Argentina se convirtió esta semana en el sexto país del mundo con más casos confirmados de COVID-19, dejando atrás al Perú, que ahora ocupa el octavo lugar. Aunque hasta hace poco había tenido una situación relativamente estable, el país vecino ha registrado varios récords diarios de contagios en las últimas semanas, principalmente por una alarmante explosión de casos en el interior del país.
Ahora, la ola de contagios de coronavirus ha dejado algo tranquila al Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA, que aún es la región más golpeada por la pandemia a nivel general) para trasladarse a otras provincias como Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Tucumán, que han visto a la enfermedad crecer a mayor ritmo desde julio.
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Actualmente, el AMBA representa el 35,1% de los nuevos casos de COVID-19, mientras que un 64,9% se concentra en las provincias del interior del país.
La situación llevó al gobierno de Alberto Fernández a anunciar el viernes una prórroga del aislamiento obligatorio en 18 de los 24 distritos del país hasta el 25 de octubre. También dispuso nuevas medidas para interrumpir la circulación de personas en las provincias más afectadas. En Buenos Aires, en cambio, las autoridades anunciaron una flexibilización del confinamiento.
El periodista argentino José María Costa, redactor de actualidad del diario “La Nación” y quien ha cubierto la pandemia en el país desde que apareció el primer caso hace unos siete meses, explicó a El Comercio cómo el virus se expandió en su país de manera distinta a lo que se ha visto en otras naciones. “La mayoría de los países tuvo un pico, una escalada rápida y un descenso rápido, mientras que en Argentina la escalada fue mucho más lenta y el descenso está siendo mucho más lento también”.
— ¿Cómo definirías lo que está pasando ahora con la pandemia en Argentina?
Lo que está pasando es que empezamos a travesar lo que se podría llamar una tercera ola. En Argentina tienes dos grandes núcleos urbanos, la ciudad de Buenos Aires, con poco más de 3 millones de personas y el Área Metropolitana de la provincia de Buenos Aires (AMBA), que está conformada por 40 de 135 partidos (municipios). En esos 40 municipios hay 16 millones de personas, maso menos un tercio de la población de Argentina.
Entonces, el virus lo que hizo fue llegar por el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, afincarse en la ciudad de Buenos Aires, que es una de las ciudades más densamente pobladas, y después se empezó a expandir. Eso fue la primera ola. Después, el virus se empezó a ir a estos 40 partidos que están alrededor de la provincia de Buenos Aires, que son los que conforman el AMBA junto con la ciudad de Buenos Aires, que es el área metropolitana de Buenos Aires. Ahora el virus ya pasó el área metropolitana y se empezó a extender por el interior del país. Por ello, son los grandes núcleos urbanos del interior del país los que empiezan a tener los récords de casos.
— Como la provincia de Santa Fe…
Por ejemplo, la provincia de Santa Fe, que no alcanza a tener la cantidad de habitantes que tiene la ciudad de Buenos Aires, llegó a registrar contagios mayores a los que tuvo la ciudad de Buenos Aires en su mayor pico. La ciudad de Buenos Aires llegó a reportar como máximo 1500 casos en un día de contagios. Hoy por hoy Santa Fe está reportando 2000, 2100 o 2200, lo mismo pasa con Córdoba. Arrancó lo que se conoce como la tercera ola, que afecta principalmente a los grandes núcleos urbanos del interior de Argentina.
Pero el interior de Argentina es tan basto y tan grande que la realidad en el norte del país es muy diferente a la realidad en el sur. La realidad es tan heterogénea que hubo una provincia que llegó a estar más de 100 días sin tener un contagio. Cuando había áreas de Argentina que tenían 2000, 3000, 5000 contagios, tenías una provincia que no había tenido uno solo. ¿Cuál es una de las causas? Que esa provincia es una de las que menos vuelos diarios tienen y como había una serie de restricciones de circulación bastante fuertes, pues como el virus no había llegado no circulaba. Una vez que llegó a alguna de esas provincias empezó a circular con fuerza.
— ¿La pandemia está descontrolada en Argentina?
