El Niño costero y la pobreza que deja a su paso, por M. Rubio
El Niño costero y la pobreza que deja a su paso, por M. Rubio
Mónica Rubio

Un riesgo que como país afrontamos ante los estragos del Niño costero es el retroceso en la lucha contra la pobreza y la desigualdad. La tarea es evitar que un desastre natural se vuelva una catástrofe individual, o de hogares y comunidades enteras. En este contexto, optimizar la respuesta a las emergencias desde la perspectiva de la política social es un tema vital, y que corresponde al Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) emprender de modo inmediato. 

Lejos de plantear una crítica, se trata de sumarnos al espíritu de ser todos una sola fuerza, identificando una ruta de acción desde lo social, para responder a quienes más lo requieren.

Es hora de vincular la respuesta a la emergencia con los mecanismos existentes de protección social en el Perú. Esto no es una novedad mundial o regional, y no debe serlo en nuestro país. Utilizar al máximo las herramientas sociales con las que contamos para diagnosticar y gestionar una emergencia de la dimensión de la actual es un paso natural para lograr una respuesta apropiada a la magnitud del daño, rápida, sostenible y eficiente. 

En esa dirección, estas son acciones que podrían implementarse:

1. Un padrón de hogares afectados para la gestión eficiente de la emergencia. Es de importancia crítica conocer el alcance de los daños sociales generados. El registro rápido –y ojalá en línea– de la población permite tener datos sobre afectación de personas, familias y comunidades, viviendas o posesiones; y vulnerabilidades específicas que requieran atención inmediata. La tecnología juega un rol: hoy es posible levantar información con medios digitales, georreferenciar hogares afectados, y capturar imágenes de respaldo. Es posible cruzar esa información con registros civiles, de focalización o de usuarios de programas sociales. ¿Qué nos permite esto? Definir los apoyos y el acompañamiento que se brindarán a las personas afectadas. Hoy el Midis cuenta con esa base tecnológica y trabaja ya con municipios para el empadronamiento de la población en el contexto de su sistema de focalización. ¿Ejemplos? La Ficha Básica de Emergencia, en Chile.

2. Mapas para la decisión y acción multisectorial. El cruce de la información de hogares con el registro civil y de usuarios de programas, superpuesto con reportes de daño de infraestructura y de disponibilidad de asistencia, deben ser la base de mapas de información y acción de todos los sectores en la reconstrucción nacional. 

3. Instrumentos y programas sociales adaptados a la emergencia y recuperación. Aquí está todo por hacer. Los programas sociales deben apuntar a aumentar la resiliencia de los hogares, o su capacidad de adaptación y recuperación. Programas de transferencia como Juntos o Pensión 65 podrían aumentar el monto de la transferencia en zonas afectadas, o aumentar su población objetivo, de modo temporal. En otros países se activan programas de empleos públicos que permiten reconstruir localmente y asegurar un ingreso a quienes han visto afectados sus medios de vida. Tenemos un programa de alimentación escolar de alcance nacional, cuya prestación bien podría reforzarse en zonas afectadas o allí donde exista amenaza de inseguridad alimentaria. Y un programa como Foncodes, cuyos núcleos ejecutores permiten celeridad en la construcción de infraestructura local. El Midis aloja hoy a estos programas, pero no es el único sector que precisa adaptar lo existente como plataforma para hacer frente a la emergencia. 

4. Busquemos socios. Los hay en muchas agencias de cooperación internacional, notablemente en el Programa Mundial de Alimentos o Unicef. Detrás de marcos de acción internacional, como el de Sendai para la reducción del riesgo de desastres, existe conocimiento conceptual y de experiencias que hoy necesitamos. 

Al actual esfuerzo humanitario, sumemos el de reconstruir vidas con todas las herramientas a nuestra disposición.