Armin Nachawaty es sirio y musulmán, pero ahora vive en Río de Janeiro, Brasil, y se gana la vida en una parroquia católica. Con 24 años de edad, carga en su memoria una larga travesía para sobrevivir a la guerra civil que desangra Siria.
Cuenta que en su Damasco natal fue preso en condiciones infrahumanas por negarse a hacer el servicio militar. Su padre decidió entonces que él y su hermano Ebraheem, de 20 años, huyeran lejos.
"Mi familia apostó mucho dinero, casi todo el que tenía, para pagar por nosotros, para hacer nuestros pasaportes. Y luego nos arreglamos para ir a Líbano en una mala situación", relata Armin a BBC Mundo.
"No sé cómo describirlo, pero es realmente horrible", dice.
Las cosas siguieron difíciles en Líbano, donde viven cerca de 1,2 millones de refugiados sirios y los dos hermanos carecían de hogar y trabajo. Ahí surgió la idea de emigrar a Brasil.
La decisión llegó más bien por descarte, aclara Armin: obtener visa para ir a Europa, Estados Unidos o Canadá era "imposible" para ellos. Pero la embajada brasileña en Líbano sí les autorizó el viaje, para acogerlos como refugiados.
Ambos volaron más de 10.000 kilómetros hasta el país sudamericano un año atrás, solos. Seis meses después consiguieron unírseles sus padres y su hermano menor Youness, de cinco años.
La familia Nachawaty con el sacerdote Alex Coelho. (Foto: BBC Mundo)
Hoy esta familia es parte de los 1.524 refugiados sirios que viven en Brasil, según datos oficiales hasta fines de octubre. La gran mayoría de ellos (1.183) obtuvieron ese estatus este año, una cifra cuatro veces mayor que los acogidos en todo 2013.
La cantidad de refugiados sirios ya superó la de colombianos con el mismo estatus en Brasil, que solía ser el grupo más numeroso. Y todo indica que sigue creciendo.
El mexicano Andrés Ramírez, representante en Brasil del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), asegura a BBC Mundo que este país acoge a "la inmensa mayoría" de los sirios con refugio en América Latina, que hasta el mes pasado eran cerca de 1.600.
Entonces, ¿cómo se explica esto?
EFECTO LLAMADA
Una de las razones del fenómeno es que Brasil reconoce inmediatamente como refugiado a cualquiera que sea capaz de identificarse como ciudadano sirio y solicite ese estatus.
Hasta ahora aceptó el 100% de las demandas recibidas, según el gobierno y la ACNUR.
"Brasil adoptó una posición receptiva en relación a los sirios y también a libaneses afectados por la crisis de Medio Oriente", señala Paulo Abrão, secretario brasileño de Justicia, a BBC Mundo.
Ese reconocimiento sin un análisis individual de cada caso es atípico y fue adoptado después que organizaciones humanitarias reportaran obstáculos en embajadas brasileñas para conceder visas a sirios desplazados por la guerra.
Una resolución de septiembre del año pasado eliminó esas barreras y permitió que personas como Armin obtuvieran rápidamente el permiso para entrar a Brasil.
El "efecto llamada" de esa medida contribuyó a un aumento gigantesco de más de 1.500% en los reconocimientos anuales de refugio en Brasil desde 2011.
En los primeros nueve meses de este año, el país concedió ese estatus a 2.032 extranjeros, mayoritariamente sirios. Los pedidos que recibió en ese período fueron 8.302, gran parte de ellas de africanos que serán denegados según ACNUR.
"HASTA MORIR"
Otro hecho que atrajo a muchos sirios es que Brasil tiene una comunidad de compatriotas suyos y descendientes de árabes en general, estimada en unos dos millones, producto de las olas migratorias que recibió a fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Agrupaciones sirias y libanesas ahora ayudan a los refugiados que arriban al país sudamericano, facilitándoles por ejemplo contactos para obtener empleo y trabajo.
También reciben apoyo de la organización católica Cáritas, con alojamiento o clases gratuitas de portugués como las que toma Bu Suleiman, un sirio de 42 años que llegó desde Turquía tras intentar sin éxito entrar a Europa vía Grecia.
"Yo pensé que Brasil hablaba español", dice. Descubrió la realidad cuando aterrizó en el aeropuerto de São Paulo, puerta de entrada de la mayoría de los sirios, e hizo el trámite migratorio. "No entendí nada", cuenta.
Ahora Suleiman vive en Río, en la casa de una brasileña que contactó a través de Cáritas y lo aloja sin costo. Busca trabajo en su profesión de chef, pero dice que es difícil conseguirlo en restaurantes sirios.
"Hay muchos sirios que vienen y todo está muy lleno", explica. Sin embargo, sostiene que si todo va bien y domina el portugués en un año, traerá a su familia. "Creo que vivo en Brasil hasta morir", augura.
"MAHOMA Y JESÚS"
El representante de ACNUR en Brasil advierte que "tampoco todo es color de rosa" para los sirios que llegan, que tienen a São Paulo como principal puerto de entrada al país.
Ramírez estima que muchos de quienes logran escapar de Siria y costearse el viaje a Brasil pertenecen a los "sectores más acomodados" de la población, con un buen nivel de escolaridad.
"Recibes ingenieros, farmacéuticos, personas que ya tienen una formación de maestría o doctorado", señala Aline Thuller, coordinadora del programa de atención a los refugiados de Cáritas en Río.
El sacerdote Alex Coelho en su despacho repleto de donaciones para la familia siria. (Foto: BBC Mundo)
Pero agrega que muchas veces llegan a Brasil sin ninguna documentación que compruebe su profesión o cumpla con las exigencias de las autoridades locales para revalidar el título.
"Terminan teniendo que trabajar como mozos, en la limpieza", señala Thuller.
También cuenta que suelen llegar familias sirias numerosas y eso dificulta conseguirles un lugar para que vivan juntos.
Los cinco integrantes de la familia Nachawaty se alojan en un apartamento prestado en la zona sur de Río. Venden comida árabe que ellos mismos cocinan y libros donados en la parroquia de São João Batista, en el barrio de Botafogo.
Llegaron a ese antiguo templo católico invitados por el sacerdote Alex Coelho, quien cuenta que abordó de entrada con Armin la cuestión de las diferencias religiosas.
"Le dije: 'Dios es uno solo, para ti y para mí. Mahoma y Jesús hablaron de hacer caridad'", cuenta Coelho, cuyo despacho está repleto de donaciones para la familia siria, desde ropa hasta CDs. "La cuestión no es religiosa", asegura.
Armin, que tiene estudios de hotelería y aún busca empleo en esa área, dice que tampoco le molesta trabajar temporalmente dentro de una iglesia católica.
"Tengo muchos amigos con y sin religión, ese nunca ha sido un problema para mí. Esa es una de las razones por las cuales salí de Siria, porque las cosas se echaron a perder allá", dice.
Y asegura que algo bueno de Brasil es que nadie tiene problemas con la religión que practica. Relata que algunos observan a su madre cuando va por ahí con la cabeza cubierta por el hijab, pero descarta que las miradas sean algo "racista o realmente malo".
"Vamos a estar aquí mucho tiempo", anticipa.