En reciente conferencia de prensa sobre la incautación de cocaína en Trujillo, el ministro del Interior, Daniel Urresti, apareció con un enorme cartel detrás de él que decía: “7,6 toneladas de droga decomisada”, para que no quede ninguna duda y para que no ocurra lo que el ministro dice que le sucede, que los periodistas tergiversan lo que él dice.
Ahora resulta que el peritaje policial dice que había 6,7 toneladas de cocaína, es decir 900 kilos menos que la versión original. