Fernando  Bravo Alarcón

En contraste con los desastres en España, a raíz de mortales lluvias caídas en octubre, la ausencia de precipitaciones continúa golpeando algunas regiones del Perú. Los casos más expresivos son los de Piura, cuya crisis hídrica ha motivado una declaración de emergencia, y del altiplano puneño, donde el descenso del nivel del lago Titicaca es altamente preocupante. Previamente, una temporada de vaciante amazónica provocó una chocante disminución del caudal de los ríos Marañón, Huallaga, Ucayali y, claro, del Amazonas. Prácticamente las tres hoyas hidrográficas del país han estado o están enfrentando meses de estiaje de gran impacto en la producción económica, las actividades comerciales, la salud pública y la conectividad de sus poblaciones.

Las imágenes que documentan el panorama de las tres cuencas grafican gigantescos bancos de arena, embarcaciones encalladas, lechos lacustres agrietados, charcos sin oxígeno, reservorios semivacíos y yermos campos agrícolas. Todo ello, en espacios donde antes reposaban o fluían cuerpos de agua alimentados por copiosas precipitaciones.

Pero, al margen de lo visualmente impresionante, también están los impactos en la población y en los servicios ecosistémicos de los que esta se beneficia. En los espacios amazónicos, junto al riesgo de desabastecimiento de alimentos, agua potable y combustible, se produjeron accidentes fluviales y naufragios. En la meseta altiplánica, la fuerte radiación, la degradación de zonas de cultivo y la persistente sequía están dando pie a forzosos procesos migratorios, consecuencia ya advertida en otros lugares del mundo por causa de la crisis climática actual. En muchos distritos de Piura, siempre afectados por los fenómenos de El Niño, el servicio de agua está restringido, cunde el descontento de la población y los agricultores ya decretaron un paro agrario, mientras el colmatado reservorio de Poechos sigue reduciendo su capacidad de almacenamiento impunemente.

Es cierto que las sequías y las temporadas de estiaje no se pueden predecir con los actuales modelos climáticos, pese a que son eventos conocidos en todas las regiones del país. Pero el punto no es su ocurrencia, sino su intensidad, frecuencia y duración, a lo que se suma la elevación de las temperaturas, complicando la situación para el Perú, altamente vulnerable a El Niño y al cambio ambiental global.

Un informe de las Naciones Unidas del 2022 señala que el número y la duración de las sequías a escala mundial ha aumentado un 29% desde el año 2000, teniendo como referencia las dos últimas décadas del siglo XX. Si esto es así, es imperativo interiorizar colectivamente que la ausencia de lluvias y los cambios del régimen pluvial serán parte cotidiana del clima en el país. Un intento del Estado para responder a estas amenazas ha sido el documento “Estrategia nacional de lucha contra la desertificación y la sequía en el Perú 2016-2030″. Como suele ocurrir, dicha iniciativa demuestra que a escala, digamos, teórica hay ideas y propuestas a tono con aquellas esbozadas por los organismos especializados y la experiencia internacional. Los problemas vienen cuando los gobiernos regionales no se comprometen y las autoridades centrales no dan importancia al asunto, o no saben cómo procesar, por ejemplo, la conflictividad social y el impacto económico que suele traer la escasez de lluvias. Pareciera que, más allá de las declaraciones de emergencia, no se sabe qué más hacer.

La brecha de infraestructura del país no solo es de puentes, escuelas o carreteras; también lo es de reservorios, sistemas de riego, plantas desalinizadoras y tecnologías avanzadas para el uso del agua. ¿Lluvias artificiales? Habría que evaluar científicamente la viabilidad de este u otros métodos alternativos. Que el déficit hídrico no nos coja sin un reservorio bajo el brazo.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Fernando Bravo Alarcón es sociólogo de la PUCP

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