"Reduzcamos nuestros niveles de canibalismo político porque al final como lo vimos en estos últimos años no le conviene a nadie".(Ilustración: Giovanni Tazza).
"Reduzcamos nuestros niveles de canibalismo político porque al final como lo vimos en estos últimos años no le conviene a nadie".(Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Gustavo Pastor

Hace décadas que el país vive en cada elección una andanada de ataques de todo calibre. Esta nefasta costumbre de destruir candidaturas se fue consolidando desde el gobierno de , cuando este régimen utilizó todos los medios a su alcance para mantenerse en el poder. Así, en las elecciones del 2000, , , , entre otros, sufrieron una implacable campaña de destrucción de su imagen pública.

El gobierno de Alberto Fujimori también nos heredó una grave crisis de . Esta crisis se volvió permanente en gran parte porque nuestras elites políticas no estuvieron a la altura de las circunstancias, pero también, entre otras razones, por esta pésima costumbre de destrucción de los rivales políticos. No es un secreto entonces que debemos fortalecer nuestros partidos. Sin embargo, esto se vuelve casi imposible si los escasos políticos decentes que tenemos también tienen su reputación destrozada.

No podemos negar que estas campañas destructivas existen también en otras democracias contemporáneas, pues esto tiene igualmente que ver con un proceso de polarización política global. Sin embargo, en pocos países del mundo se filtran audios privados de dudosa procedencia o se contratan conductores de televisión para destruir la candidatura de tal o cual adversario político. Tampoco las autoridades electorales tachan a candidatos de partidos políticos reconocidos por el Estado porque se llenó mal un documento o no se declaró alguna propiedad. En este sentido, todos recordamos las infames portadas de los diarios chicha del fujimorismo, el programa “El francotirador” de Jaime Baily, los ‘potoaudios’ filtrados durante la campaña municipal de , o la exclusión de en la última campaña presidencial, entre muchos otros ejemplos.

Vemos sin sorpresa que esta nueva campaña presidencial comienza a mostrar más de lo mismo. Se intenta tachar a diversos candidatos por errores administrativos, algunos medios de comunicación claramente toman partido por ciertas tendencias políticas, se multiplican los ataques de todo calibre en las redes, y eso que la contienda electoral recién comienza. Por cierto, nadie sugiere que los órganos electorales no hagan su trabajo, ni que los medios de comunicación no investiguen implacablemente a los candidatos que pretenden gobernarnos, o que los partidos no busquen ganar las elecciones, pero sí que muestren mucha responsabilidad para mantener el espíritu democrático que siempre debe primar en nuestros procesos electorales. Debemos tener en mente aquella advertencia de los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt sobre que “no todo vale en democracia”. Las instituciones públicas deben mostrarse neutrales, los políticos deben saber mantener una buena convivencia entre candidatos y la sociedad civil debe velar por el respeto de las reglas no escritas de nuestra democracia. Estos son requisitos fundamentales para que este régimen político sobreviva permitiendo que los electores puedan elegir libremente a quienes consideren los mejores. No debemos revivir en cada elección una guerra de todos contra todos en la que se destruye sin piedad la imagen pública de los principales candidatos y partidos, reforzando así la impresión de tener que elegir entre pésimas opciones.

Después de todo, lo que más debe importarnos en estas elecciones a los peruanos es que se estabilice nuestro sistema político. Que se acabe esta confrontación permanente entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, que termina con casi ninguno de los que fueron elegidos para esos puestos en el 2016. El futuro del país y nuestra democracia en tiempos de COVID-19 dependen de la responsabilidad y madurez de todos (y no solo de los políticos y electores). Reduzcamos nuestros niveles de canibalismo político porque al final como lo vimos en estos últimos años no le conviene a nadie.

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