(Bogotá/EFE). Menos de dos años después de que un ex vecino obsesionado con ella le arrojara encima el contenido de dos botellas de ácido sulfúrico, Natalia Ponce de León da la cara por los colombianos víctimas de ataques con sustancias químicas y lucha por una segunda unidad de quemados para su país.

El mayor sueño de esta joven empresaria de 35 años es, sin embargo, que en acaben para siempre los ataques con ácido, dice en una entrevista con Efe.

Natalia se presenta a cara descubierta, sin la máscara y el sombrero que ha usado desde que el 27 de marzo de 2014 fue agredida a las puertas de la casa de su madre en Bogotá, el mismo lugar donde habló sobre su presente y su futuro.

"Ya me veo con cara, como persona", afirma con los ojos brillantes Natalia, que ha creado una fundación para prevenir esta forma de violencia y ayudar a las personas que pasan por el mismo calvario que ella en un país donde a su juicio se da demasiada importancia a la belleza.

No solo su cara es otra después de una veintena de operaciones reconstructivas, todas ellas realizadas en Colombia, también ha cambiado su estado de ánimo. La razón: el pasado lunes se promulgó la Ley de víctimas de ataques con ácido y agentes químicos, conocida ya como la Ley Natalia Ponce de León.

"Siento una felicidad interior, un descanso" al ver "los frutos" del "trabajo", señala.

Esta ley, que, según dice, es el primer resultado de una lucha que va a ser suya hasta la muerte, tipifica los ataques con químicos como un delito específico, fija penas de cárcel para los autores de hasta 50 años, controla la venta de agentes químicos a particulares y obliga al Estado a prestar una atención integral a las víctimas.

"Voy a dedicarme a ayudar, a hablar con la juventud, con los niños", "hay mucha ignorancia", "lo más importante es empezar a educar a los niños en el respeto por las mujeres y por los adultos", asegura y agrega: a las mujeres no se las puede tocar "ni con el pétalo de una rosa".

Colombia es el país americano donde se producen más ataques con ácido y agentes químicos, un tipo de agresión extendida en Pakistán, India y también el Reino Unido que, según ha aprendido Natalia por una investigación realizada por una periodista, puede haber llegado a Colombia de la mano de los carteles de la droga en los años 80 y 90.

"El narco usaba mucho el ácido. Lo usaba para borrar las huellas dactilares, había baldes enteros llenos de ácido para hacer desaparecer los cadáveres", afirma.

No hay cifras precisas sobre víctimas de ácido en Colombia, aunque hay fuentes que calculan que ha habido unos 600 casos en los últimos seis años. La Ley Natalia Ponce de León obliga a las autoridades a contabilizarlos por separado de los otros casos de quemados.

Como ejemplo de la magnitud del problema Natalia dice que la semana pasada una mujer dejó ciego a un hombre en Cartagena y en el sur de Bogotá hubo otro caso con una víctima como mujer.

No es un problema solo de mujeres, también hay hombres que pierden la cornea o quedan con la cara deformada por una rociada con ácido. Natalia menciona el caso de un joven gay que fue quemado con una sustancia química por dos hombres a la salida de una discoteca.

En este punto subraya que Colombia no está bien preparada para atender a los quemados.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se necesita un hospital específicamente para quemados por cada dos millones de habitantes y en Colombia, con más de 40 millones, solo hay uno, el Simón Bolívar, en Bogotá, además de algunos pabellones de quemados en hospitales públicos y clínicas privadas.

Su empeño es conseguir un segundo hospital de quemados para su país, para lo cual su fundación se propone desarrollar actividades para recolectar fondos y concienciar a la opinión pública y las autoridades de que deben involucrarse en el problema.

La fundación está ya metida en campañas informativas acerca de los primeros auxilios a una persona con ácido y la misma Natalia va a promocionar la donación de órganos, especialmente de piel, entre los colombianos, entre otras actividades.

"Lo primero que hay que saber es que bañar en agua a la víctima o es lo mejor en el primer momento. El agua puede incluso evitar que se produzcan deformaciones", dice esta valiente mujer que pagó en carne propia el desconocimiento al respecto.

Hoy está llena de amor y confianza hacia el cirujano José Luis Gaviria, que ha llevado su caso, y también tiene una deuda de gratitud con especialistas extranjeros, como el holandés Ali Pirayesh, el creador de Glaydermo, una piel que se obtiene de personas fallecidas y es tratada en laboratorio para reemplazar tejidos destruidos por el ácido.

A Natalia el ácido que le arrojó Jonathan Vega le destruyó la epidermis y la dermis, pero ella siente sobre todo el dolor que le causó a su madre, "quizás mas duro" que el suyo propio.

Vega, que según el fiscal es esquizofrénico y consumidor de drogas, está en la cárcel a la espera de juicio, nunca ha tenido una palabra de arrepentimiento por lo que hizo, que Natalia no tiene duda de que fue premeditado.

En su casa se encontró un recibo que muestra que compró el ácido en diciembre de 2013 y el ataque fue en marzo de 2014. 

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