"Mientras el JNE realiza varios debates entre los candidatos a Lima, trasmitidos en ‘primetime’ por la señal nacional de TV Perú; en regiones los debates son insumos raquíticos para la opinión pública". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Mientras el JNE realiza varios debates entre los candidatos a Lima, trasmitidos en ‘primetime’ por la señal nacional de TV Perú; en regiones los debates son insumos raquíticos para la opinión pública". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Gonzalo Banda

Cuando cosechó una significativa votación en el sur del Perú, consiguiendo dos congresistas en Arequipa, dos en Puno, y uno en cada una del resto de regiones del sur como Moquegua, Cusco, Tacna y Madre de Dios, comprendimos que la apuesta del impulsor de la fallida vacancia presidencial, , de postular por el partido que arropaba al movimiento etnocacerista de Antauro Humala, no había sido un disparate.

El triunfo de UPP en el sur estaba garantizado por un leal electorado de esta región que apuesta por ofertas políticas antisistema. Alarcón no tuvo una presencia activa en medios durante la campaña. Se le veía en los mítines de UPP y recorriendo la periferia de Arequipa. Con eso le bastó para ser el candidato más votado en esta región. Un amigo periodista me contó que le parecía inaudito que sólo un colega suyo haya estado cubriendo la inauguración multitudinaria del local de campaña de UPP en el Cono Norte de Arequipa donde acudieron más de cinco mil personas. ¿Cómo se hace para que un fenómeno de esta magnitud sea ignorado?

En el sur, la política tiene como protagonistas a persistentes políticos, como me diría Paulo Vilca. Las elecciones son maratones, no carreras de velocistas. Pero entre los persistentes, se cuelan los villanos discretos. Extraviados para la opinión pública nacional, ganan su postulación gracias a redes que infiltran para acomodarse hábilmente en partidos políticos.

Alarcón no es un confeso del etnocacerismo, pero se ha beneficiado de su disciplinada organización, su prédica radical y su discurso enconado contra la clase política tradicional. Que no hubiera propaganda televisiva ni radial, permitió que la campaña fuera directa. Y en una campaña directa, el etnocacerismo es casi invencible gracias a su perifoneo e insistencia militante. Alarcón aprovechó esta maquinaria y salió electo.

Cuando inicia una campaña, nos concentramos en desnudar tanto a los candidatos presidenciales y al Congreso por Lima que postergamos la política regional. Olvidamos que los actores políticos más gravitantes de los últimos años provienen de campañas regionales: Vizcarra, Alarcón y Merino, la triada de la vacancia, hicieron carrera política en Moquegua, Arequipa y Tumbes, respectivamente. Son muy raras las exposiciones mediáticas de los candidatos regionales. Salvo las incursiones exotistas de algunos especialistas, la contienda política en regiones permite que los villanos discretos crezcan y se abran paso en tierras donde la opinión pública nacional no los alcanza.

Ahí no llegan las encuestas con registro del JNE, porque los medios no tienen dinero para pagarlas. Corren los sondeos de opinión falsos que se viralizan con ejércitos de trolles manejados por personajillos corruptos. Es el reino de las primeras planas de pasquines mercenarios y de radios que se convierten en trampolines a la fama de candidatos vinculados al narcotráfico, la minería ilegal o las invasiones de terrenos. En ese mundo de infamia, los villanos discretos de la política regional se sienten cómodos.

Mientras el JNE realiza varios debates entre los candidatos a Lima, trasmitidos en ‘primetime’ por la señal nacional de TV Perú; en regiones los debates son insumos raquíticos para la opinión pública. Llegamos al absurdo de que un poblador de Coporaque en Caylloma puede ver las vanguardistas propuestas de un candidato sanisidrino para regular el uso de las ciclovías, mientras que apenas conoce el nombre de sus candidatos. En regiones nos debemos de conformar con debates en combo, trasmitidos por televisoras de poca audiencia en una sola fecha. ¿No deberíamos gastar presupuesto en estudios de opinión locales, organizar y trasmitir numerosos debates provinciales y desplazar equipos de investigación periodística descentralizados?

Vargas Llosa le hace decir a Felícito Yanaqué en “El Héroe Discreto” –con un aire a lo Edmund Burke, mientras se negaba a pagar una extorsión en Piura–: “(…)yo creo que a los bandidos y ladrones como ustedes las personas honradas, trabajadoras y decentes no debemos tenerles miedo, sino enfrentarlos con determinación hasta mandarlos a la cárcel, donde merecen estar”. Hay mucho miedo a los villanos discretos en las regiones, pero también muchas ganas de enfrentarlos con arrojo. Son más los héroes discretos como Felícito, que lo único que necesitan es que la opinión pública nacional exponga las fechorías de los villanos. Tal vez eso no baste para vencerlos, pero al menos los empezará a debilitar.

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