Nos demoramos una eternidad en ordenar los mercados populares. Con una acción oportuna y eficaz, nos hubiésemos ahorrado algunas semanas de cuarentena (recordemos que cada una nos está costando alrededor del 1% del PBI; unos S/7.600 millones). ¿Se repetirá esta historia con el transporte público, ahora que estamos levantando gradualmente el confinamiento?
Según la ONG Luz Ámbar, el 27 de mayo se realizaron pruebas rápidas en los paraderos del metro de Lima. Un 49% salió positivo para el SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19. En un día normal, el metro realiza 580 mil viajes. Ahora, ronda los 120 mil. Lo que quiere decir que unos 58 mil infectados habrían estado circulando a lo largo de toda la Línea 1. Así, no podemos descartar una imagen dantesca de grandes ventiladores móviles que esparcen el virus por toda la ciudad.
Por lo tanto, hay que hacer algo y rápido ahora, que todavía bordeamos el 20% de los viajes usuales en Lima. Tenemos que pasar de un transporte hiperfragmentado y muy informal, a un sistema integrado, formal y de mayor escala. Además, las acciones inmediatas se deben enmarcar en una visión al 2030, donde tengamos trenes de cercanías, por lo menos cinco líneas de metro y un sistema de buses alimentadores y de interconexión, junto con un servicio formalizado de taxis y una mejor infraestructura.
Pero, en el corto plazo, ¿qué hacemos para mitigar el contagio? Además de las mascarillas y el lavado de manos, lo principal es disminuir la densidad de pasajeros por metro cuadrado e incrementar la ventilación en los vehículos. Para ello, debemos perseverar en el teletrabajo (hoy alcanza al 14% de los hogares), diversificar los horarios laborales, aumentar la cantidad de buses y limitar su aforo, habilitar ciclovías, incrementar la disponibilidad de bicicletas y fomentar las caminatas.
Conforme a la Fundación Transitemos, en circunstancias normales, hay unos 20 millones de viajes motorizados por día en Lima Metropolitana. La quinta parte en vehículos particulares y el resto en transporte público. Con relación a este último, alrededor de un 10% está cubierto por el transporte moderno; es decir, por el Metropolitano, sus corredores complementarios y el metro de Lima (Línea 1).
Mientras tanto, la rama tradicional –los buses, combis, coaster y mototaxis– concentran un 59% de los desplazamientos. Finalmente, el servicio de taxis representa el 31% restante. En suma, hablamos de un sistema demasiado fragmentado, informal y compuesto por pequeños vehículos. En estos días, la demanda de viajes sigue muy baja y muchas unidades no salen a la calle. Si deseamos que los buses salgan a trabajar y su aforo sea de solo la mitad de los asientos, habría que subsidiar el 50% del pasaje durante los próximos meses.
Entonces la crisis del transporte puede convertirse en una oportunidad para su ordenamiento mediante un sistema de subsidios, como existe en todas las grandes ciudades del mundo desarrollado, que promueva la recaudación centralizada, el pasaje válido para la trasferencia de ruta y la formalización de los choferes.
*Los comentarios del autor no comprometen a la institución a la que representa.