Nuestro país es un pueblo desesperado y comprensiblemente deseoso de soluciones rápidas a nivel gubernamental. Esto es desde siempre. Deben comprender que para quien tiene una vida llena de carencias materiales, un presidente nuevo es un bastión inevitable de esperanza. En lo personal, ante esa ansiedad de siglos no se me ocurriría ser presidente de mi país ni de vaina.
Nuestra nación está traumatizada con la política. Por las fallas de los políticos, por fallas nuestras, pero mayormente por la sobreexpectativa de soluciones ‘instantáneas’ qu recaen sobre un nuevo presidente. Este peligroso síndrome de nuestra población tiene dos orígenes: las ‘papanoelescas’ promesas de toda la vida hechas por todos los candidatos a lo largo de nuestra historia electoral, y la desesperada ilusión de la gente por la utopía de creer que un país se puede arreglar en cinco años. Obviamente, deseo que este nuevo gobierno tome las decisiones correctas. Que realice las acciones pertinentes para la erradicación de la pobreza y la inseguridad ciudadana.
Que mejore la atención médica en el sistema público y que aumenten los sueldos de médicos, profesores y policías. Pero todo basado en el conocimiento y la calificación de las cualidades profesionales de cada uno de los mencionados. También urge hacer despegar de una vez la educación, que es la base de todo y que parece que es en lo que peor nos va. Y no solo con relación a profesores, sino colegios, actualizaciones académicas, etc.
Tengo sueños con mi patria como todos, y sí, también tengo ansiedad de soluciones rápidas. En general, aunque no sigan las mismas personas, las políticas de desarrollo deberían continuar. Para no comenzar de nuevo todo otra vez.
Pero estos avances también dependen de lo que nuestro hogar enseñe a nuestros hijos. Aquellos que hacen surgir a un país son quienes dominan los valores importantes en la vida. Hoy los padres no están en el día a día con sus hijos. Esto ha hecho que muchas mujeres y hombres deleguen el cuidado de sus hijos o simplemente no les den cuidado alguno. Pero también hoy la mujer es más consciente de que no tiene que aguantar situaciones en el hogar que le hagan daño solo porque el hombre es el proveedor. Así, aunque no trabajen, la mayoría de mujeres deberían tener alguna carrera técnica o profesional que las respalde por si el matrimonio se rompe. Tener la conciencia de poder salir adelante por sus propias capacidades. Y ni qué decir de la violencia contra ellas. Debe cortarse de raíz.
A los peruanos de afuera, y en esto soy reiterativo, les pido que aprovechen la niñez de sus hijos nacidos allá para traerlos a Perú y que amen su cultura, su comida, su familia, la sencillez y buen ambiente humano que hay en el país de sus padres. Lo digo porque muchos amigos con hijos extranjeros sufren cuando estos llegan a la adolescencia. En esa edad se desligan mucho de sus padres y más de un país tan lejano. Los papás lamentan no haberles creado el vínculo con Perú y luego a sus hijos no les interesa ni un ápice. Y ahí sí rompes con tu país, pues ellos crecen, se van y tú no puedes regresar a descansar a tu tierra porque estás atado a ellos así no vivan contigo. Recuerda que allá se van a estudiar y trabajar muy jóvenes. Debes diseñar un plan para esa época.
En fin, hablar de lo que espero en los próximos cinco años me tomaría todas las páginas de la revista. Yo creo que todo es posible de lograr si nos olvidamos de las ansias. ¡Que viva el Perú!
P.D. De pasadita, ya que estamos enumerando deseos, también quisiera que vayamos al Mundial.
Esta columna fue publicada el 30 de julio del 2016 en la revista Somos.