Una campaña electoral da la oportunidad para que los electores conozcan a los políticos que apuestan por llegar a un cargo público. Los candidatos muestran propuestas y características personales en busca de confianza en sus potenciales votantes. ¿Pero qué sucede cuando el candidato favorito se esconde de las cámaras y huye de los pronunciamientos públicos? ¿Es posible ganar una elección agazapado en un prestigio desgastado y cada vez más lejano en el tiempo?
Luis Castañeda es el gran favorito para la Alcaldía de Lima en los comicios de octubre venidero. Su capital político es absolutamente personalista, con reputación de “hacedor de obras” magnificada tras la desastrosa gestión que lo sucedió. Cuenta con un vehículo electoral repleto de escuderos y cómplices. ¿Puede con tan poco triunfar en la capital del país?
El sector informal de la sociedad limeña tiende a votar por Castañeda, especialmente las mujeres. Según procesamiento de encuestas aplicadas en el contexto electoral del 2011, las amas de casa y mujeres con trabajos informales de pocos y medianos ingresos (menos de 2 mil soles al mes) tendieron a votar por Castañeda para presidente. Sin embargo, este sector no es necesariamente leal en términos políticos. Cuando existen candidaturas más empáticas, el apoyo al ex alcalde se resiente. Así fue en el 2011 cuando, favorito en las encuestas al inicio de la campaña presidencial, cayó del 30 al 10% de las preferencias. Si entendemos las causas de esta caída podemos conocer mejor su (aparente) núcleo duro “solidario”.
El simpatizante fujimorista es adverso a votar por Castañeda cuando tiene un candidato propio en la marca naranja. Si la dupla Sánchez Aizcorbe-Miyashiro despega, puede hacer daño al caudal “solidario”. Lo mismo podría suceder con el aprismo. El aprista de a pie, sin candidato presidencial, tendió a votar por Castañeda en el 2011. Empero, se supone que la disciplina partidaria concentrará el apoyo en Enrique Cornejo y compañía, cuya votación sincerará la magnitud del aprismo duro en Lima. Asimismo, el sector progresista limeño duda si continuar endosándose a la reelección de Villarán o inventarse algún otro “caviarizable”. Una buena campaña fujimorista, la reunión del voto aprista y la aglutinación del voto progresista en una sola opción, podrían impedir –lo que hasta el momento parece– una cómoda victoria “solidaria”.
No obstante, no parecen determinantes para impedir el retorno de Castañeda. El fujimorismo es fuerte en el sector informal más estable económicamente; el aprismo migró a los estratos altos y la izquierda limeña es más clasemediera. Si ninguna de las alternativas edilicias para Lima apunta al sector informal menos consolidado, la racionalidad y el pragmatismo de su electorado evaluarán los pros y contras de apostar por Castañeda a pesar de su silencio, las acusaciones de corrupción y su desgaste político.
En el cálculo electoral del informal limeño, el ex alcalde Luis Castañeda Lossio termina siendo el mal menor. Ello explica su mutis sobre temas de interés (inseguridad, transporte) y oculta su vocación de gestor anticuado ante una ciudad que pide a gritos modernidad. Su rol de antihéroe del silencio basta por ahora.