La constante evolución del fútbol es tan fascinante como sus alcances. Lo que a mediados del siglo XIX era un juego practicado solo en las escuelas más exclusivas del Reino Unido se ha convertido en el deporte más popular del mundo: actualmente existen más federaciones nacionales de fútbol registradas en la FIFA (211) que países en las Naciones Unidas (195), y se estima que la final de ayer fue vista por más de mil millones de personas.
Pero, además del fútbol, algo que nos dejó Rusia 2018 fue un especial interés en la diversidad étnica de las selecciones. Este fenómeno ya había sido retratado de forma magistral en “Les Bleus: una historia de Francia”, documental sobre la selección francesa y la figura casi mitológica de los campeones de 1998 –conocidos como el equipo ‘negro-blanco-moro’ por la presencia de jugadores con herencia de Magreb y África subsahariana–, pero volvió a ser parte de la cobertura periodística de las últimas semanas, alegando la incorporación de futbolistas ‘extranjeros’ entre las selecciones más exitosas.
Contrariamente a lo que muchos parecen creer, no fueron las selecciones que llegaron a la semifinal las que mayor número de representantes nacidos fuera del territorio nacional llevaron en sus equipos. Mientras la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol (UEFA por sus siglas en inglés) tiene solo 9% de sus jugadores nacidos en países distintos a los que representan, la Confederación de Fútbol Africano alcanza al 28%. Cabe mencionar el caso de Marruecos con 61% y el de Senegal con 39%.
Por otro lado, Francia no ha sido solo el campeón sino también el mayor ‘exportador’ de jugadores mundialistas. Existen 25 futbolistas nacidos en Francia jugando para las selecciones de Túnez, Marruecos y Senegal. Asimismo, habiendo nacido en los países que representan, al menos 75% de los futbolistas de la selección francesa tiene orígenes inmigrantes, y en el caso de las selecciones de Bélgica e Inglaterra son casi la mitad. Lo que ocurre es producto del mestizaje y la diversidad.
Por ello se tornan especialmente relevantes las discusiones sobre racismo en el fútbol. Las declaraciones del delantero del Manchester United Romelu Lukaku ilustran este punto: “Cuando las cosas iban bien, leía que en los periódicos se referían a mí como el delantero belga. Cuando no iban bien, me llamaban Romelu Lukaku, el delantero belga de ascendencia congolesa”. Esto retrata la idea del “buen inmigrante” (de primera o segunda generación) como aquel deportista exitoso aceptado dentro de espacios marcados por el racismo.
Mediante la adopción de la resolución de Buenos Aires en el 2001, la FIFA se comprometió formalmente a erradicar el racismo en el fútbol. Esto incluye la modificación al código disciplinario, la realización de campañas mediáticas y la promoción de mensajes contra la discriminación dentro y fuera de los estadios durante todos los eventos deportivos. Muchas figuras se han plegado a esta campaña, además de otras causas como la defensa de la niñez o el cambio climático. Incluso se implementó un programa llamado Live your Goals (haciendo un juego de palabras con ‘goles’ y ‘metas’ en inglés) a raíz de la Copa Mundial Femenina en Alemania en el 2011 para fomentar la participación de mujeres en el fútbol.
Cabe señalar, además, que por primera vez una mujer llegó a la final del Mundial sentada en la privilegiada posición del banco de suplentes. Iva Olivari, ex tenista y jefa de la selección de Croacia desde el 2012, recién ha podido ocupar el sitio que le corresponde en Rusia 2018, pues antes solo podía hacerlo desde las tribunas. También en enero de este año se permitió el ingreso por primera vez a las mujeres saudíes a los estadios. Y aunque estos sean avances significativos, aún hay un largo camino por recorrer.
Este Mundial también nos ha dejado un testimonio de cómo conductas discriminatorias siguen siendo prevalentes. A lo largo del campeonato, fuimos testigos de episodios en los que fanáticos utilizaron cánticos homofóbicos o racistas, además de videos donde mujeres eran sometidas a chistes de mal gusto o repeticiones de frases denigrantes en idiomas que no conocen. Debido a esto, la FIFA se pronunció clara y contundentemente: los responsables que lograron ser identificados fueron sancionados con la cancelación de sus identificaciones oficiales y, consecuentemente, el veto de entrar a los partidos.
Parte del compromiso de hacer del fútbol un espacio inclusivo e igualitario supone sancionar manifestaciones de discriminación por origen, género u orientación sexual. Precisamente, este es el gran poder del fútbol. Aunque, en ocasiones, los cambios ocurren de forma más concreta dentro de las canchas que fuera de ellas.