La Navidad tiene un gran significado, porque es el día en que nació en un pesebre de Belén un niño que llegaría a ser llamado Jesucristo. La fecha en que se celebra, 25 de diciembre, fue fijada por el papa Julio I en el año 350 y, posteriormente, en el 354 el papa Liberio decretó ese día como el del nacimiento de Jesús de Nazaret, y es así como el cristianismo comienza a festejar la Navidad.
En el Evangelio de Mateo se relata el nacimiento e infancia de Jesús. Cuando aún era un niño de 7 u 8 años, daba respuestas admirables a las preguntas que le hacían. Según los Evangelios Sinópticos, se relata que el Espíritu Santo condujo a Jesús al desierto, donde ayunó cuarenta días y rechazó las tentaciones del demonio. Luego marchó a Galilea y, acompañado por sus seguidores, comenzó a predicar el Evangelio con numerosos milagros, como transformar el agua en vino en la boda de Caná. Otro milagro fue multiplicar panes y peces para dar de comer a una multitud que escuchaba su prédica.
Pero tal vez el milagro más impresionante de todos fue la resurrección de Lázaro. Este tenía dos hermanas, María y Marta, desoladas por su muerte. Entonces Jesús, lleno de amor y compasión, les dijo que no sufrieran más porque su hermano iba a resucitar, pero ellas respondieron: “Pero hace ya varios días que murió y su cadáver hiede”. Sin embargo, Jesús lo resucitó, ante el asombro y la alegría de sus hermanas.
Un día, estando en Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: “¿Qué creen que soy yo?”. Unos decían: “Eres un profeta”, pero José respondió: “Tú eres el Elegido”. Entonces Jesús, reconociendo la sólida fe de Simón, afirmó: “Desde hoy te llamarás Pedro, que quiere decir ‘piedra’ y sobre esa piedra edificaré mi Iglesia”.
La fama creciente del joven predicador atemorizó a los fariseos, secta religiosa considerada líder del pueblo. De hecho, gozaba de una gran autoridad y estaba bien relacionada con el gobierno romano. Cuando la prédica de Jesús se extendió por el territorio de Israel, inquietó a los fariseos, que temían que Cristo pudiese tener más poder que ellos y, por ello, decidieron destruirlo, acusándolo de haber violado la religión de sus ancestros. Jesús fue hecho prisionero. Le pusieron una corona de espinas en que un cartel decía: “Rey de los judíos”. También lo azotaron y lo torturaron. Poncio Pilato, gobernador romano, no veía ninguna culpa en Cristo, pero, como tenían que condenarlo de todas maneras para impedir revueltas políticas, se lavó las manos y dejó que Cristo fuera crucificado.
Hoy, que la humanidad se debate en una profunda crisis de valores en que prima la violencia, debemos recordar la palabra y las acciones de Cristo, quien no aspiraba a ningún poder, sino que solo predicaba amor. Él decía: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, “sé humilde”, “si te pegan en una mejilla, pon también la otra”, “bienaventurados los pobres porque de ellos será el reino de los cielos”, “bienaventurados los que sufren persecuciones injustas, porque ellos no lo serán más en el reino de los cielos”, “si tienes un manto y encuentras a uno que te pide por favor que le des una parte, dáselo todo”. Sus palabras invitan a un compromiso para que brindemos, en toda circunstancia, ayuda a nuestro prójimo.
La Navidad es una fiesta de carácter familiar en que los niños son los protagonistas. Ellos esperan con ilusión los regalos de Papá Noel y la noche del 24 de diciembre se celebra con gran fervor la Misa del Gallo, para conmemorar el día y la hora del nacimiento de Jesús. Esta misa, que se viene realizando durante siglos, antiguamente contenía rezos litúrgicos durante el alba, coincidiendo con el canto de los gallos a esa temprana hora.
Hoy, la Misa del Gallo se celebra en casi todos los países de arraigada tradición católica, luego de la cual las familias creyentes se reúnen en una cena familiar. En muchas de ellas se come pavo, se brinda con champán o se elabora diversidad de platos y postres según las costumbres tradicionales de cada nación. El espíritu de la Navidad se ha impregnado en casi todos los países del mundo, incluidos China y Cuba, donde estuvo prohibida.
Terminamos este artículo con las palabras del papa Francisco, en su bendición Urbi et Orbi, quien deseó al mundo una feliz Navidad y “la paz, un compromiso cotidiano que se logra con el don de Dios”.