Caracas. Con la ayuda de su madre, Yubreilys Merchán aprendió de pequeña a nadar entre las frías aguas de las playas de su natal Güiria, un remoto poblado pesquero en el extremo oriental de Venezuela. Ese aprendizaje seguramente le salvó la vida.
Merchán iba en una pequeña balsa repleta de venezolanos que naufragó días atrás en las aguas caribeñas y debió reaccionar en cuestión de segundos, mientras sus compañeros de viaje se perdían entre las turbulentas aguas de las Bocas de Dragón, una remota zona limítrofe entre Venezuela y Trinidad y Tobago que es frecuentada por pescadores, contrabandistas y narcotraficantes.
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En la embarcación de madera viajaba una treintena de personas cuando se hundió en medio de un oleaje fuerte.
En un intento desesperado por sobrevivir, la peluquera de 23 años se quitó toda la ropa para reducir el peso de su cuerpo y facilitar el nado, entre los gritos y llantos. Era la madrugada del miércoles.
Entonces emprendió, junto con otra habitante de Güiria que estaba a su lado, la travesía a nado en medio de la oscuridad hacia la pequeña isla venezolana de Patos, a unos ocho kilómetros al sureste del estado de Sucre.
Luego de nadar por mucho tiempo, las dos jóvenes lograron alcanzar la costa rocosa de la isla. Escalaron algunas piedras con las pocas fuerzas que les quedaban y cayeron rendidas en la playa accidentada.
Cuando las dos jóvenes se sintieron a salvo, su primera reacción fue abrazarse y llorar incesantemente hasta quedar dormidas.
"Eso fue un milagro, algo increíble, como una cosa de película", confesó emocionada la madre de Merchán, Luisa García, en una entrevista telefónica con The Associated Press.
La odisea que enfrentó la mayor de sus tres hijas resalta los riesgos enormes que muchos venezolanos toman para huir de la crisis que azota al país petrolero y que fuera uno de los más ricos de la región.
Mientras la mayoría de los migrantes venezolanos han viajado por tierra a Colombia y Brasil, a veces algunos barcos pesqueros sobrecargados llevan a la gente de contrabando hacia un futuro incierto en las islas cercanas de El Caribe.
Algunas mujeres recurren a la prostitución a su llegada, según la madre de Merchán, una peluquera de 44 años que vive en la nación caribeña de Trinidad y Tobago desde hace dos años.
Además de Merchán y su compañera, los pescadores de Güiria lograron rescatar a otros siete sobrevivientes y recuperaron los cadáveres de un hombre y una adolescente de 16 años. Otras 23 personas siguen desaparecidas tras la peor tragedia marítima ocurrida en Venezuela en varios años.
Aún impactada por las más de 24 horas de angustia que pasó sin saber de la suerte de su hija, García usó una frase para describir el inmenso alivio que sintió cuando el esposo de Merchán la llamó para decirle que la mayor de sus tres hijas estaba viva. "Me volvió el alma al cuerpo" al escuchar la noticia.
El esposo Merchán arribó a isla de Patos el día siguiente del naufragio y la trajo de vuelta, gracias a la ayuda de un pescador que prestó su pequeño bote para buscar a los sobrevivientes.
Merchán aún permanece internada en un hospital de Güiria, recuperándose de quemaduras en una pierna y por una fuerte irritación en los ojos, que le impiden ver con claridad y la obligan a usar de forma permanente unas gafas para protegerse de la luz solar.
Las autoridades venezolanas no han ofrecido hasta el momento comentarios sobre el naufragio, que es el segundo que ocurre en el país en menos de dos años.
En enero del 2018 se reportó el hundimiento de una pequeña embarcación, con una veintena de venezolanos a bordo, frente a las costas de la isla caribeña de Curazao.
En el hecho perecieron al menos cuatro de los ocupantes. La lancha partió de manera ilegal con destino a Curazao y naufragó tras chocar contra unas rocas cerca de la entrada de una laguna.
De acuerdo con cálculos de Naciones Unidas más de tres millones de venezolanos han migrado del país en los últimos años huyendo de la crisis.
Al preguntarle sobre si estima que la joven intentará de nuevo huir por mar a Trinidad y Tobago, García respondió tajante: “no creo que a mi hija le queden ganas de volver después de lo que ha vivido”.
Fuente: AP