Desde noviembre y hasta este 8 de agosto. Durante esos diez meses el agua brotó sin freno por una tubería rota de la Facultad de Arquitectura, lo que provocó un enorme charco que de forma continua anegó aceras y pasillos de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
La tubería y la falta de solución durante esos meses son el reflejo del deterioro del campus universitario de la UCV, una joya arquitectónica y paisajista diseñada por Carlos Raúl Villanueva que no resiste el impacto de la crisis que sufre el país.
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En diciembre de 2000 el campus, un espacio único donde arte, naturaleza y arquitectura en pleno corazón de Caracas se funden en armonía, fue elevado por la Unesco a la categoría de Patrimonio de la Humanidad.
Pero hoy la decadencia es inocultable. Tuberías obsoletas, techo fracturado, paisajismo en ruinas, obras de arte empañadas por el descuido, edificios deteriorados, indigentes que duermen en sus instalaciones y el majestuoso auditorio, el Aula Magna, atacado por insectos.
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“El sistema hídrico tiene sesenta años, hay que cambiarlo. Hasta hace poco había fugas de agua en arquitectura, bioanálisis, deportes e ingeniería. No tengo personal ni maquinaria”, se queja con resignación Ibrahím Ledezma, ingeniero encargado de la dirección de mantenimiento.
El campus de esta universidad pública, construido entre 1940 y 1960, también sufre la falta de vigilancia. “Aquí pernoctan indigentes que generan una gran cantidad de basura. Hemos conseguido gente durmiendo en el techo de ingeniería”, explica Ledezma a BBC Mundo.
Símbolo de la Venezuela moderna
Desde 1958, con la llegada de la democracia, el petroestado venezolano amplió el acceso a la educación superior mediante distintas vías y el ensayo más exitoso fue a través del financiamiento de universidades autónomas, en especial la Universidad Central.
El historiador Tomás Straka explica que “la dirigencia política, empresarial, intelectual, científica que encabezó la Venezuela moderna egresó de la Universidad Central”.
Graduarse en el Aula Magna era un motivo de orgullo y una garantía de excelencia educativa en toda la región.
La lucha por mayor presupuesto es constante desde 1983, cuando comenzó a apagarse el esplendor petrolero de la Venezuela saudita. Pero ahora la escasez de fondos es extrema.
“Necesito entre US$10.000 y US$12.000 dólares mensuales para mantener estas instalaciones y en lo que va de año no he recibido nada. De los 80 obreros que tengo en nómina solo siete vienen a trabajar martes y jueves; el salario es de US$3”, dice Ledezma.
Al igual que los obreros encargados del mantenimiento, la mayoría de los vigilantes tampoco acude al trabajo por el exiguo salario.
Tras la debacle de la producción petrolera, que retrocedió hasta niveles de 1940, la hiperinflación, el impacto de las sanciones de Estados Unidos y siete años de recesión, la administración de Nicolás Maduro aplica un recorte de gasto severo con la Universidad.
La rectora Cecilia García Arocha precisa que “del presupuesto que solicitamos este año nos aprobaron 2,2% y de este monto aprobado no nos han entregado el 98%. En 2020 aprobaron 9% de lo que solicitamos y aún no nos han entregado el 75% de esa cantidad”.
El salario de un profesor titular, el máximo escalafón, equivale a US$9 mensuales.
Museo en declive
En la Ciudad Universitaria, rampas, patios y edificaciones se integran al arte y crean un gran museo al aire libre. Murales, esculturas y vitrales son parte esencial de lo que la Unesco distinguió como “ejemplo excepcional de la arquitectura moderna”.
La Plaza Cubierta, un espacio rodeado de jardines y salpicado de sombras que acompañan obras de Fernand Léger, Víctor Vasarely, Jean Arp, Pascual Navarro y Mateo Manaure, sufre el deterioro.
El mural de Fernand Léger comenzó a perder piezas del mosaico, al igual que el de Pascual Navarro. El bronce de la escultura de Jean Arp, el Pastor de Nubes, exhibe la falta de cuidado y el espejo de agua que está detrás tiene grietas en el piso.
La cerámica esmaltada del mural de Víctor Vasarely, Homenaje a Malevitch, está manchada y rota en uno de sus extremos. A pocos metros la maleza asedia el mural de Víctor Valera en el auditorio de la Facultad de Humanidades.
El monumento a los caídos, la escultura de Ernest Maragall, evidencia con sus manchas la ausencia de medidas para conservarla, y una pátina negra cubre la escultura en piedra de Francisco Narváez en el Instituto de Anatomía.
El Consejo de Preservación y Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela (Copred) es el encargado de preservar el patrimonio y sus fondos dependen del dinero que recibe la Universidad.
Su nuevo presidente, el arquitecto Pablo Molina, lleva pocas semanas en el cargo.
“Es un inventario de arte envidiable. Muchas de las obras están a la intemperie y semi-intemperie y requieren un mantenimiento constante que no lo estamos haciendo porque carecemos de los recursos para que nuestros especialistas actúen”, dice a BBC Mundo.
