¿Es correcto que el Estado obligue a los ciudadanos a portar su carné de vacunación para acceder a lugares públicos? El médico epidemiólogo Percy Mayta-Tristán y el abogado Alfredo Bullard tratan de responder a estas preguntas en el marco de la tercera ola del COVID-19 en el Perú. (Ilustración: Giovanni Tazza)
¿Es correcto que el Estado obligue a los ciudadanos a portar su carné de vacunación para acceder a lugares públicos? El médico epidemiólogo Percy Mayta-Tristán y el abogado Alfredo Bullard tratan de responder a estas preguntas en el marco de la tercera ola del COVID-19 en el Perú. (Ilustración: Giovanni Tazza)
Percy Mayta-Tristán

Estamos en una tercera ola del con la variante , que tiene mayor transmisión y puede infectar a vacunados más que las variantes previas (lambda, gamma y delta). La efectividad de las contra la infección ha disminuido por ómicron, pero se mantiene alta contra la posibilidad de desarrollar una enfermedad grave y, por consiguiente, de morir. En este contexto, varios podrían preguntarse: si ómicron puede infectar a vacunados, ¿por qué se requiere el carné de vacunación para ingresar a espacios cerrados?

El carné de vacunación busca hacer segura la interacción social en espacios cerrados y donde se los solicite, pues las personas vacunadas tienen menor probabilidad de infectarse y, en caso de hacerlo, su curso será más leve. Asimismo, su capacidad para infectar a otros es menor, tanto por el volumen de virus que expulsan, así como por la duración. Adicionalmente, dado que todavía no se puede obligar en el Perú a vacunarse –como en algunos países de Europa–, el carné de vacunación conlleva a que aquellos que aún no lo han hecho vayan a vacunarse.

En nuestra primera ola, cuando no había vacunas, se contagió en Lima el 25% de la población. Aún tenemos en el Perú a cerca del 20% de la población objetivo sin sus dos dosis de la vacuna, que constituyen el grupo vulnerable para desarrollar una enfermedad grave que requiera hospitalización o una cama UCI, por lo que existe el riesgo de saturación del sistema de salud. Si bien hay estudios que han demostrado que ómicron puede tener menor afectación pulmonar que delta, este curso benévolo ocurre en personas vacunadas. En el Perú tenemos datos contundentes: el 90% de fallecidos el semestre pasado fueron no vacunados y el 90% de camas ocupadas actualmente en la Villa Panamericana corresponden a no vacunados.

Por otro lado, las restricciones a las libertades de tránsito y de aforo de locales podrían no ser tan estrictas de contar con un mayor porcentaje de población vacunada o si la exigencia del carné de vacunación para el ingreso a estos locales se cumple de verdad. Para ello, es necesario que los gobiernos locales realicen una supervisión, pues esta es su responsabilidad y no la del Gobierno Central.

No queremos volver a cuarentenas totales como la de febrero del 2021. No es justo limitar a casi el 80% de la población que sí ha cumplido con vacunarse. Las limitaciones, a través del carné de vacunación, deben ser para aquellos que han decidido no vacunarse, no solo porque pueden contagiar más, sino sobre todo porque son quienes tienen más riesgo de desarrollar una enfermedad grave, de saturar el sistema sanitario y, por consiguiente, de llevarnos a cuarentenas más estrictas que afectarán a la salud mental y a la economía de todos. Las vacunas salvan vidas y harán que esta ola no sea como los tsunamis previos. Pero para regresar a una época prepandémica requerimos que más peruanos se vacunen.