La pandemia no está descontrolada. El gran problema es que la pandemia ya pasó por el lugar que estaba mejor preparado para afrontarla. Es decir, el lugar donde se invirtió, donde tenías la mayor capacidad de respuesta del sistema de salud con camas de terapia intensiva, hospitales, atención directa. El problema ahora es que el virus está avanzando en las zonas que no tienen un sistema de salud tan robusto como el que tiene el Área Metropolitana de Buenos Aires y donde la cultura de la gente no suele ser la de acudir a un hospital ante un dolor de cabeza. La gente de lo que comúnmente se llama el interior del país, va al hospital cuando se siente mal de verdad. Entonces, muchas veces lo que termina sucediendo es que cuando la persona llega al hospital es porque ya tiene o muchos síntomas o la enfermedad avanzada, y en el medio del desarrollo de la enfermedad, que es lo más difícil de esta pandemia, contagiaron a otras personas.
— En ese escenario la prevención ya no es tan fácil.
Claro, no es tan fácil porque, además, nosotros ya llevamos prácticamente siete meses con diferentes grados de encierro y aislamiento y en varias de estas provincias se llegaron a levantar esas restricciones. La gente se relajó y después es mucho más difícil volver a atrás, sobre todo por el tiempo, el cansancio, el hartazgo y la incertidumbre. Y como durante los primeros cuatro o cinco meses de la pandemia esos lugares solo tuvieron uno o dos contagios y no tuvieron muertos, ahora, hasta cierto punto, una parte de la población le perdió el miedo al virus, que se había instaurado en todos desde el principio.
— ¿Hasta qué punto el factor de la población es lo que está fallando para controlar el virus?, ¿cuánto corresponde al desempeño de las autoridades?
Hay una mezcla de factores. Por un lado, hay una parte de la población que le perdió el miedo al virus o se relajó. Pero también hay determinadas medidas que se tomaron a tiempo en el Área Metropolitana de Buenos Aires que no se tomaron con la misma velocidad en el interior del país, como la detección temprana de casos. En Argentina se lanzó un operativo que se llamó Detectar, que empezó a funcionar primero en las villas porteñas, donde se dio una tasa de explosión de crecimiento muy rápido. El operativo consistía en que se iba puerta por puerta, casa por casa, buscando y analizando a las personas. Gracias a eso se logró contener ese brote. Pero el operativo recién se lanzó en el interior del país hace tres semanas, seis meses después del inicio de la pandemia, cuando algunas provincias ya tenían el mismo nivel de casos que la ciudad de Buenos Aires. Fue una respuesta tardía de una estrategia que había funcionado muy bien en los grandes núcleos urbanos. Entonces, la estrategia es buena, pero, a mi criterio, se hizo tarde.
Por la experiencia que tenemos, la efectividad de este operativo se va a empezar a ver dentro de dos o tres semanas. Además, hay que considerar que el ir a buscar casos implica que los datos que van a aparecer ahora van a reflejar una mayor cantidad de infectados y eso nos va a llevar a otra de las estadísticas importantes en Argentina que es la alta tasa de positividad. De cada 100 personas que se testean, 50 dan positivo, cuando lo que recomienda la OMS es que sean entre 10 y 15, si no se está testeando por debajo de lo que corresponde. Pero lo cierto es que en operativos como Detectar, donde tú vas específicamente a buscar población que podría estar infectada, hay más posibilidades de que encuentres esos casos. Esto pasa más allá de que Argentina testea poco y está en el puesto 99 a nivel mundial entre los países con testeos por millón de habitantes.
— El Gobierno Argentino ha ampliado las medidas de aislamiento y distanciamiento obligatorios en función de la situación epidemiológica de cada zona. ¿Cómo toman los argentinos esas medidas a este punto?
En el sistema de gobierno que tiene Argentina se delega en cada una de las provincias la forma en que se llevan adelante las medidas de protección. Las provincias tienen que pedirle permiso al Gobierno Nacional para ejecutar su plan, pero al final de cuentas son ellas las que toma las medidas. Si una provincia decide abrir las escuelas o los gimnasios, el Estado Nacional no puede prohibirlo. La Nación puede recomendar, pero los que terminan tomando la decisión o sumándose a la disposición que tiene el Gobierno Nacional son las diferentes provincias. El Gobierno Nacional tiene una forma de ejercer presión a través del giro de fondos, como pasa en otros países.