El paisajismo, que comenzó a borrarse, es otra materia pendiente. “Se necesita una restitución masiva de especies vegetales habida cuenta de la progresiva eliminación por muerte natural y por descuido”, agrega Molina.
El desgaste abarca otros ámbitos. “De cada cuatro ascensores funciona uno y hay un problema grave con la situación de los baños”.
El 17 de junio de 2020 se fracturó un tramo fundamental de la red de pasillos cubiertos que comunica las facultades y escuelas y protege del sol caraqueño. El techo, agrietado, cayó al piso.
Catorce meses después aún no ha sido reparado. Una grúa terminó de desprender dos grandes trozos de losa que permanecen en el suelo. Andamios evitan el colapso de nuevos tramos.
El plan del gobierno
Para contener el deterioro el gobierno creó una comisión especial para el “rescate” de la Ciudad Universitaria.
Jackeline Faría, ingeniera y exministra de Ambiente, forma parte de la comisión y explicó en una reciente reunión con la rectora que habrá una “intervención de dos meses y otra a largo plazo; recuperar espacios comunes, escuelas, facultades, el alcance es al máximo”.
Ya comenzó el desmalezamiento y la reparación de tuberías rotas. Además, Faría anunció para los próximos meses obras en “vialidad, iluminación, intervención de algunas salas sanitarias y diagnóstico de los techos en cuanto a impermeabilización”.
La rectora García Arocha recalcó: “No basta con hacer trabajos de recuperación si no tenemos recursos para el mantenimiento permanente”.
A un lado del pasillo cubierto fracturado puede verse el edificio de la Biblioteca Central, una estructura de doce pisos. La hermosa fachada revestida con mosaicos de un cálido tono de rojo exhibe zonas en blanco por la caída de las piezas.
Las fachadas del Hospital Clínico Universitario, también en el campus, son una policromía del artista plástico Mateo Manaure y la edificación forma parte de los espacios declarados como Patrimonio Mundial. El gobierno, que controla al hospital, pintó las fachadas y alteró la paleta de colores.
Desde 2016 el Copred ha enviado comunicaciones solicitando que “dicha intervención sea corregida, en aspectos como la diferencia cromática que existe en las tonalidades de colores (naranja y azul)”, pero la obra de Manaure no ha sido restituida.
El templo de Calder
Pero si un espacio destaca por encima de todos es el Aula Magna, un auditorio que hace las veces de templo de la Universidad, con un techo coronado por Las Nubes del escultor Alexander Calder que proyectan el sonido y son parte esencial de la acústica que distingue a la sala.
Por su escenario desfilaron artistas como Marcel Marceau, Mstislav Rostropóvich, Montserrat Caballé y es parte fundamental de la actividad cultural y académica del país.
En septiembre de 2020 se quemó el transformador que provee energía eléctrica y el Aula Magna permaneció a oscuras hasta el 17 de julio de este año.
Trina Medina, directora de cultura de la Universidad, explica que “al estar sin luz, completamente cerrada, sin aire acondicionado y sin las temperaturas adecuadas, hubo una proliferación de termitas, polillas, roedores en los sótanos”.
En 2019 la presión del agua rompió una tubería y afectó parte de la madera del escenario.
Neyfrán Ortuño, jefe de la división de programación, camina sobre el mismo y detalla que “la madera mojada se deforma, pierde el brillo; entonces hay que restaurar todo el escenario para que quede uniforme”.
En los pasillos que conducen al escenario el agua deformó el piso de vinil. Las butacas, revestidas con piel de ovejo que absorben el sonido y contribuyen a la acústica, necesitan limpieza porque “tras el encierro puede haber algún tipo de hongo”, explica Ortuño.
Las puertas de madera han perdido cerraduras, tienen daños en los herrajes y necesitan restauración tras la proliferación de polillas y termitas.
¿La resurrección?
Para restaurar al Aula Magna la dirección de cultura, estudiantes y egresados se unió bajo el proyecto Aula Magna 300, que busca recaudar US$300.000 para atajar los problemas.
“Pensamos que podríamos abrir el Aula Magna en enero de 2022. Si arreglamos el sistema eléctrico, logramos sanitizar y reparamos el aire acondicionado, lo demás podría hacerse progresivamente”, dice Trina Medina.
Adriana Mijares presentó su tesis en abril de este año en Ingeniería y lidera el grupo de estudiantes que se sumó a la campaña. “Somos alrededor de 570, de diferentes facultades, vamos a buscar apoyo de las empresas privadas”, dice a BBC Mundo.
Para los estudiantes venezolanos graduarse en la majestuosidad del Aula Magna es el mayor de sus logros. Por la pandemia actualmente no hay clases presenciales y las graduaciones, por las condiciones de la sala, se hacen en otra parte del campus.
“Mi sueño es graduarme bajo las nubes de Calder. Mi acto puede ser en noviembre y si no puedo graduarme en el Aula Magna, no introduzco los papeles. Para mí es importante, significa mucho y hay muchos estudiantes que piensan igual que yo”, dice Mijares.
La joven está empeñada en rescatar un espacio que fue orgullo de los venezolanos. Y que aún lo es, pese al deterioro.
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