"La definición era en casa. El país se levantó temprano, se izaron banderas en las fachadas, desempolvaron las camisetas y el batallón regresó a su coliseo para pelear la última de las chances". (Foto: GEC Archivo)
"La definición era en casa. El país se levantó temprano, se izaron banderas en las fachadas, desempolvaron las camisetas y el batallón regresó a su coliseo para pelear la última de las chances". (Foto: GEC Archivo)
/ NUCLEO-FOTOGRAFIA > FERNANDO SANGAMA
Camila   Zapata

“Sigo teniendo la misma fe. Teniendo buenos resultados sobre el final se ganan campeonatos. Con un buen cierre, se logran objetivos. Lo digo por experiencia”, se convencía, fruncido el ceño y muy seguro de sí mismo, meses atrás cuando la tabla de posiciones nos había arrinconado en la última casilla. En cinco juegos, solo sumaba un punto en Paraguay y había caído goleado por 3 a 0 en Lima ante Colombia en una noche extremadamente fría en el Estadio Nacional.

La proeza llegaría después, cuando los creyentes ausentaban. Quito en sus alturas nos vio renacer. El 1-2 con goles de Cueva y Advíncula habilitados por Lapadula nos recordaba que el fútbol nos reconforta, así como obsesiona. Teníamos más para dar.

La Copa América 2021, torneo fiel a los intereses peruanos, nos colocó en semifinales. Volvíamos a ser los de antes. Qué eran tantos triunfos si no una señal para lograr el objetivo: la gesta del repechaje y, por qué no, pensar en una clasificación directa.

Los rivales estaban escritos y no cedimos en casa: empatamos con Uruguay y le ganamos a Venezuela, Chile y Bolivia por goleada. Sumamos tres puntos de visita ante Venezuela y otros tres jugándole estratégicamente a Colombia con un gol agónico de Edison Flores sobre los minutos finales, en lo que autodenominamos como un nuevo ‘Barranquillazo’.

Ante Uruguay en Montevideo el sentido de justicia se desvaneció. Nunca sabremos qué pasó, pero sí que nos dolió. La tecnología nos lo explicaba, pero el corazón no se convencía. ¿Esa pelota entró o no? Había que dejarlo ir. Nos quedaba un juego y dependíamos de nosotros mismos. La definición era en casa. El país se levantó temprano, se izaron banderas en las fachadas, desempolvaron las camisetas y el batallón regresó a su coliseo para pelear la última de las chances. Los hinchas enloquecieron escoltando al bus de los jugadores como el ejército entregado a su patria y en los 90 minutos fueron los seleccionados de Ricardo los que se encargaron de enloquecernos al resto. Otra vez Christian, otra vez Gianluca. Perú, dueño de la quinta casilla y al repechaje.

La historia, que es cíclica, nos trae recuerdos. Entre los años 1975 y 1982, ganamos la Copa América y accedimos a dos mundiales de forma consecutiva. Hoy, está fresco un segundo lugar en la Copa América 2019 y también la posibilidad de, una vez más, volver a ir por partida doble a la cita mundialista. Gareca y sus hombres están convencidos y nosotros, los observadores, aún más. Y, por si fuera poco, cuando sentíamos un poco de calma tras ganarle a Paraguay, se sortean los grupos del Mundial. El que nos tocaría se llama revancha y sí lo podemos creer. Pero primero pensemos en el 13 de junio, en Australia y en los Emiratos Árabes Unidos.