(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)

El señor es un abogado experto en derecho de competencia. Suelo leer y disfrutar su columna los sábados en El Comercio. Por ello, me sorprendió su artículo “” publicado el 11 de noviembre, en el que critica conceptos expresados en mi texto “La necesidad de medidas antidumping”, publicado en el mismo Diario la semana anterior y, además, me ataca personalmente.

Como expliqué en una columna publicada en “Expreso” hace unos días, no entiendo al señor Bullard. En su artículo afirma que las medidas antidumping son “una versión modificada de la toma de rehenes” y por defender esas medidas, soy “como el Mario” que utiliza como ejemplo, es decir como un secuestrador. ¡¿Cómo?! Las medidas antidumping son perfectamente legales y, por defenderlas, el señor Bullard me compara con un delincuente. ¡Qué tal abuso!

En dicho artículo, el señor Bullard hace diversas afirmaciones que deben ser aclaradas. Por ejemplo, afirma: “El invento de los derechos antidumping solo puede tener origen en una de dos cabezas: o la de un economista desorientado o la de un industrial interesado”. Para conocimiento de los lectores, las medidas contra el dumping no son “invento” de una persona, economista o industrial; son aceptadas mundialmente desde hace muchos años, bajo las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

También se afirma en el artículo que las medidas antidumping se aplican “cuando un producto importado es demasiado beneficioso para los consumidores (en otras palabras, cuando es muy barato)”. Los derechos antidumping se aplican cuando se logra demostrar la existencia de dumping, evidenciando: a) que las ventas de las empresas se realizan a precios inferiores a los fijados por las mismas empresas en el propio mercado; b) que esos precios son distintos a los de los diversos mercados de exportación; o c) que los precios son inferiores a los precios de fábrica en origen. Además, se debe demostrar que el dumping es predatorio, habiendo causado daño a la producción nacional.

El señor Bullard afirma: “Según la propuesta del señor Peschiera, las empresas chinas van a vender por debajo del costo (incurriendo en pérdidas) para poder subir los precios”. En mi texto no hablo de pérdidas. Hay diversas formas de sustentar ventas a precios bajos. Como ejemplos, las empresas pueden recibir subsidios de sus gobiernos o considerar que es una buena inversión, no una pérdida, mantener precios bajos para ganar participación de mercado.

También se dice en el artículo que cuando los precios vuelvan a subir “volverán a entrar nuevos competidores”. Esta afirmación supone que, cuando los productos importados hayan copado el mercado, desplazando a la producción nacional, será fácil reconstruir cadenas de producción, que han tomado décadas en formarse en sectores como confecciones y calzado. La apuesta de largo plazo de países como China es que, cuando eso ocurra, será muy difícil restablecer una industria nacional competitiva y, por lo tanto, el mercado será para ellos.

Las medidas antidumping son parte del marco legal internacional. No representan un ‘foul’, como dice el señor Bullard, porque un ‘foul’ es una acción prohibida en los deportes y las medidas antidumping son parte de las reglas de juego vigentes.

En opinión del señor Bullard, el antidumping busca “sacarnos más dinero de nuestros bolsillos”. El Estado debe actuar también en contra de otras actividades ilegales y eso podría causar incrementos de precios. ¿Debe entonces el Estado dejar de reprimir, por ejemplo, el contrabando? ¿Se debe atacar a quienes defienden acciones contra el contrabando, llamándolos secuestradores?

Tal como señala el señor Luis Abugattás Majluf, consultor de la OMC, en su artículo “Regalo con cola”, publicado en el diario “Expreso” el 24 de noviembre, no es necesariamente el caso que menores precios de importación conduzcan a menores precios al consumidor. El señor Abugattás señala que “lo más probable es que los menores precios redunden más en beneficio del importador que del consumidor final” y concluye preguntando: “¿A quién defienden los señores Berckemeyer y Bullard? ¿Al consumidor peruano, o su corazón se inclina más por los importadores?”.

Los fabricantes pueden cambiar de rubro y volverse importadores. También pueden mudar sus operaciones a otros países donde encuentren mejores condiciones. Algunos hemos optado por mantenernos en la actividad manufacturera en el Perú y luchar, a través de la actividad gremial, para que el Estado mejore las condiciones de competitividad del país, para el bien de todos los peruanos. El Estado puede elegir entre atacar a la competencia desleal, defendiendo el empleo que generan las industrias formales del país o ver cómo crece el número de trabajadores sin empleo formal, para quienes el Estado no ha sido capaz de atraer inversiones alternativas, generadoras de la cantidad de puestos de trabajo que están en riesgo de perderse en la industria.