Patricia Castro Obando

Decía Sun Tzu que “la guerra es un asunto de vital importancia para el Estado; es territorio de vida y muerte, camino de la supervivencia o la extinción. Se requiere estudiarla profundamente”. Por si esto no quedaba claro, también decía que en la guerra “triunfan aquellos que saben cuándo luchar y cuándo no”. Y , a pesar de haber montado un teatro de operaciones militares, no está buscando la guerra en el Estrecho de .

Tampoco Taiwán o Estados Unidos “necesitan” una guerra, aunque este último levante sospechas. La visita de Nancy Pelosi a la isla no es solo una provocación a China continental, arrojando por la borda el principio de “Una sola China” y causando un tsunami diplomático y militar en la región, sino principalmente, un golpe potente, veloz y certero, así como los de kungfú, al gobierno de Xi Jinping.

Pero China no es Rusia. Una guerra convencional en las aguas del Estrecho de Taiwán que tenga como resultado el control de la isla por la parte continental es poco viable en la coyuntura por la que navega la administración Xi. La escalada en la región de una crisis externa puede impactar en la estabilidad interna, y esto sí es una prioridad para China.

De cara al país, el Partido Comunista de China, con 73 años en el poder de la República Popular China, enfrenta a tres fantasmas que lo merodean: la corrupción, la inflación y la inestabilidad. El fantasma de la corrupción ha sido tan fiero que, apenas asumió el cargo, el presidente Xi Jinping lanzó una campaña interna para “cazar tigres en lugar de moscas”. Hasta el momento, más de cuatro millones de funcionarios chinos están detenidos.

Aunque la estrategia ‘Covid Cero Dinámico’ ha cumplido con proteger a la población china, también ha golpeado distintos sectores de la economía y el comercio. Se asoma el fantasma de la inflación con la crisis inmobiliaria (caso de Evergrande), la crisis bancaria (estafas de los bancos de Henan), además de otra crisis crediticia por los préstamos otorgados en el marco de la Nueva Ruta de la Seda que por la pandemia no están siendo pagados. El fantasma de la inestabilidad social puede causar un daño real.

De cara a la comunidad internacional, la postura de China es firme, asertiva, pero históricamente no bélica. De la llamada doctrina “Esconder la fuerza, aguardar el momento” de Deng Xiaoping, hasta el “Ascenso y desarrollo pacífico” de Hu Jintao, China ha adoptado una estrategia panda. Xi Jinping inauguró la política “Nuevo modelo de relaciones entre potencias”, una estrategia dragón, pero sin fuego, como lo imagina Occidente, con el objetivo de redefinir sus vínculos políticos con EE.UU.

Para China, la construcción de este modelo implicaba “acciones de no enfrentamiento, respeto igual entre las partes y cooperación de beneficio mutuo” para que “las potencias” coordinen “cooperación bilateral, regional y global”. Un punto no negociable para China sigue siendo Taiwán y Tíbet. Estados Unidos reconoce el principio “Una sola China”, pero no lo respalda, como ha quedado evidenciado con el estallido de esta crisis.

Estados Unidos cruzó esta línea roja, y ahora China ha cruzado la línea media en el Estrecho de Taiwán que separa a Beijing y Taipéi, y ha realizado incursiones en la zona de identificación de defensa aérea (ADIZ) durante sus maniobras militares que rodean la isla. Se espera que después de haber adoptado estas y otras medidas disuasivas contra Taiwán y Estados Unidos, las aguas vuelvan a su nivel también para China.

Ninguna de las tres administraciones está preparada para una guerra, aunque la paz podría tener esta vez un precio más alto. Por ahora, lo más urgente para Xi Jinping, que lleva una década en el poder, es el Congreso del Partido Comunista de China programado para octubre en Beijing. Este cónclave político que se realiza cada cinco años reconfigura los cuadros del liderazgo chino. Es altamente probable que este congreso apruebe la continuidad de Xi.

El presente y futuro de China están enmarcados en tres centenarios clave: Centenario del Partido Comunista de China (2021), Centenario del Ejército Popular de Liberación (2027) y Centenario de la República Popular China (2049). Cada uno es un hito destacado para mostrar los éxitos del partido en la conducción del país. La reunificación “pacífica y completa” con Taiwán es una promesa de Xi Jinping que la asume como una deuda histórica del partido con su población.

A pesar del creciente nacionalismo popular, bandera que ha levantado el máximo líder chino y que podría redefinir la política exterior de este país tras la reunión partidaria de octubre, todos los caminos señalados en sus planes quinquenales, sus hitos enmarcados, sus programas e iniciativas con el exterior, marchan hacia la consolidación de China como potencia mundial. No hay crisis o guerra que la desvíe. Pues así como recomendaba Sun Tzu sobre la importancia de “escoger bien las batallas”, también advertía que “la guerra es el arte del engaño”.

Patricia Castro Obando es Doctora en Antropología con especialidad en China

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