Nota de la redacción: En las últimas horas la redacción de El Comercio recibió un correo de Diana Baratta solicitando que se retirara esta publicación; sin embargo, por políticas de este Diario no borramos los artículos publicados. A continuación, por respeto a nuestros lectores pasaremos a explicar lo sucedido.
Luego de que el medio Newshub Nation publicara la denuncia por explotación y maltrato contra el embajador del Perú en Nueva Zelanda, Javier Prado Miranda, presentado por la ciudadana peruana Lady Diana Baratta, El Comercio se comunicó con el periodista Conor Whitten, autor del artículo, para intentar contactar a la denunciante. Luego de hacer las consultas respectivas, Whitten mencionó que tanto Baratta como Sandra Soto, otra extrabajadora de la embajada, estaban dispuestas a brindarnos una entrevista, por lo que nos facilitó la dirección de correo electrónico de esta última para iniciar la comunicación.
Fue así como el día 17 de marzo (18 en Nueva Zelanda) nos pusimos en contacto con Sandra Soto y le brindamos un enlace de Zoom para que se conecte junto a Diana Baratta. Esta conversación, a la que solo se conectó Sandra, fue grabada. En el diálogo, la mujer señala que Diana estaba siendo amenazada y que sentía mucho temor. Además, dijo que en ese momento Baratta se encontraba en una diligencia y nos daría la entrevista el día 18, a las 3:00 p.m. ( 19 de marzo, a las 9:00 a.m. en Nueva Zelanda). También pidió que le enviáramos un cuestionario, debido a que Diana quería estar preparada para esta entrevista. Sin embargo, luego la cancelaron.
Posteriormente, Sandra señaló que Diana respondería las preguntas del cuestionario y que nos haría llegar las respuestas por correo electrónico.
Estas respuestas fueron enviadas a El Comercio, a través del periodista Conor Whitten, a pedido de Baratta, aseguraron. Whitten nos mostró evidencia que prueba que le enviaron el cuestionario para que nos lo reenvíe.
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El 18 de marzo pasado, El Comercio publicó un artículo en el que la Cancillería se pronunciaba por la denuncia de explotación contra el embajador del Perú en Nueva Zelanda, Javier Prado Miranda, realizada por su extrabajadora del hogar Lady Diana Baratta.
En dicha nota, el Ministerio de Relaciones Exteriores confirmó que la denuncia se encuentra en etapa de investigación. Por su parte, una fuente cercana a Diana nos señaló que la mujer habría recibido amenazas contra su vida.
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Desde entonces, El Comercio intentó comunicarse en repetidas oportunidades con los protagonistas de la historia. El embajador Prado respondió a un correo de este Diario calificando de “insólita” las afirmaciones de la fuente que nos informó sobre amenazas contra Diana y dijo que la denuncia formulada por ella se encuentra “bajo consideración de las autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores” y que, en ese sentido, no le es posible formular comentarios ni manifestarse fuera de dicho cauce.
“Sin embargo, deseo enfatizar que el contrato que rigió la relación laboral con dicha señora se suscribió bajo la legislación peruana con beneficios adecuados al nivel de vida de Nueva Zelanda y que, al resolver la relación laboral por pérdida de confianza en su persona, se le abonó una liquidación por más de 17 mil dólares neozelandeses y se adquirió un pasaje a su nombre para que retorne al Perú, pasaje que decidió no utilizar, prefiriendo permanecer en Nueva Zelanda”, señaló el embajador Prado.
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“Debo señalar, asimismo, que cualquier reclamo que ella formule deberá ser sometido a consideración de las autoridades peruanas respectivas y debidamente probado”, agregó el funcionario.
El Comercio envió un cuestionario a Diana Baratta, que según Sandra Soto y Conor Whitten, accedió a responder por correo electrónico. En el mail, se detalla el supuesto maltrato que habría recibido en la residencia del embajador peruano.
El Comercio solicitó reiteradamente poder acceder a las pruebas que asegura tener Baratta; sin embargo, estas no nos fueron enviadas asegurando que fueron entregadas al Ministerio de Relaciones Exteriores como parte de la investigación. Este Diario accedió al extracto de un audio enviado en diciembre del 2020 a Canal N y a la denuncia presentada por Diana Baratta ante Cancillería.
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—¿Nos podría dar detalles de los supuestos abusos que sufrió por parte del embajador Prado?
