Esta semana se conmemoran 200 años de la declaración de independencia del Reino de España. Sin embargo, desde ese entonces, tomarían todavía 157 años más para que en la República del Perú se incorporase a la vida política a todos los ciudadanos mayores de 18 años, el derecho al voto. Es decir, igualdad ante la ley. Tomarán todavía unas décadas más para derrotar la pobreza. Como lo recuerda Amartya Sen, el pobre no es libre. Y algunas décadas más para que en nuestro país se alcance una mayor igualdad de oportunidades.
En el plano económico tampoco hemos sido sobresalientes. En estos 200 años el PBI per cápita peruano (en dólares con paridad de poder de compra) en sus mejores momentos ha oscilado alrededor del 25% del PBI per cápita de Estados Unidos. Esta diferencia se deterioró a su mínimo en las décadas de los 70 y 80, llegando a apenas 14% a inicios de los 90. Hoy en día alcanza el 20%.
Más allá del orgullo por nuestra rica historia, diversidad geográfica y cultural, y nuestra deliciosa comida, el Estado Peruano no ha logrado ejecutar mejores políticas públicas que hayan permitido alcanzar mayores niveles de desarrollo económico y social para la nación.
Las políticas económicas de los 70 y 80 fueron decepcionantes. Cuadros de inestabilidad macroeconómica y una pésima asignación de recursos con un Estado como organizador de la actividad económica llevaron a un estancamiento productivo. Y todo en medio de un crecimiento poblacional que no encontraba en la economía mayores espacios laborales.
Desde los 90, la economía cambió. Pero el desarrollo institucional y democrático se deterioró al máximo a fines de esa década y en los últimos 20 años el sistema no se ha logrado reconstituir plenamente.
Si bien la economía ha soportado la crisis del COVID-19, la crisis de representación ha llegado a máximos relativos en el último período presidencial.
Comenzamos ahora una nueva era. Una marcada por la mayor incertidumbre en décadas. El nuevo gobierno no tiene muchos grados de libertad. Está “condenado” a tener éxito. Éxito en la lucha contra la pandemia y en la reactivación de la economía y el empleo.
Con diez agrupaciones políticas en el Congreso, el partido de gobierno podría no alcanzar cierto manejo en el mismo. Esto no es necesariamente algo negativo, dada la naturaleza expresamente marxista del partido que alcanzó el poder.
Si se mantiene “en sus trece” de llamar a una asamblea constituyente pese a la mayoritaria opinión pública en contra, corre el riesgo de perder rápidamente soporte para garantizar la gobernabilidad democrática en un período que recién comienza.
Sin embargo, si se canalizan a través del Congreso algunos cambios y mejoras en el diseño institucional, enhorabuena.
En la parte puramente económica de la Constitución, la mayoría de las razones que los voceros de Perú Libre esbozan para su cambio son muy débiles, cuando no faltan a la verdad.
La actual Constitución y las leyes de desarrollo constitucional permiten mejorar –al límite de los equilibrios macroeconómicos– el gasto público en educación, salud, vivienda, alimentación y acceso a Internet. No se requiere volverlos a poner explícitamente para que mejoren.
Si se quiere poner más resguardos al cuidado del medio ambiente (algo que al parecer no le importa mucho a Perú Libre, a juzgar por su plan de gobierno), recordemos que estos ya existen. Y como desarrollo de la Constitución, tenemos el Ministerio del Ambiente y la OEFA.
Si se quiere proteger más al trabajador, veamos la evidencia. La legislación laboral peruana ya es rígida para el pequeño sector formal. La mayoría de trabajadores urbanos son independientes (no tienen un empleador) o son informales (trabajan en pequeñas empresas que, en su mayoría, también son informales). Aquí el problema está en otro lado. La protección social (pensiones y salud) deben adaptarse a la realidad laboral. No disociarse del todo, sino trazar esquemas de transición.
Hasta ahora hemos asistido a mensajes ambiguos. Por el lado económico, se han dado positivas señales de moderación. Por el lado político, se insiste en una asamblea constituyente, que termina anulando el primer mensaje.
El gobierno que comienza esta semana corre el riesgo de quedarse muy solitario. Por un lado, puede ir perdiendo apoyo político de su propio partido y no tendrá el soporte del otro espectro político. Solo le queda el soporte de la opinión pública, que siempre está en el centro. Para ello tendrá que mostrar éxitos en el manejo sanitario y económico. La retórica no alcanza para cinco años.
Esta semana conoceremos a los miembros del Ejecutivo que tendrá en sus manos la gestión pública. El presidente ha prometido convocar a los mejores profesionales. Felices Fiestas Patrias.
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