Con un pastel y fuegos artificiales, Wilder, el pequeño migrante abandonado en el sur de México, fue recibido por familiares en la empobrecida comunidad hondureña de donde salió junto con su padre el mes pasado buscando alcanzar el “sueño americano”.
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Después de casi un mes de estar bajo custodia de autoridades mexicanas, que lo encontraron semidesnudo y llorando en una apartada carretera, el pequeño de dos años volvió a su humilde casa con piso de tierra en los brazos de su madre, Lorena García.
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“Ya no, nunca más voy a dejar que mi niño se vaya. Estoy feliz de tenerlo conmigo”, dijo el sábado la joven madre campesina en una entrevista telefónica con Reuters. “Comiendo frijoles y maíz vamos a salir adelante”, añadió.
El encuentro del niño con su familia debió haber sido el viernes, pero por la falta de un documento permaneció un día más junto con su madre, en un centro de atención a migrantes en San Pedro Sula, tras aterrizar en un vuelo desde México.
Abuelos, tíos y primos ya esperaban al pequeño migrante para recibirlo con un cartel con la leyenda “Bienvenido Wilder”. Al verlo, lanzaron al aire petardos para celebrar su llegada.
García, a quien se le vio feliz cargando a su hijo, lamenta no poder estar reunida también con su esposo Noel Ladino, quien asegura actualmente se encuentra detenido en México. “Yo espero que él regrese para que también nos ayude”, dijo.
Hasta ahora no está claro en qué momento Ladino y su hijo se separaron ni por qué el pequeño terminó solo junto a un camión de carga en el que viajaba junto con decenas de migrantes que buscaban llegar a Estados Unidos.
La joven familia es una de los miles que viven en el municipio Cabañas, una empobrecida localidad enclavada en la montaña perteneciente al municipio Copán, donde el 94% de los habitantes son pobres, de acuerdo con datos oficiales.
García narró que ellos han sobrevivido del precario salario de su esposo de 100 lempiras diarias, el equivalente a cuatro dólares. Eso cuando encuentra trabajo, que en la región es escaso.
A pesar de los llamados de autoridades para detener la migración indocumentada, cada año miles de migrantes centroamericanos como Wilder y su padre, y también muchos menores viajando solos, atraviesan México con la intención de llegar a Estados Unidos.
En algunos casos son secuestrados y blanco de otros delitos, o hasta asesinados, situación que ha generado fuertes críticas de organismos internacionales como la ONU.
Hasta el 11 de julio, Honduras recibió de México 26.227 inmigrantes deportados, de los cuales 2.264 fueron niños, y de Estados Unidos otros 2.524 de los cuales 21 eran menores de edad, según informes de la cancillería hondureña.
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