El último gran terremoto ocurrido en Japón en el 2011 alcanzó una intensidad de 9,1 y produjo olas de hasta 40,5 metros en ciertas zonas del litoral japonés, ocasionando más de 15 mil muertes. Según estudios del Instituto Geofísico del Perú, el terremoto que se espera en la costa central de nuestro país, por nuestra ubicación en el cinturón de fuego del Pacífico y, sobre todo, por la energía que venimos acumulando desde el terremoto de Lima de 1746, se espera que sea de entre 8,8 y 9,2. Es decir, muy parecido al ocurrido en Japón hace 10 años. La diferencia está en que la proyección de muertos en Lima pasaría de las 200 mil personas, y esto debido a nuestras construcciones informales y a nuestra pobre preparación.
Al igual que en Japón, es la ciudadanía de a pie la única que podrá hacer frente a este desastre. Ni siquiera Japón, con sus eficientes sistemas de atención, puede apoyar inmediatamente a su población en caso de sismos de gran magnitud. Es la misma población la que tiene que hacer frente a los sismos y eso se le llama cultura de preparación.
Es imprescindible que en el Perú desarrollemos insistentemente, todo el tiempo, una cultura de preparación ante sismos. Cuando ocurra el gran terremoto en la costa central del Perú –y vaya que va a ocurrir– no va a haber fuerza armada, ni bomberos, ni policías, ni Indeci que puedan apoyar a la población en los primeros días. Vamos a estar los ciudadanos solos, y tenemos que prepararnos para enfrentar esta situación.
Por ello, desde el Frente Empresarial Hombro a Hombro, estamos comprometidos con la difusión de esa cultura de preparación hacia la población, a través de un Plan Familiar que permitirá disminuir la probabilidad de perder vidas humanas. No es nada del otro mundo, es solo cuestión de tomar conciencia de que esto puede suceder mañana y estar listos, de manera preventiva, con un protocolo de acciones sencillas, pero que pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte de las personas que más quieres en la vida, tu familia.
Sería francamente conveniente que el Ministerio de Educación, le dé prioridad a la difusión de este Plan Familiar entre los estudiantes para, a través de ellos, llegar a sus familias.
Quizá esta sea una de las medidas más efectivas que podamos ejecutar en el corto plazo para salvar vidas.
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