“El arte de lo posible”, decía Otto von Bismarck, no de lo concreto o la evidencia.
Guido Bellido, en su solicitud de voto de confianza ante el Congreso, fulminaba su discurso con unos gruesos compromisos morales, suficientes para agitar a su base.
“Merecemos un país”, decía Bellido, “en el que Paco Yunque no deba guardar un silencio impotente, una rabia silenciosa y resignada […]. Donde los Humberto Grieves reciban ejemplar sanción y donde sus burlas y ofensas no sean toleradas jamás, por nada ni nadie”. Mientras a unos la retórica les retorcía el estómago, a otros les corrían las lágrimas. No era para menos, por eso votaron por Pedro Castillo.
Hacía tiempo que no escuchábamos un discurso así, pero es innegable que este estilo regresó. Unos podrían llamarlo populista, pero se equivocarían: fue política pura.
Luego de los ‘balconazos’ de Alan García y las dificultades de Alberto Fujimori, muchos salieron del Perú. Juntos, los que regresaron al Estado y los que se quedaron en el sector privado, propusieron en el Acuerdo Nacional del 2004 que la política debía tener resultados concretos y estar basada en la evidencia. Desde entonces, en el mundo reinado por viejos políticos, los jóvenes técnicos pasaban a ser reyes… Hasta hoy.
La derecha no invirtió en sus cuadros. Sin embargo, la izquierda nunca se olvidó de hacerlo. Por su parte, los empresarios no participaron en política y los técnicos se quedaron técnicos. Algunos pasaron a ser empresarios. Los jóvenes tomaron el centro y, sin una opción sensata en la derecha, se fueron al centro-izquierda. El centro-derecha quedó atomizado. La extrema derecha creció con la resonancia de las redes sociales, pero, junto con la desigualdad, también ayudaron a resucitar a la izquierda extrema.
Esta última, a diferencia de los demás, nunca olvidó que la política no es técnica, sino que, como decía Martin Luther King, primero que todo está el reconocimiento del dolor y la promesa de un compromiso moral de la sociedad por enfrentarlo.
Hoy, recordamos que antes del cómo y del qué, está el por qué. Mientras en el debate público la izquierda combate con política, la derecha lo hace con políticas públicas. En esa disputa, el discurso moral siempre le ganará a las regresiones. Como están las cosas hoy, la derecha le hace un favor a Castillo.
La verdad es que la era de los reyes técnicos se acabó en el Perú. Ahora, el escenario central le pertenece a los políticos, donde la derecha no está bien representada.
Hoy, los puntos en el marcador los pone la izquierda. La centro-derecha está diluida, la derecha extrema tiene poca credibilidad y sigue cometiendo los errores que llevaron a Castillo a la presidencia, y ninguna tiene políticos con gravedad suficiente para liderar la batalla. Si la derecha no hace política en coalición, nos espera un quinquenio peor que el pasado; posiblemente más largo.
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