La mejor prueba de que la cuota electoral de género no ha funcionado como se esperaba es que van casi 18 años desde que esta idea se introdujo en la normativa de nuestro país y no ha logrado mejorar sustancialmente la participación política de las mujeres en el Congreso. Esto último no me lo he inventado yo, lo señala el actual Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, al que le preocupa que en las tres últimas elecciones al Congreso de la República la cuota de género no haya sido alcanzada y que además en las últimas elecciones del 2011 el porcentaje de mujeres elegidas se redujo al 21,5% respecto del 29% obtenido en el 2006. Todo esto siendo la mujeres el mayor porcentaje del electorado.
Después de haber defendido las cuotas, el ministerio, en el documento “Realidades y desafíos de la participación política de las mujeres”, concluye que la realidad ha demostrado que la cuota de género no es suficiente para avanzar en una participación equilibrada entre hombres y mujeres. Y entonces esperaríamos que se pierda la confianza en este tipo de medidas y se vaya a las raíces de por qué las mujeres no participan abrumadoramente en política, y por qué no son de la preferencia de los votantes. Pero no, saltan a una idea descabellada, ya que plantean la alternancia de género, según la cual los partidos políticos tendrán que alternar un hombre y una mujer en sus listas de candidatos al Congreso. Es decir, con los años se demuestra que la medida fracasa, y el Estado miope resuelve que hay que ir a una versión más dura de la misma medida. Eso es absurdo.
El documento, con mucha corrección política, incluso nos plantea una falsa dicotomía: ¿Alternancia o exclusión? ¿De qué lado estamos? No hay salida; si criticamos la alternancia, estamos excluyendo. Esto denota la ceguera para enfrentar el problema real, y ver otras alternativas de solución acordes con el principio de igualdad ante la ley y con una cultura inclusiva que no sea impuesta por el Estado, ni a costa de otros, sino una que esté en las venas de los ciudadanos.
Las cuotas y su versión de alternancia de género son dañinas, se fundan en la idea de que para evitar discriminar o cometer una injusticia se puede discriminar así se cometa una injusticia. Desconoce que desde el Estado no se deben hacer distinciones ni privilegiar a unos ciudadanos sobre otros. La alternancia es más perversa porque plantea que ya no basta la igualdad en la postulación, la cual se defendía como temporal, sino que hay que ir más allá y cuestionar lo que el pueblo elegirá: los resultados.
La mujeres no debemos caer en la trampa de lo políticamente correcto y apoyar estas medidas por el solo hecho de ser mujeres. En mi opinión, las cuotas y la alternancia son una afrenta al mérito y una ofensa para la mujeres talentosas y calificadas que vienen ganando espacios en la política, ya que no serán elegidas por sus habilidades o eficiencia sino por su género.
Las mujeres no necesitamos ayudita. Me sorprende que tantas mujeres destacadas la defiendan. Si vamos por la ayudita, como nos advierte el estadounidense Thomas Sowell, “el curanderismo social sustituirá los esfuerzos reales para afrontar problemas reales que pueden destrozar una sociedad”.