Enrique Castellanos

Hace unos días, la noticia del cierre del de California y otros dos bancos menores nos hizo recordar la crisis bancaria de los ‘subprime’ en el 2008 y el 2009. A lo anterior, se le sumó el descalabro en los precios de las acciones del , el segundo banco suizo, y el de San Francisco, el banco número 14 también por tamaño de activos. En un mundo tan convulsionado como el actual, es de esperar que este tipo de eventos nos traiga a la mente la imagen de los jinetes del apocalipsis; sin embargo, no creo que las cosas sean tan malas como parecen.

En primer lugar, ninguna crisis es igual a la anterior y esta sería demasiado similar a la . Dicen que un mismo perro no muerde dos veces. De la misma manera, los reguladores ya aprendieron de la última crisis y saben cómo contener el pánico financiero. Dos ejemplos de ello son el préstamo (o, si prefieren, rescate) de casi de parte del Banco Nacional Suizo (el banco central del país alpino) al Credit Suisse y el anuncio de garantizar los depósitos de los ahorristas y proveer de liquidez al sistema financiero brindado por la Reserva Federal de los Estados Unidos. Más aún, en un acto inesperado, los principales bancos estadounidenses (JP Morgan, Citibank y Bank of America, entre otros) se han unido, han adelantado a sus reguladores y han depositado unos en el First Republic; mientras que el UBS (el banco más grande de Suiza) ha anunciado , el Credit Suisse. Todo lo anterior, siempre con el objetivo común de contener la crisis y preservar la confianza del público en el sistema bancario.

Existen más de cinco mil bancos en Estados Unidos y otros tantos más en la zona europea. Que tres o más bancos entren en problemas puede ser visto como algo normal y hasta saludable en una economía de mercado en constante evolución. Así como sucede con cualquier empresa, un banco que no tiene una buena estrategia comercial o un manejo de riesgos prudentes (como parece haber sido el caso del Silicon Valley Bank) está expuesto a quebrar en un mundo tan cambiante. Desafortunadamente, los bancos, al manejar depósitos de empresas y público en general, hacen mucho más ruido que una empresa cualquiera al caer.

¿Y cómo afecta esta nueva crisis al Perú? Existen varios canales de transmisión; sin embargo, ninguno será tan directo como para hacer tambalear al sistema bancario local. Los fondos en nuestras AFP seguirán bajando, la inversión extranjera directa seguirá deprimida, la demanda por nuestras exportaciones también podría sufrir y nuestro PBI se resentirá, pero al final, creo que todos sobreviviremos para contarlo, pues no preveo que esto escale demasiado.

Hace unos días, el inefable presidente colombiano Gustavo Petro recomendaba a los fondos de pensiones de su país salir de Estados Unidos y Europa, y a Colombia. Me queda la duda de si lo dice por ignorante o demagogo (o ambas cosas). Porque la recomendación de Petro equivale a ir volando en un avión, ver que la cabina de primera clase se está incendiando y moverse al fondo del avión para intentar salvarse. Si el sistema bancario estadounidense y europeo cayesen de verdad, créanme que –de la misma forma que si empieza una guerra nuclear– no habría hacia dónde correr.

Enrique Castellanos es profesor de la Facultad de Economía en la Universidad del Pacífico