Había una vez un gobierno en Sudamérica que no sabía qué hacer con la grave crisis de seguridad ciudadana que tenía.
Afrontaba lo más altos índices de robos y delitos callejeros del continente, sufría extorsiones diarias a comerciantes y gente común y la corrupción de sus propias fuerzas del orden.
“No es un problema real”, decían sus autoridades. “Es solo una percepción”.
En vez de aprender de experiencias de otras metrópolis como Nueva York, Londres o Tokio, que en los últimos 15 años redujeron hasta en 90% algunos de sus índices delictivos, el gobierno sudamericano lanzó solo operaciones cosméticas dirigidas a desviar la atención.
En lugar de anunciar bases de datos unificadas, de elaborar perfiles delincuenciales compartidos entre la policía y el Ministerio Público, o de crear bancos de ADN criminal, acusó a la prensa de crear el miedo “por el rating”. Evitó las estadísticas probas para no evidenciar la severa escalada de violencia. No supo crear un servicio de inteligencia que focalice en la prevención y que intervenga a las bandas antes de que actúen.
Su última estrategia, sin embargo, ha tenido para ese Gobierno relativo éxito, transitoriamente. Nombraron en el cargo a un ministro claun, presto para fotos y cámaras, y diseñaron para él un guión de películas de acción y frases huecas de televisión de serie B con el cual figurar y entretener festivamente a las tribunas.
Conocedor a fondo de la rutina de los medios, está a las 6.30 a.m. en los noticieros explotando las microondas en directo, desalojando mercados de autopartes robadas que al día siguiente vuelven a operar impunemente.
Corre todo el día proclamando que entregará una lista negra de candidatos a elecciones con antecedentes penales, premia a policías buenos en la mañana y maldice a policías malos por la noche, pero, sobre su plan de acción con objetivos concretos, nada, no es parte de su repertorio.
Así el ministro claun pasó de una aprobación del 29% en julio a 46% en agosto (encuesta Datum), sin haber dicho una sola palabra sobre sus objetivos ni demostrar con evidencia comprobable que en efecto la delincuencia está en retroceso.
La temporada de circos pasó pero este show sigue entreteniendo. ¿Por cuánto tiempo más? Hasta que una nueva escalada de violencia estalle y el desdén del Gobierno por reales políticas de seguridad nuevamente se pongan en evidencia.
Cualquier parecido con la realidad peruana es más que coincidencia. Es una historia de hechos reales que estamos condenados a apreciar a diario sin viso de solución.
Mientras este errático sector del Gobierno siga actuando para las encuestas, pensando en que la popularidad es la solución al mayor problema ciudadano que tenemos, la delincuencia nos seguirá ganando la partida. Estamos a tiempo de enmendar y reemplazar al personaje por un director de orquesta efectivamente capacitado para tamaña empresa.