Gracias a una muy buena gestión del gobierno de transición, contamos ahora con un importante volumen de vacunas en el país y otro por llegar. Solo en julio duplicamos todas las vacunas que habíamos recibido en los meses anteriores y en el mes de agosto se espera un lote parecido.
No olvidemos que a finales de diciembre no teníamos confirmada absolutamente ninguna vacuna, y el gobierno saliente se puso como prioridad la negociación con varios laboratorios, consiguiendo muy buenos resultados.
Sin embargo, como he mencionado en varias entrevistas a propósito del apoyo del sector privado con el servicio logístico del primer millón de vacunas de Sinopharm que trajimos desde China, se viene ahora lo más difícil. Es decir, el proceso de distribución y aplicación de las vacunas: seleccionar la población objetivo, implementar centros de vacunación y todo lo relacionado con el proceso de vacunación, que más que un tema médico, es un tema logístico. Y como reto logístico, el sector privado puede colaborar muchísimo más de lo que lo ha estado haciendo.
Para comenzar, toda gestión ante un desastre o un gran riesgo necesita de la implementación de un centro de comando y control, que concentre toda la información de multitud de fuentes y que permita a las autoridades la toma de decisiones rápidas y efectivas. Esto es algo fundamental para poder hacer frente a innumerables decisiones que se deben tomar en el acto en todo el país.
La ayuda de sistemas de información georeferenciados, que sumen fuentes privadas y públicas para poder planificar mejor las acciones, resulta conveniente y, nuevamente, le permite a las autoridades tomar mejores y más rápidas decisiones.
Los números a los que estamos llegando a través de las Vacunatones deberían ser los números a los que llegamos todos los días si es que queremos cumplir con vacunar a todos los peruanos mayores de 12 años antes de fin de año, tal como se ha propuesto el Estado.
Para lograrlo es básico acercar la vacuna a la población, ampliar los centros de vacunación. Tenemos todavía mucho que avanzar en ese sentido, y esto se podría lograr usando las cadenas de farmacias privadas, los colegios y universidades, así como los centros comerciales e incluso, las distintas empresas, como centros de vacunación comunitarios en las zonas más alejadas del país.
Es evidente que hemos avanzado, pero también que todavía tenemos mucho por hacer para ofrecer más opciones a nuestra gente para que la vacuna esté más a su alcance.
Por último, hay otro tema importante que afrontar: un grueso porcentaje de nuestra población que no desea vacunarse por diversas razones, pero principalmente por falta de información o desinformación. Aquí es fundamental la implementación de una campaña de comunicación potente y, por qué no, campañas de incentivos.
Otros países ya están implementando campañas de este tipo, con opciones que van desde six packs de cerveza o donuts gratis, pasando por bolsas de alimentos y hasta pagos en efectivo o sorteos atractivos con premios aspiracionales. Otro incentivo, negativo pero efectivo, también podría ser restringir algunas actividades a las personas que no se han vacunado: que no puedan realizar un trámite, tomar transporte público o asistir a un espectáculo o a un estadio. No olvidemos que mientras la gran mayoría no esté inmunizada contra el COVID-19, seguirán apareciendo variantes y será cada vez más complejo volver a una vida lo más cercana a lo que teníamos en el 2019.
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