Ellos me tuvieron siempre controlada y aislada contra mi voluntad, humillándome, insultándome, acosándome, hostigándome y avergonzándome en todo momento. Generaron en mí daño psicológico, emocional y físico.
Por ejemplo, no podía disponer de mi tiempo porque trabajaba más de 90 horas a la semana y cuando terminaba los quehaceres y podía descansar o querer salir no podía disponer de mi tiempo libre porque tenía que advertir adónde iría y con quien saldría. Estaba totalmente vigilada.
Ellos nunca me explicaron cómo funcionaban los gastos de alimentación exclusivamente asignados para el personal de servicio de la residencia. Su aplicación se encuentra normada en el Reglamento para la Administración de las asignaciones de las misiones del servicio exterior de la República, el cual no debía superar el 30% de mi salario.
El embajador y su esposa no me explicaron mi derecho a este gasto, ellos utilizaban la tarjeta que me correspondía para comprarlos e incluso, a veces, utilizaban parte de ese dinero para comprar bebidas alcohólicas o alimentos destinados para las cenas oficiales. Nunca me informaron que este derecho a mis gastos de alimentos estaba a mi disposición y que fue otorgado para mi uso personal.
No tenía una habitación donde poder relajarme y descansar porque la que utilizaba era la habitación de huéspedes que el embajador Prado y la señora Prado usaban como depósito. Además, no podía cerrar la puerta con llave ni siquiera para cambiarme de ropa, no tenía ningún control sobre mi vida, ni derechos, solo obligaciones.
Los Prado siempre me hicieron entender que yo no valía nada, que era una desgraciada, que era un ser inferior, que estaba sola y que, gracias a ellos, yo estaba en una situación privilegiada, que gracias a ellos yo comía. Tenía que agradecerles y rendirles pleitesía. Además, que tenía que agachar la cabeza porque les debía todo lo que tenía. En efecto, no podía mirar a la señora Prado cuando me regañaba hasta por el tiempo que empleaba para pasear a los perros, todo este sacrificio lo hacía pensando en el bienestar de mis hijos.
Asimismo, el embajador Prado y su esposa no tuvieron ningún motivo para haber dado término a mi contrato laboral. No siguieron el proceso correspondiente justo y legal. En este caso, ellos han infringido la Ley 27986 de Perú de los trabajadores del hogar y el convenio de la Organización Internacional del Trabajo, que regula el trabajo doméstico, los cuales son mencionados e incluidos en mi contrato laboral. La residencia es territorio peruano y el embajador está sujeto a respetar estas leyes. El embajador debió tenerme en un ambiente donde se respetara mi privacidad y condiciones de vida decentes.
Tengo documentación de todo lo que explico, lo cual ha sido debidamente enviado y recibido por el Ministerio de Relaciones Exteriores en el Perú y a la Policía en Nueva Zelanda, a su vez, sigo esperando recibir alguna comunicación por parte de Cancillería.
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—Conoció a la familia Prado en el año 2014; ¿pero el maltrato empezó recién en el 2019 o ya había vivido episodios similares cuando trabajaba con ellos en el Perú?
Yo trabajé para ellos desde el 2014. El maltrato y abuso existían pero no era tan evidentes, porque podía siempre volver a mi hogar con mis hijos, al cariño de mi familia, lo cual siempre me aliviaba, me preparaba, y me daba mucha fortaleza para poder continuar con mi labor de servir.
Yo no quería ir a Nueva Zelanda, ellos podían haber elegido a otra persona y, además, las otras opciones eran trabajadoras que hablaban inglés, idioma que yo no hablo. El embajador y su esposa me insistieron debido a que conocían y sabían lo trabajadora y lo buena cocinera que soy. Además, soy muy buena con sus hijas adolescentes de 18 y 17 años. Así que, con mucho sacrificio, decidí dejar a mi familia y hacer los arreglos necesarios para ir con ellos a trabajar a Nueva Zelanda.
Desde que llegué comencé a trabajar 11 días seguidos sin parar, desempacando los 3 contenedores de carga que llegaban en barco desde Lima con todas las pertenencias de la familia Prado. Terminaba mi día a las 11 p.m. Desde ese día me forzaban a trabajar 13, 14 horas al día. Mi contrato fue violado desde el primer día.
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—¿En qué momento decidió denunciar y qué le respondieron desde Cancillería cuando lo hizo?
