La conformación del Gabinete, como sabemos, no ha estado exenta de críticas. ¿El Legislativo le debe otorgar la confianza? En esta ocasión, los congresistas Patricia Juárez (Fuerza Popular) y José Jerí (Somos Perú) escriben al respecto. (Ilustración: Víctor Aguilar)
La conformación del Gabinete, como sabemos, no ha estado exenta de críticas. ¿El Legislativo le debe otorgar la confianza? En esta ocasión, los congresistas Patricia Juárez (Fuerza Popular) y José Jerí (Somos Perú) escriben al respecto. (Ilustración: Víctor Aguilar)
José Jeri

El anuncio de un nuevo o la recomposición del mismo en los últimos meses resulta para gran parte de la sociedad un tráiler de una película de suspenso.

Conocido ya el Gabinete Torres, las reacciones no tardaron en llegar, y estas vienen acompañadas de un control público del pasado de cada uno de los ministros, quienes tienen la tarea de ejecutar un plan de Gobierno no muy claro y caracterizado por las idas y venidas, y que, además, se pierde en el camino ante constantes cambios ministeriales.

Este cuarto Gabinete generó alta expectativa, asumiendo que la línea de aprendizaje que venía en subida iba a permitir diseñar un Consejo de Ministros más técnico, más representativo y de ancha base. Sin embargo, resultó ser un Gabinete de mediana base, ya que debió de integrar a figuras de derecha y más de centro con talante democrático.

No obstante, y pese a la ausencia de más figuras de derecha y de centro, además de algunas designaciones inadecuadas, resulta ser un Gabinete más robusto, que podría tener mayor durabilidad que los anteriores. Esto puede ocurrir si es que institucionaliza y operativiza el diálogo con el Legislativo (y no solo cuando se pide el voto de investidura).

En esa línea, resultaría interesante que se repita la experiencia del pasado 29 de setiembre. En aquella oportunidad, los integrantes de la Mesa Directiva del , en compañía de los voceros de todas las bancadas y ante una inminente crisis del Gabinete –por declaraciones del entonces primer ministro Guido Bellido sobre una posible cuestión de confianza en el marco de una interpelación al exministro de Trabajo, Iber Maraví–, sostuvimos una reunión con el presidente de la República y algunos representantes del Consejo de Ministros. Dicha experiencia, que no tuvo continuidad, debió de ser un espacio de constante diálogo para tomar acuerdos en aspectos relevantes para el país.

Entiéndase que esta suerte de cónclave entre el Ejecutivo y el Legislativo no significa dar la espalda a los electores o a una postura política. Tampoco implica alguna sustitución ministerial inmediata o la suspensión del control político de parte del Parlamento. Significa, muy por el contrario, que, pese a las diferencias o enfrentamientos –que vemos muy a menudo–, ambos poderes del Estado pueden sostener un diálogo integral. Este tipo de reuniones son una oportunidad para expresar las cosas que nos preocupan y delimitar en qué cosas sí podemos trabajar articuladamente, pero, sobre todo, porque permiten transmitir un mensaje positivo a la ciudadanía, reducir el ruido político y alejarnos por un momento de la estéril confrontación, las interpelaciones, las censuras, las “balas de plata” y denuncias constitucionales de ida y vuelta que se han convertido en el día a día de nuestra política y que dinamitan la confianza ciudadana en las instituciones llamadas a guiar los destinos de todos los peruanos.

De viabilizar esta propuesta como una herramienta de gobernabilidad, este Gabinete, con las correcciones necesarias que podrían hacerse, ya sea por decisión del presidente Castillo hasta el 8 de marzo o producto del control político del Congreso, podría ser el inicio del cambio de rumbo y la oportunidad para mandar mensajes coherentes y sostenidos de estabilidad para el país.

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