Ciudadanía y República 2.0, por Carmen McEvoy
Ciudadanía y República 2.0, por Carmen McEvoy
Carmen McEvoy

La ética republicana va ganando adeptos entre la nueva generación de politólogos peruanos. Prueba de ello es “” (Lima, Planeta, 2013), de Alberto Vergara, cuya segunda edición acaba de aparecer. Con una pluma ágil, un puñado de ideas claras y una propuesta heterodoxa, Vergara aborda una serie de preocupaciones fundamentales: ¿Cómo compatibilizar el interés privado con el bien común? ¿Cómo crear un sistema económico sólido sin dejar de lado la virtud, la dignidad, el mérito, la justicia y el respeto por la ley? ¿Será posible republicanizar al Perú?

Establecer un puente entre la República económica y la República de las libertades civiles, la virtud y la justicia –por la que lucharon los liberales del siglo XIX y los radicales del XX– no es tarea fácil. En el siglo XIX el civilismo se propuso, mediante la alegoría de la República Práctica, sintetizar el proyecto político y cultural de una élite que creció a la sombra del ‘boom’ exportador. Esos ciudadanos-productores a los que convocó en 1872 eran responsables por omisión de la fragilidad de las instituciones republicanas. La burguesía, que Vergara no encuentra en el siglo del espectáculo, el ‘selfie’ y la alta tecnología, asumió en el XIX un liderazgo sin precedentes en la historia nacional. Sin embargo, la crisis de 1873, la bancarrota fiscal que le sucedió y la guerra de 1879 hirieron de muerte el proyecto burgués que, con todas sus limitaciones, consideraba la integración de capital, trabajo e institucionalidad republicana.

Dotado del espíritu constructivista de los que lo precedieron, Vergara se aventura por viejos caminos y descubre que existe un ciudadano, forjado en la vorágine de la economía de mercado, muy a pesar de las limitaciones de la democracia y su marco republicano. Si bien el título del libro es provocador e incluso controversial, su autor no pretende sermonearnos desde las alturas del pensamiento correcto. Lo que se descubre, más bien, es el diario de bitácora de una mente obsesionada con el Perú. Ahí reside la frescura de una propuesta que oscila entre el pesimismo y el optimismo, y que se vale de una narrativa ágil para buscar una salida –mala, buena o regular– a la ‘jungla’ peruana contemporánea, que es como Vergara define esa realidad difícil y a ratos surrealista que nos ha tocado vivir. Un caminante que –escuchando a Dylan, a Cohen y a Blades– se vale de una brújula republicana para recorrer el Perú “dulce y cruel” de Basadre. Esa es la imagen que me queda de este magnífico texto dirigido a un público no académico.

La regla fundamental de la política –dijo alguna vez – es empatizar con tu adversario. Las críticas que Vergara ha recibido de la izquierda, entre ellas la de ser un defensor a ultranza del neoliberalismo, muestran no solo la poca empatía que ella exhibe con el que piensa diferente sino su negación de la realidad. Porque si bien es cierto el libro de  se ha encargado de recordarnos la enorme desigualdad que el capitalismo promueve, tampoco hay que olvidar el crecimiento económico sin precedentes que ha vivido el Perú en estos recientes años. El libro de Vergara es una respuesta a ese crecimiento desordenado y, además, un recordatorio de que la política es el único instrumento que tenemos los seres humanos para vivir en comunidad.