Inés Ruiz Alvarado

Los lugares y culturas “construidas” para ser observadas, según el antropólogo Marc Augé, significan la negación del viaje y la experiencia, además de la creación de un espectáculo. Esta idea nos recuerda que la semana pasada se hizo viral un video en el que reproducían en un centro comercial de Lima, mediante una réplica idéntica, todas las carencias de una humilde casa de una comunidad de . Esta iniciativa parece ser la brillante propuesta de los creativos de una empresa de productos farmacéuticos para darle una idea al visitante o al turista de cómo los puneños deben afrontar, totalmente vulnerables, las oleadas de frío más feroces.

“La casa más fría de Lima”, implementada por una famosa marca, busca recrear la experiencia del frío que padecen los puneños, de tal manera que aquellos que recién la conocen –es decir, los limeños– realicen una donación destinada a los centros poblados más pobres de Puno. La campaña nos ha obligado a cuestionarnos sobre cómo miramos nuestra realidad y las distancias que la conforman. Asimismo, nos conmina a pensar cómo un discurso publicitario puede convertirse en un espectáculo de la .

Para esta experiencia –que, según los publicistas, tenía como fin “abrigar” a miles de puneños que durante los meses de julio y agosto padecen las heladas–, no tardaron en sumarse reconocidas figuras del espectáculo que rápidamente postearon sus vivencias en redes sociales. Indignados y en desacuerdo, los puneños expresaron su opinión a través de un video difundido por un conocido medio digital: “lucrar con la necesidad” o “no es una manera de mostrar la tragedia de nuestras comunidades campesinas”.

Hagamos un repaso. Solo en el 2021 murieron 6.160 personas por neumonía, según el Centro Nacional de Epidemiología y Prevención del Control de Enfermedades. Esta alarmante data va acompañada siempre de un devastador final para los cultivos y los animales domésticos, producto del esfuerzo y sostén de estos peruanos. Por ejemplo, a más de 4.000 metros en las alturas puneñas se encuentra el poblado de Mazocruz, uno de los más fríos donde las temperaturas llegan hasta los -21°. Allí, los pobladores no reclaman frazadas, sino “casitas calientes”, viviendas construidas con adobe. Los niños, ancianos y el ganado son los más afectados. Sería oportuno preguntarse si acaso el gasto de la campaña en la construcción de una réplica de una casa de Puno hubiese servido para aliviar directamente los padecimientos por los que tanto reclaman los puneños.

Para los destinatarios de esta campaña, las comunidades son vistas, gracias a este tipo de espectáculos, como sujetos pasivos que se oponen y hasta incluso se indignan por el apoyo empresarial detrás de la casa: “deberían estar agradecidos”, parecen señalar. Ojalá las empresas tan interesadas en el bienestar del ‘otro’ encuentren en estas necesidades el objetivo real de sus campañas. A ver si los gobiernos locales incluyen en sus agendas y cronogramas un apoyo intensivo para este golpeado sector de la población.

Por otro lado, desde el enfoque de una “experiencia turística”, se está recurriendo a la comercialización de la cultura: las poblaciones como espectáculo, la exotización de un territorio, una comunidad, una recreación de estereotipos (bailes, trajes, ambientes) creada para satisfacer la demanda. Cabe recordar que el de la pobreza existe y se viene desarrollando desde hace algún tiempo para que el turista experimente, a través de la visita a los barrios y centros marginales, la vida de los lugareños. Ocurre en India, Kenia o Sudáfrica y, sin ir muy lejos, en nuestro país. No obstante, percibir a grupos humanos como objetos de consumo constituye una amenaza para su cultura. La creatividad debe ser una herramienta que ayude a disminuir las brechas entre peruanos y no un camino para fortalecerlas.

Inés Ruiz Alvarado es Decana de Turismo Sostenible y Hotelería, Universidad Científica del Sur

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