"Cine escape", por Pedro Canelo
"Cine escape", por Pedro Canelo
Pedro Canelo

Un martes de invierno, siete de la noche y una sala comercial de cine abrumada de tanta gente. Las colas para llegar a las boleterías son tan largas como las de la Tía Grimanesa en los inicios de Mistura. No es la función de estreno de Harry Potter ni de la Guerra de las Galaxias, es una película del Festival de Cine de Lima. Largometrajes de este continente que han viajado por lugares como Cannes o Berlín. Casi ninguno llega con el antecedente de ser un fenómeno de la taquilla pero aquí en Lima la respuesta cinéfila ha sido sorprendente. La prueba ha sido irrefutable para aquellos que programan los estrenos en las salas peruanas: cuando hay variedad de oferta ganamos todos.

Ya no solo Mistura agota sus entradas y busca espacios más grandes para sus fieles comensales. En esta Feria del Libro era por ratos imposible caminar cerca a algunos stands y la mayoría de presentaciones fue con salas llenas. Exitazo. El Festival de Cine de Lima siempre ha tenido un enorme público cautivo desde hace más de una década, sin embargo este año no solo las butacas se llenaron en el Centro Cultural de la Católica sino también en las enormes salas comerciales como el Cineplanet del Óvalo Gutiérrez. Fue la más saludable respuesta para una oferta cinematográfica que en el Perú es pobre, repetitiva y monotemática. En algunas grandes cadenas de cine creen que los peruanos solo quieren ver "Asu Mare" o la última gran ocurrencia de Pixar. 

Los largometrajes latinoamericanos del Festival de Cine son de argumentos distantes pero pueden ser unidos por una misma cualidad: casi todas las películas funcionan como un espejo para que podamos vernos mejor. Así somos, una pantalla grande lo dice. La historia de la niña guerrillera en la selva colombiana de "Alias María" o la potente presentación de una Cuba gris y desanimada después de la Guerra Fría en "La obra del siglo" son mucho más que cintas notables sino son un reflejo casi documental de situaciones políticas y sociales que los grandes medios a veces se resisten a presentar. 

Sentado en la fila del fondo, al terminar la última función de una película del Festival, cierro los ojos mientras encienden las luces. Sueño con un escape del cine comercial que algunas grandes salas nos quieren imponer. Sueño con programadores que no subestimen a su público. Sueño con más cine clubes en los barrios. Sueño con un Festival de Cine que dure todo el año. Funciones como estas sí deben continuar.