Los señores Prado decidieron despedirme a la fuerza. Todo comenzó cuando accidentalmente el embajador Prado fue expuesto ante el personal de la Embajada. El 14 de setiembre de 2020, el embajador me llamó para que acudiera a una reunión para explicarme que mis horarios se iban a respetar.
En la embajada con el cónsul y la secretaria me explicaron que la cuenta de mis alimentos no estaba asignada para la familia Prado, sino que en realidad me correspondía a mí administrarla. En esa reunión insistí con el tema [de los alimentos]. Al ser expuestos los Prado decidieron despedirme. Con respecto a Cancillería, no he recibido respuesta alguna desde que envié mi denuncia a fines del año pasado.
Luego de mi despido el embajador y el cónsul me estaban forzando a firmar un documento preparado por el embajador Prado, que decía que mi despido era de mutuo acuerdo. Yo no acepté y me rehusé a firmarlo ya que violaba las leyes de Perú y Nueva Zelanda. El embajador y la señora Prado habían decidido despedirme sin motivo alguno y sin previo aviso.
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—¿Por qué no aceptó regresar al Perú cuando se lo ofrecieron?
No pude regresar a Perú porque me mandaron a decir de parte de los señores Prado “que ellos no iban a estar tranquilos y que me ponga a rezar, ya que ni bien pise el suelo peruano, me iban a mandar derechito a Santa Mónica”. Esa es la principal razón por la que no he regresado a Lima.
Luego de que saliera la entrevista aquí en Nueva Zelanda he tenido dos amenazas verbales de muerte en la calle por parte de dos latinos desconocidos. La publicación de la entrevista neozelandesa se ha distribuido por todas las redes sociales y ya esta noticia ha sido recibida por la comunidad peruana en Nueva Zelanda y muchos de ellos me han mostrado su apoyo y solidaridad.
La familia Prado tiene mucho poder en el Perú, yo solo soy una humilde empleada del hogar y ellos buscarán cualquier motivo para cumplir sus amenazas. Lastimosamente también sé que es mi palabra contra la de ellos. Pero en muchos de los audios puedo mostrar lo agresiva e intimidante que puede ser la señora María Albareda.
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—¿Ha mantenido algún tipo de comunicación con el embajador y su esposa luego de la denuncia?
Ninguna de manera directa. Sin embargo, luego de que saliera mi caso en televisión neozelandesa he comenzado a recibir amenazas de muerte y temo por mi vida. La manera de actuar del embajador y su esposa no es evidente. Ellos me envían mensajes amenazantes e intimidantes a través de otras personas, pero nunca lo hacen de manera directa.
Eventualmente mi salud se vio afectada por el ambiente tóxico en el que vivía, un médico neozelandés me atendió y me ordenó no regresar a la residencia durante 20 días. El embajador y su esposa no se comunicaron conmigo para saber cómo me encontraba de salud.
Fue horrible cuando me despidieron. El señor Prado y su esposa me llamaron para que recogiera mis pertenencias. Cuando llegué ya habían sacado y puesto mis cosas en la calle, a la intemperie abandonadas en bolsas de basura.
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—En diciembre del 2020 el embajador Prado le dijo a Canal N que iba a desmentir todas sus acusaciones, ¿qué pruebas podría tener en su contra?
Vengo trabajando desde el 2014 para el embajador y su esposa. Le puedo asegurar que de ninguna manera puede tener nada en mi contra. Siempre he sido una persona transparente, nunca he hecho nada malo ni a la familia Prado ni contra nadie en Perú, siempre he sido una leal servidora.
Mi trabajo y lealtad fueron hacia mi país, hacia el embajador y la señora Prado. Les di todo de mi, alma, vida y corazón, yo los idolatraba. Mi trabajo, honradez y lealtad han sido intachables, es por eso que ellos me ofrecieron trabajar con ellos en Nueva Zelanda. Además, me habían ofrecido también enviarme a una escuela para aprender inglés.
Ahora me pongo a pensar y me entristece mucho darme cuenta de que tomaron ventaja y se aprovecharon de mí, abusaron de mi falta de conocimiento en cuanto a leyes o derechos que me corresponden como trabajadora del hogar.
Las pruebas ya están bajo investigación aquí en Nueva Zelanda por el Departamento de Investigación Criminal, no le puedo decir más al respecto.
Me encuentro indefensa y sin ningún poder, temo por mí misma, soy consciente de que soy simplemente una empleada y que nadie podría jamás hacer nada para defenderme y temo que esto pueda ser verdad.
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