En estas elecciones, la gran polarización lleva a ataques constantes y fáciles a todos aquellos que estén o parezcan estar en las antípodas de nuestro pensamiento. Es así que el sector empresarial ha sido especialmente blanco de señalamientos por parte de distintos actores tanto en campaña como fuera de ella. Casos no cerrados de la historia reciente, como los del Club de la Construcción, Lava Jato, algunos de financiamiento ilícito de campañas electorales o algunos menos visibles, como los de concertación de precios, permiten que los señalamientos continúen.
La Cámara Peruana de la Construcción ha sido una de los más afectadas, pues los casos más sonados y con mayores implicancias, incluso para expresidentes de la República, han tenido como protagonistas a empresas muy vinculadas al gremio y representativas de este. Pero hoy esas empresas ya no están: les iniciamos procesos en nuestro comité de ética y decidieron renunciar. Y, en el 2019, nos tocó retirar a la constructora más emblemática del Perú, Graña y Montero, luego de que sus directivos confesaron haber entregado dinero a cambio de contratos de construcción. En la década reciente, cuando el sector empresarial ha estado en la mira de la sociedad en su conjunto, CAPECO ha sido el único gremio que retiró empresas, cambió su código de ética y emprendió un activo proceso de modernización, apertura y recambio generacional. Como parte de este proceso renovamos el equipo gerencial, modificamos nuestros estatutos para hacer un gremio más abierto y representativo, y, a la vez, fortalecimos relaciones que consideramos relevantes para el desarrollo de nuestra actividad, como la que sostenemos con la Federación de Trabajadores de Construcción Civil y con las universidades, buscando acercar a los estudiantes con los empresarios y profesionales del sector.
Nuestra nación está en proceso de construcción, no solo de su historia o de sus lazos, sino, sobre todo, de su infraestructura física. A inicios del mes de abril, doce personas murieron porque se terminó el oxígeno en un hospital en Talara, ahogadas ante la falta de un recurso básico para un hospital en tiempos de COVID-19. En esa misma localidad se están invirtiendo más de 5 mil millones de dólares en modernizar una refinería de petróleo. Esto es una muestra letal de nuestra falta de claridad sobre las verdaderas prioridades del país. Este es nuestro vaso medio vacío: décadas de grandes flujos de capital, que ni la era del caucho ni la del guano ni el boom de la postguerra podrían igualar, pero un país aún desconectado, donde millones de niños no tienen agua ni energía eléctrica ni manera de seguir sus clases a distancia. Este país requiere tener a la inversión en construcción como motor de desarrollo, recuperación económica y empleo, pero, sobre todo, como vehículo para llevar oportunidades y reducir nuestras desigualdades.
Hoy los peruanos tenemos la oportunidad de ver el vaso también medio lleno, pues en medio de la polarización nos permitimos soñar con el país que queremos. Y si en algo todos coincidimos, es en que queremos un país con oportunidades. Desde CAPECO, hoy trabajamos para que el Perú sea un país más justo, transparente y competitivo. Para que las empresas se alejen de la corrupción y el mercantilismo, para que los trabajadores tengan mejores condiciones laborales, para que las familias cuenten con mejores ciudades, más y mejores viviendas, hospitales, escuelas, espacios públicos y toda la infraestructura que este tiempo nos mostró que hace falta. Hoy es posible construir el país que soñamos, pero eso requiere de un compromiso serio y democrático de todos sus líderes, y especialmente de quienes hoy postulan a dirigir el Perú en los próximos cinco años. De ellos esperamos no solo su compromiso, sino sobre todo sus propuestas claras para construir el Perú del bicentenario.
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