Buenos Aires. De no ser por los agentes de seguridad apostados en los pasillos de la Facultad de Derecho, todo hubiera indicado que el viernes era un día más de exámenes en la Universidad de Buenos Aires en Argentina.
Pero quien tomaba evaluaciones finales en el aula 235 no era un profesor más: tres días después de asumir la presidencia de Argentina, Alberto Fernández fue a la facultad en la que enseña “Teoría del Delito” a cumplir con sus últimas obligaciones como docente.
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Con saco y corbata, Fernández se sentó frente a sus nerviosos alumnos, quienes se sumaron por un día a la lista de desafíos que el mandatario de centroizquierda debe afrontar con urgencia: las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la alta inflación o la pobreza que flagela a Argentina.
“Como profesor, divino: superdidáctico, muy ameno, muy buen profesor”, dijo a la televisión argentina Marina, una alumna que fue aprobada con un 5 (sobre un máximo puntaje de 10) por Fernández.
Otra alumna dijo que Fernández aprobó a todos sus alumnos, antes de dejar la facultad rodeado por una multitud que se acercó para saludarlo y tomarse fotos.
Si bien su carácter negociador le ha cosechado elogios en el mundo político y lo llevó a la presidencia, algunos kirchneristas lo miran con recelo porque lo consideran tibio y por las duras críticas que lanzó contra Cristina Kirchner, la actual vicepresidenta.
A lo largo de la campaña, otros aspectos de la vida del peronista Fernández, un hombre calmo y de aspecto formal, echaron luz sobre otros rasgos desconocidos de su personalidad como su carrera de docente y su pasión por la música.
El rígido bigote que lleva hace décadas no es más que un homenaje al pionero del rock argentino Lito Nebbia, con quien Fernández aprendió a tocar la guitarra.
El perro del presidente se llama Dylan, en homenaje al mítico músico y compositor Bob.
Aunque los primeros días de Fernández en el poder han sido tranquilos, lo esperan semanas agitadas: debe enderezar el rumbo de una economía en crisis haciendo un delicado equilibrio entre las amplias demandas sociales y las de los inversores.
La inflación superará el 50% este año, la pobreza alcanza al 40% de los argentinos y una deuda pública cercana a los 100.000 millones de dólares deberá ser renegociada porque le resulta impagable a un país que sufre una severa recesión.
Fuente: Reuters