Todavía no se ha revelado el misterio de quién está detrás de la campaña No te Bajes mi Plan. No sé si será el anzuelo publicitario de algún candidato o la manera que ha encontrado la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep) para hacer llegar su propio mensaje. Como sea, la campaña está bien planteada y presenta un aspecto de la vida real que los aspirantes a la Presidencia de la República y al Congreso deberían escuchar con más atención.
La gente concreta, esa que camina por nuestras calles, tiene sus planes de vida, los sueños que con esfuerzo quiere convertir en realidad: conseguir trabajo, formar una familia, tener un lugar propio donde vivir, lograr que los hijos reciban una buena educación, crear una empresa, confiar en que puede salir de su casa sin ser asaltado o asesinado.
A mediados de la década de 1980, cuando terminaba mis años universitarios, los sueños eran menos atrevidos; el terrorismo y la hiperinflación nos tuvieron clavados en el suelo y era muy difícil hacer grandes planes. Muchos optaron por dejar el país. Superada esa etapa horrible, los sueños parecían más realizables. La economía se consolidó, surgieron puestos de trabajo, los emprendedores tuvieron un momento de oro y pareció que así sería por siempre.
El frenazo producto de la crisis internacional, pero sobre todo de la incapacidad del actual Gobierno, nos ha estrellado contra una pared. Lo que se reclama a los próximos gobernantes es que cambien esa situación, que no ahoguen los planes de la gente, que no recaigan en las taras de esta administración que felizmente llega a su fin.
Además de hablar tanto, los candidatos también deben escuchar. No para anotar pedidos y hacer populismo, sino para conocer las verdaderas aspiraciones de los peruanos, sus sueños, sus valores. No te Bajes mi Plan es una buena tribuna. Como ella, también hay otros hablando.
La semana pasada se hizo patente, una vez más, que es una clara mayoría la que está a favor de la vida en nuestro país. A pesar del intenso lobby abortista, la Comisión de Constitución archivó el proyecto que intentaba, otra vez, abrir las puertas a esa industria. Esta reiterada valiente afirmación a favor de la vida debe ser tomada en cuenta.
Tal como mencioné en un artículo anterior, en su libro “La neurosis del poder” el psicoanalista italiano Piero Rocchini advierte acerca de una enfermedad que, de manera especial, amenaza a quienes adquieren algún tipo de poder. Los políticos son presa favorita de la patología que los hace sordos al verdadero clamor de la población, así como ciegos y torpes al momento de tomar las mejores decisiones cuando solo se miran a sí mismos, víctimas de la neurosis narcisista.
Está visto que lo que reclaman los peruanos de sus políticos no son dádivas populistas ni decisiones a cuenta de lobbies interesados en abrirle las puertas a una industria nefasta. Unas y otras significarían una traición a sí mismos y al país.
Esta nueva elección, sobre todo si es para salir de un gobierno mediocre como el actual, debe traer esperanza, no temor; optimismo para creer que sí será posible hacer realidad el plan para el cual uno trabaja honradamente día a día.