Dentro de las cárceles donde los remanentes del Estado Islámico se encuentran en el limbo (Foto: Reuters).
Redacción EC

Siria [Reuters]. En el noreste de , cárceles y campos de detención albergan a miles de hombres, mujeres y niños cuyas vidas están en el limbo casi un año después de la derrota final del , el grupo al que alguna vez pertenecieron.

El área alrededor de la ciudad de Qamishli está controlada principalmente por combatientes kurdos que ayudaron a derrotar al grupo militante islamista.

Las fuerzas kurdas cargan el peso de cuidar a los capturados tras el colapso de Estado Islámico, incluidos cientos de extranjeros que lucharon junto a militantes locales para crear un califato en Oriente Medio.

Qué hacer con los restos de Estado Islámico, cuyos combatientes torturaron y ejecutaron a miles de personas, es un tema espinoso para los países cuyos ciudadanos fueron a luchar con el grupo.

Las autoridades kurdas dicen que carecen de recursos para detener, investigar y enjuiciar adecuadamente a la gran cantidad de prisioneros, así como a sus familias, en los campamentos.

“Queremos saber cuál será nuestro destino”, dijo Mahmoud Mohammad, un combatiente sirio de Estado Islámico retenido en una prisión cerca de la ciudad de Hasaka, al sur de Qamishli.

“No sabemos nada sobre nuestras familias (...) si están vivos o muertos, en Siria o en el exterior. Quiero saber mi sentencia y mi destino”, agregó en diálogo con Reuters en una entrevista organizada y supervisada por las fuerzas de seguridad kurdas durante una visita autorizada a la cárcel.

Mohammad, cuyo nombre de guerra es Abu Hamza, fue uno de los nueve hombres entrevistados por Reuters en dos cárceles, una ubicada cerca de Hasaka y la otra en el centro de la ciudad. La mayoría eran de Siria o Irak, uno era de Estados Unidos y otro de Bélgica.

PRISIÓN ABARROTADA

Las condiciones en la prisión cerca de Hasaka, que solía ser una escuela antes de transformarse para hacer frente a la afluencia de cautivos, son mucho peores que las de la cárcel central.

Los reporteros de Reuters vieron a más de 50 hombres tendidos en el piso de una celda, prácticamente sin espacio para moverse. La luz natural era mínima y el aire era pesado con el olor a sudor y suciedad.

En un hospital en la planta baja, alrededor de 100 hombres se apiñaban en unas 50 camas. Varios llevaban monos naranjas, similares a los que suelen llevar los cautivos de EI antes de ser ejecutados.

Más allá de las cárceles, miles de mujeres y niños están detenidos en campamentos en la zona.

La instalación de al-Hol en la provincia de Hasaka es la más grande y alberga a decenas de miles de personas en un extenso campamento de tiendas de lona blanca que proporcionan un refugio mínimo contra el frío y la lluvia.

Los niños juegan en caminos fangosos y grandes charcos llenos de basura se acumulan en los espacios abiertos. Las mujeres vestidas con túnicas negras y niqabs se mueven en pequeños grupos, conversando o realizando tareas diarias.

La mayor parte de las mujeres rechazaron los pedidos para hablar con Reuters y algunas fueron verbalmente hostiles.

La que aceptó ser entrevistada no dio su nombre, pero habló en inglés y dijo que era originaria de Hong Kong antes de venir a Oriente Medio para unirse a Estado Islámico.

“Tengo un hijo y mi esposo murió en Baghouz”, dijo, flanqueada por su hijo pequeño, en referencia a la localidad que fue el último enclave de Estado Islámico en el este de Siria y que cayó ante las fuerzas kurdas respaldadas por Estados Unidos el año pasado.

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