hay un desequilibrio en el poder del periodismo y muchas veces se ve que sigue poblado por gente con educación superior, de clase media, blanca, en el reporteo internacional, eso deja muy pocas chances a la prensa local. 

— Menciona que suele planear que todo esté seguro, pero siempre habrá una cuota de riesgo. ¿Cómo maneja eso?
Suelo utilizar equipos de seguridad como chalecos antibalas, un casco y un buen kit médico. Asumo los riesgos pero también me preparo para ellos. Verás, nunca podemos estar completamente seguros, incluso en nuestras propias casas. Además, yo soy una ex soldado y creo que esa es una gran ventaja.

— Eso le ha permitido vivir los conflictos desde dos ángulos totalmente opuestos. ¿Cuánto le ayudó eso en su actual trabajo?
Dios, muchísimo. Hay muchas cosas que disfruté siendo militar pero también estoy feliz de haberme retirado. Me estaba institucionalizando y en realidad soy un espíritu libre. Suprimía mucho mi creatividad y ahora como fotógrafa exploro otro lado mío, crear y documentar mis propias respuestas a la guerra. Algo que sí echo de menos es el salario, este trabajo es bastante difícil y, para ser sincera, a la gente no le gusta pagar.

—¿Y la visión de la vida cuánto cambia tras estas experiencias?
Me apena el efecto que cae sobre la gente luego de una guerra. Es algo que no puedo cambiar y no creo que mi fotografía les ayude. No te voy a mentir diciéndote que esto nunca me ha molestado, es un trabajo que te afecta. Un día ves a niños desnutridos y luego llegas a casa para ver a otros bebes que son grandes y saludables, te deja un enorme sentimiento de injusticia. Te demuestra que tu futuro está condicionado al lugar donde naces y al color de tu piel. 

— Los soldados suelen sufrir estrés posconflicto. ¿Los periodistas y fotógrafos en zona de conflicto enfrentan algún proceso similar?
Sí, definitivamente. Y a veces es más difícil de detectar en un periodista, ya que están en un mundo más comercial donde tienen que construir una reputación como corresponsal de guerra, mientras que un soldado tiene un sistema alrededor que ha aprendido cómo tratar ese desorden. Muchas veces estos periodistas tienen miedo de decir qué están pasando, vuelven a trabajar cargados de estrés y, si son independientes, es algo mucho peor. 

— Tras haber estado en terrenos de conflicto desde dos posiciones tan diversas, ¿cómo definiría la guerra?
Cómo definir la guerra... Eso es difícil [piensa]. Una guerra es un acto de violencia entre dos bandos que a la mitad descubren lo peor de cada uno y cuyos efectos se extienden durante generaciones. Es un espacio extraño y surrealista para estar y siempre me sorprende cómo la gente intenta y logra tener una suerte de vida normal en medio de todo ese caos.

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