— ¿Qué tan harta o cansada está la población de estas medidas?
Hay un gran número de argentinos que están hartos porque durante un periodo de tiempo, en el principio de la pandemia, la estrategia fue apelar al miedo, decir “se va a saturar el sistema de salud y vamos a tener las imágenes de España o Italia, donde se tuvo que elegir a quién le ponían un respirador, mientras que otros morían”. Y como eso nunca sucedió, en las cabezas de algunas personas quedó grabada la parábola del pastorcito mentiroso. La idea de que si dicen que va a pasar algo y nunca pasa, llega un punto en que la persona dice “me están mintiendo”.
Pero en realidad no se está mintiendo, sino que se trata de un virus nuevo y desconocido. La situación de cómo se desarrolló el virus acá es muy distinta a lo que se vio en otras naciones. La mayoría de los países tuvo un pico, una escalada rápida y un descenso rápido, mientras que en Argentina la escalada fue mucho más lenta y el descenso está siendo mucho más lento también.
— La situación económica ha recrudecido. ¿Cómo calificarías la afectación que la pandemia está causando en Argentina?
A grandes rasgos, el gran problema que tenemos es que hay un gran número de actividades que son las que motorizan la economía en Argentina, que es bastante informal, que estuvieron frenadas durante mucho tiempo. Por ejemplo, la construcción. En el área metropolitana, 16 millones de personas no pudieron trabajar, recién están volviendo a trabajar en las obras hace dos semanas. Entonces esa gente estuvo seis meses sin trabajar y en uno de los rubros más informales que tenemos en el país, o sea que son personas que no tenían una reserva económica que les permitiera estar en casa sin trabajar. Eso generó que una parte del tejido social que estaba en una situación no tan mala pasara a una situación mala económicamente. Además, la situación empeoró el deterioro que ya se venía generando el año pasado a raíz de la devaluación que había tenido el país, pero ahora el problema escaló un poco más porque las personas ni siquiera podían salir a buscar un trabajo.
En el mediano plazo el efecto de esto va a ser que vas a seguir teniendo a muchas personas por fuera del sistema laboral. Lo bueno dentro de lo malo, es que lo que está empezando a suceder es que muchas personas que no pudieron viajar a otro país tienen un poco de ahorro en dólares y están apostando por construir. Hoy por hoy construir algo en tu casa te sale mucho más barato que lo que te salía el año pasado. Eso va a mover un poco la economía interna, que es la clave para empezar a reactivar. Pero esto es una conjetura, tenemos que esperar por lo menos un mes o mes y medio. Las obras recién están empezando a funcionar de a poquito en estos días.
— La siguiente fase de la cuarentena comenzará a regir el próximo lunes. ¿Qué pronósticos tienen los expertos para lo que viene en Argentina?
Hasta el jueves no había habido un encuentro o una convocatoria de los expertos por parte del Gobierno Nacional. Sí hubo charlas de gobernadores con sus propios comités de expertos, donde algunos de estos especialistas coinciden con los expertos nacionales. El consenso que existe en este momento es que cada vez más se tiene que apuntar a tomar medidas micro, es decir, tienen que ser muy acotadas y focalizadas, ya sea en un barrio, en una provincia o en un departamento, algo similar a lo que están queriendo hacer en Madrid o en algunos barrios de Nueva York.
Hay que ir a lo focalizado, pero volvemos a lo que mencionaba antes. Para poder hacer esto se tiene que desplegar bien el operativo Detectar en el interior del país porque eso te va a permitir decir encerrar y cuidar a una población específica porque ahí está circulando el virus. Pero los encierros tienen que ser acotados y muy quirúrgicos, no como esa cuarentena que tuvimos al principio de la pandemia en Argentina. Hubo alrededor de tres, cuatro semanas, en las que todas las personas en todo el país, circulara o no circulara el virus por sus zonas, se tuvieron que quedar en casa.
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