Indignación. Impotencia. La prensa mexicana quedó tocada. Fueron doce los balazos que mataron al periodista Javier Valdez el lunes en Culiacán, capital del estado norteño de Sinaloa, según detalla RíoDoce, el semanario del cual fue cofundador.
“Nos pegaron en el corazón”, tituló este medio que el reconocido periodista contribuyó a fundar hace 14 años. “Es un golpe demoledor”, añadía su editorial.
Los reporteros de Sinaloa y del resto del país alistaban actos de protesta desde primera hora de la mañana. “En México nos están matando”, escribieron una decena de reporteros a los pies del Ángel de la Independencia, en Ciudad de México junto a la frase “No al silencio”, hecha con las fotos de periodistas asesinados en los últimos años. En otros lugares se repetía la exigencia de justicia.
Algunos medios, como el diario sinaloense Noroeste o el portal Animal Político, optaron por poner en negro su sitio de internet con las fotos de los seis periodistas asesinados en México desde marzo y exigían justicia.
Tanto el presidente mexicano Enrique Peña Nieto como autoridades locales condenaron el nuevo asesinato que tuvo mayor eco debido a que Valdez se había convertido en la puerta de entrada a Sinaloa de cualquiera que quisiera entender lo que estaba pasando en ese estado. El sinaloense fue un reportero que ayudó a todos los periodistas locales, nacionales e internacionales que acudieron a buscarle y en 2011 obtuvo el premio María Moors Cabot, uno de los galardones más prestigiosos de la prensa en América Latina.
Junto a las condenas y a los compromisos oficiales para tratar de esclarecer el tema, las organizaciones de prensa, como el Comité para la Protección de Periodistas o Reporteros sin Fronteras entre otras, pedían medidas contundentes para que el crimen no quede impune como ha ocurrido con otros asesinatos a informadores.
“Las autoridades muchas veces atribuyen la responsabilidad de todos estos horrores simplemente al narco. Pero decir esto es una salida demasiado fácil”, escribió Jan Jarab en una columna del periódico La Jornada, del cual Valdez era corresponsal. Jarab es representante en México del Alto Comisionado de la ONU para los derechos humanos.
“El Estado es, sin ninguna duda, responsable por este círculo vicioso de impunidad. Si esto no cambia, todas las medidas de protección van a quedarse cortas y serán meros paliativos”, agregó Jarab en la publicación.
Valdez dedicó uno de sus últimos tuits al asesinato de Miroslava Breach, compañera suya de La Jornada en Chihuahua que murió en marzo. “A Miroslava la mataron por lengua larga. Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio”.
Las autoridades facilitaron pocos datos del crimen aunque el fiscal de Sinaloa, Juan José Ríos, en una entrevista a Radio Fórmula el lunes por la noche, dijo que “se ha pretendido inducir un supuesto robo” pero que la actividad periodística de Valdez era una de las líneas de investigación “más importantes”.
Por la mañana del martes, en el mismo medio, Ríos dijo que se analizan datos recabados por varias cámaras de las autoridades y de comercios que podrían dar pistas sobre el ataque.
Conforme avanzaba el día llegaron nuevos detalles del asesinato desde la redacción de RíoDoce, de donde salió por última vez con su computadora y su celular a mediodía del lunes.
“Lo mataron con saña”, escribe el semanario. “Los asesinos simularon el robo de su vehículo, pero le dispararon en 12 ocasiones con dos armas distintas. No tenemos ninguna duda: quien ordenó el crimen pidió a los sicarios que se aseguraran del objetivo”. El ordenador y el teléfono, añade este medio, no fueron encontrados en el interior del vehículo.
El fiscal Ríos dijo el martes no tener noticias de que hubiera sido amenazado. Sin embargo, el diario La Jornada asegura que sí las hubo. La violencia se había recrudecido en el estado tras la captura y extradición de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, del líder del Cártel de Sinaloa.
“En semanas recientes recibió amenazas de un calibre diferente al acostumbrado; él y su esposa Griselda realmente se preocuparon. Viajó a la Ciudad de México para consultar con los directivos de este periódico y con el Comité de Protección para Periodistas, con el que tenía lazos estrechos, sobre lo que procedía hacer”, indicó el periódico en un artículo el martes.
Le recomendaron salir del país. No lo hizo.
De 50 años, casado y con dos hijos, Valdez siempre fue consciente de los riesgos de su profesión. “Hacer periodismo es caminar por una invisible línea marcada por los malos que están en el narcotráfico y en el gobierno, uno debe cuidarse de todo y de todos”, había escrito. Pero consideraba su deber no callarse ante la violencia y los que le conocieron, como sus editores, recuerdan su sentido del humor, su compromiso y su humanidad.
El mundo periodístico, académico y literario se unió el martes en su dolor. El director editorial de Penguin Random House, Ricardo Cayuela, editor de sus libros, sentado junto al nuevo fiscal para delitos contra la libertad de expresión, Ricardo Sánchez, en CNN la noche del lunes fue contundente al exigir a la autoridad el esclarecimiento del crimen.
“Es la última oportunidad de este gobierno de dar un golpe sobre la mesa y aclarar al menos un crimen porque la sensación de impunidad que transmiten estos crímenes impunes, que no se resuelven, que no hay ningún culpable, es casi un aliciente para seguir matando”.
Valdez “llenó de contenido las muertes” por lo que “no puede ser una simple estadística”, dijo Cayuela. “Está en juego la credibilidad internacional del país, están en juego nuestras libertades”.
Fuente: AP
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