Antes de subirme al avión en el que viajaré durante 15 horas para retornar al Perú desde Australia, veo a lo lejos, entre los pasadizos del aeropuerto, una tienda de revistas y periódicos. En sus portadas, resalta la viveza de los colores rojo, blanco y amarillo. Me acerco a contemplarlas porque presumo de qué se trata. Los colores corresponden a las camisetas de las jugadoras de España, Inglaterra, Suecia y Australia, finalistas y semifinalistas, celebrando y desbordando felicidad. Aquella que solo el fútbol es capaz de dar. España se hizo campeona al ganarle a Inglaterra por 1-0 con gol de Olga Carmona y es noticia internacional. Hemos visto el mejor Mundial de la historia del fútbol femenino. El Mundial de los récords: Australia-Nueva Zelanda 2023. O eso estábamos pensando.
Antes del partido de la final que reuniría a 75.784 espectadores en el Stadium Australia, en Sidney, me encontré entre la multitud de los exteriores del estadio a algunos peruanos con sus camisetas bicolores. Estamos en todas partes. Unos cuantos viven en Oceanía y otros cruzaron todo el Océano Pacífico para ver fútbol femenino. La emoción por ver la final de esta Copa del Mundo nos atravesaba a todos mientras nos reíamos y acusábamos de locos futboleros por estar ahí.
El certamen ha marcado hitos históricos. Generó el segundo mayor ingreso económico en toda la historia de los eventos deportivos con un total de US$570 millones, solo por detrás de la Copa Mundial masculina. Asimismo, dos millones de personas acudieron a los estadios, superando la cifra de asistencia de poco más de un millón de espectadores del Mundial de Francia 2019, donde solo 10 partidos estuvieron por encima de los 25 mil asistentes. En el de Australia y Nueva Zelanda, más de 30 encuentros superaron esa marca. Por otro lado, en los últimos 24 años de partidos de fútbol femenino no se había registrado la marca de más de 75 mil hinchas en un solo juego: un número que se logró en la final, la semifinal y el partido por el tercer y cuarto lugar, así como en el partido debut de Australia ante Irlanda. Además, a los Fan Festival de la FIFA acudieron más de medio millón de personas para ver los partidos en pantalla gigante y disfrutar de la experiencia.
Al arranque del partido de la final, España deslumbró fútbol en un nivel de intensidad y frontalidad que poco se les vio durante el torneo. Esta vez la acompañaba una estrella. Dos días antes, el padre de Olga Carmona había fallecido. Pero no se lo dijeron a la futbolista para no desenfocarla. Y cuando ella misma metió el gol, lo dedicó al cielo sin saber que su padre recibía el tanto de la gloria del alzamiento de la Copa.
España se convertía en el primer país en toda la historia en tener los tres mundiales del fútbol femenino de forma consecutiva (mayor, Sub 20 y Sub 17). Picapica dorada volaba por los cielos mientras las jugadoras corrían, lloraban y gritaban dichosas ante los ojos del mundo. Infantino les entregó la Copa, Salma Paralluelo fue condecorada como la mejor futbolista joven del torneo y Aitana Bonmatí se hizo acreedora al título de la mejor jugadora del mundo.
El problema llegó después. Mientras la euforia rebasaba en el estrado de premiación perfectamente colocado en el terreno de juego, Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, desvirtuó el momento más feliz del fútbol femenino español. Desvió la atención de los números e hitos del Mundial más importante de la historia para que nos centráramos en él. Se tocó los genitales en las tribunas mientras celebraba de forma desquiciada y, posterior a ello, besó a Jenni Hermoso sin su consentimiento en la entrega de medallas y lo hizo frente a las cámaras en vivo y en directo.
En España, el tema ha caído muy mal. Incluso, se ha pronunciado el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, pidiendo una sanción. La FIFA ha iniciado un proceso disciplinario. Rubiales ha grabado un video de disculpas que solo agrava los hechos y ha intentado persuadir al entorno de la jugadora para que declare junto a él en el video. Sin embargo, Hermoso ha comunicado su malestar a través del sindicato de jugadoras Futpro y su agencia de representación, que pedirán sanciones ejemplares. La prensa española ha informado que Rubiales dimitirá de su cargo. Sin embargo, Rubiales ha vuelto a hablar. Se ha plantado en conferencia para dar un mensaje de paternalismo y machismo diciendo mentiras que luego el cuestionado Jorge Vilda, entrenador de la selección, ha aplaudido de pie.
En contra del presidente se manifestaron de inmediato gran parte de las jugadoras de la selección española. Asimismo, también lo hicieron grandes figuras como Alex Morgan y Megan Rapinoe.
El mejor Mundial de la historia resiste hoy a un nuevo antagonista que ha opacado sus resultados y que nos dice que el fútbol femenino es una continua lucha por los derechos de las mujeres y que lo seguirá siendo.