Convierte en hábito revisar la información nutricional de los alimentos empacados, enlatados y congelados. Al hacerlo podrás seleccionar mejor los alimentos que comes. (Foto: Shutterstock)
Convierte en hábito revisar la información nutricional de los alimentos empacados, enlatados y congelados. Al hacerlo podrás seleccionar mejor los alimentos que comes. (Foto: Shutterstock)
Juan José García Chau

Según los datos más recientes del INEI, el 35% de la población peruana tiene sobrepeso y el 18% sufre de obesidad. En consecuencia, es natural pensar que algo anda mal con nuestros hábitos alimenticios, los productos que consumimos y hasta nuestra gastronomía; creándose así una necesidad pública para que el Estado intervenga y solucione este problema.

Es este contexto, en el 2013 se aprobó la y, a mediados del mes pasado, fue publicado su reglamento. No obstante, si bien esta norma y su reglamento pueden tener un objetivo apropiado, su rigurosidad técnica deja mucho que desear.

El reglamento ha tomado como referencia los parámetros nutricionales de la regulación chilena; en lugar de seguir los lineamientos del Códex Alimentarium (de la Organización Mundial de la Salud y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), el cual es un documento que recopila estándares, buenas prácticas, y guías basadas en consultas a científicos.

El problema radica en que la normativa peruana pretende utilizar un enfoque de advertencias del tipo “alto en”, en lugar de utilizar “bajo en”, como lo sugiere el Códex. Este hecho genera muchos “puntos ciegos” que no ayudan al cliente a identificar qué alimentos deberían consumirse a fin de preservar la salud. Se pretende orientar la decisión solo hacia cuáles productos deberían evitarse.

Por ejemplo, en cuanto al contenido recomendado de sodio en alimentos sólidos, existe un tramo ciego comprendido entre los 120 mg x 100g que el Códex recomienda como tope mínimo (por debajo de eso los alimentos llevarían una advertencia de “bajo en sodio”) y los 400 mg x 100g que el nuevo reglamento establece como tope máximo (los productos que tengan más que eso llevarán ahora una advertencia de “alto en sodio”). Así, las advertencias no permiten realmente que el consumidor identifique qué alimentos debería consumir a fin de cuidar su salud, pues no le indican cuándo es que un alimento tiene una cantidad apropiada de sodio.

Veamos otro caso. La granola “Fitness”, de Nestlé, contiene 86 mg de sodio por cada 100g, por lo que no recibirá la etiqueta de “alto en sodio” según la norma vigente. Al mismo tiempo, dicha concentración calificaría, según el Códex, como un producto “bajo en sodio”, lo que indicaría que es un alimento saludable. No obstante, dado el punto ciego que genera la norma actual, los consumidores no podrán detectar dicha información, generando que se pueda pasar por alto una opción saludable.

Además de estos tramos o puntos ciegos, la colocación de advertencias como las que prevé el nuevo reglamento no genera realmente los incentivos adecuados para que los productores compitan en sus respectivos mercados ofreciendo alimentos que califiquen como “saludables” –entendiendo como saludables aquellos con bajo contenido de sodio, grasas saturadas y azúcar–. Al contrario, se verán incentivados a producir alimentos que eludan la etiqueta de “alto en”, pero sin que ello signifique necesariamente que son en efecto saludables.

Mucho más sentido que esto tendría acoger mecanismos informativos en el etiquetado que orienten al consumidor a optar por alimentos saludables, en lugar de solo evitar los que puedan ser dañinos. En línea con esto, podrían hacerse tablas nutricionales obligatorias estandarizadas de los principales nutrientes, que hoy solo algunas empresas traen (como ha propuesto Contribuyentes por Respeto); u optar por un etiquetado inteligente, en el que se ponga un distintivo a aquellos productos “bajos en” (como ha propuesto la Asociación Elegir).

Reducir la desinformación de los consumidores sobre los alimentos que consumen es un objetivo loable. Por ello, para fomentar una cultura saludable, es necesario hacer algunas mejoras a la actual regulación que permitan reducir los puntos ciegos a la hora de elegir qué alimentos comprar.