Las manifestaciones del Día del Trabajo tuvieron un marcado clima político este domingo en Brasil, con multitudinarios actos en todo el país polarizados entre la izquierda, liderada por el exmandatario Luiz Inacio Lula da Silva, y la derecha, encabezada por el presidente Jair Bolsonaro.
A solo cinco meses de los comicios presidenciales, el gigante suramericano dividió sus afectos entre el ex líder sindical, que gobernó al país entre 2003 y 2010 y que figura como el gran favorito en las encuestas electorales con un 43 % de la intención de voto, y el dirigente ultraderechista, que, con un 26 % de los apoyos, aspira a ser reelegido por cuatro años más.
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Las protestas fueron pacíficas y arrancaron temprano en la mayor parte del país y especialmente en ciudades como Fortaleza, Recife, Belo Horizonte y en Río de Janeiro, donde los simpatizantes de Lula se dieron cita en el Parque do Flamengo, cerca del centro de la ciudad, mientras que los bolsonaristas se reunieron frente a la playa de Copacabana, su sitio habitual.
En Brasilia las protestas también iniciaron desde la mañana y contaron, aunque por unos pocos minutos, con la presencia de Bolsonaro, quien apareció sorpresivamente hacia el medio día, en la Alameda de las Banderas, frente al Congreso Nacional.
El mandatario brasileño, cuya presencia en las manifestaciones estaba en duda, pues sus más cercanos colaboradores le habían aconsejado evitarlas para que su asistencia no fuera interpretada como de propaganda política, interactuó con algunos de sus simpatizantes pero no se pronunció al público.
Horas después, Bolsonaro acompañó virtualmente a sus seguidores durante las manifestaciones en Sao Paulo, la mayor ciudad del país y donde se concentraron las más fuertes y masivas protestas de todo Brasil.
ROJOS VS.” VERDE-AMARELHOS”
Mientras la jornada “roja” que reunió a las centrales obreras y a los seguidores de Lula se extendió prácticamente durante todo el día en la capital paulista, la actividad “verde amarelha”, que concentró a los seguidores del líder de la ultraderecha, empezó a principios de la tarde.
La plaza Charles Muller, ubicada justo frente al estadio de Pacaembu, acogió en la capital paulista a varios sindicatos, encabezados por la Central Única de los Trabajadores (CUT), que criticaron el aumento del hambre y la desigualdad que se vive en el país desde que Bolsonaro llegó a la presidencia y clamaron por el regreso de Lula al poder.
Lula fue breve en su discurso y, aunque reiteró en varias oportunidades que aún no era candidato presidencial, el tono fue político, resaltando los logros de su gestión y criticando la de Bolsonaro.
“Alguien mejor” que el presidente da República, Jair Bolsonaro, va a “ganar las elecciones” presidenciales este ano, señaló.
El exmandatario recordó que durante su Gobierno el PIB del país creció en torno a un 4,1 % cada año, se crearon 22 millones de empleos y la inflación de entonces no superó el 4,5 % anual, casi tres veces menos que la que actualmente tiene Brasil (11,30 %).
“Vamos a volver a ser un país civilizado, la Constitución va a respetarse”, aseguró.
“Vamos a volver a ser una sociedad donde el amor supera al odio y donde la cultura supera a la ignorancia”, concluyó.
El discurso de Lula, ansiosamente esperado desde comienzos de la tarde, demoró varias horas a la espera de apoyadores pues la convocatoria, si bien reunió cientos de ellos, no congregó las multitudes que suelen acompañarlo.
El exlíder sindical habló casi una hora después de que Bolsonaro diera un corto mensaje a sus seguidores de forma virtual (hacia las 15.15 hora local, 18.15 GMT), a través de una gigantesca pantalla ubicada en la Avenida Paulista.
“Iré donde ustedes estén. Siempre estaré al lado de la población brasileña. Agradezco al creador por mi vida y a muchos de ustedes por creer y ofrecerme esta misión de guiar el destino de Brasil. El bien siempre vence al mal”, dijo.
Con una participación similar a la de Lula, centenas de bolsonaristas estaban a tan sólo tres kilómetros de donde se dieron cita los seguidores del líder progresista, y pese a la cercanía, las manifestaciones en Sao Paulo -y en todo el país- fueron pacíficas y no se registró ningún acto violento.
Cubiertos por el verde-amarillo de la bandera brasileña, los seguidores de Bolsonaro exaltaron la gestión del líder ultraderechista y defendieron el indulto que el presidente otorgó la semana pasada a un diputado afín, tras ser condenado a ocho años de prisión por la Corte Suprema de Justicia, por amenazar a varios de sus magistrados e incitar actos antidemocráticos.
En la Avenida Paulista, la más importante de la ciudad, y que suele ser el punto de concentración de las centrales obreras en este día, los seguidores del mandatario brasileño, armados de carteles y banderas de Brasil también criticaron fuertemente a la Corte Suprema de Justicia, acusada por su líder de poner trabas para su reelección.
Asimismo, lanzaron arengas contra Lula y hasta llegaron a pedir la intervención militar, como también se vio en Río y en Brasilia.
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