Gisella López Lenci

ya no es el líder que movilizaba masas y que podía paralizar un país. Antes de ser presidente de llegó a tener un inmenso poder de convocatoria entre las organizaciones sociales, los sindicatos y los campesinos que se veían reflejados en él y que pensaban que podía reivindicarlos. Su arrastre permitió que, efectivamente, llegara con una inmensa popularidad a la jefatura de Estado en el 2006.

La nacionalización de los hidrocarburos y el ‘boom’ del precio de las materias primas facilitaron una bonanza económica en el país durante una década que ahora muchos añoran, pero la falta de seriedad en el ingente manejo de recursos ha traído consecuencias.

Bolivia se ha quedado sin dólares y sin gas, y en el medio de esta crisis hay dos políticos que se pelean por el poder. Evo Morales, hay que decirlo, cambió la estructura política de su país, y no es una exageración decir que en Bolivia hubo un antes y un después de él. Sin embargo, el líder cocalero se aferró al gobierno y terminó saliendo de él por la puerta falsa en noviembre del 2019. Para asegurar su retorno aupó a Luis Arce, su otrora fiel ministro de Economía, quien terminó ganando las elecciones del 2020 con una abrumadora mayoría.

Hasta el momento, los cálculos estaban perfectos. Pero la dupla Evo y Lucho se convirtió pronto en Evo versus Lucho. Morales no le perdona a Arce que siguiera su propio camino y que empezara a dejarlo de lado en las decisiones de Estado. El Movimiento al Socialismo (MAS), el partido oficialista, tiene ahora dos bandos con dos líderes que toman decisiones divergentes incluso en el Congreso. Arce ha acusado directamente a los legisladores evistas del MAS de bloquear proyectos que han agudizado la crisis económica. Y los evistas acusan a Arce de inepto, corrupto, y de convertirse en un neoliberal.

Pero, sobre todo, lo acusan de querer impedir la próxima candidatura de Morales a la presidencia en el 2025, para que así Arce pueda asegurar su reelección. Por eso, Evo encabezó una caminata de 187 kilómetros para presionar al gobierno y demostrar a los bolivianos que aún tiene poder y fuerza en las calles. Sin embargo, la realidad mostró que fue una movilización netamente partidaria, que paralizó de manera marginal algunas localidades y comercios. En medio de esta pugna, los bolivianos necesitan líderes alternativos que los puedan sacar del estancamiento.


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Gisella López Lenci es Periodista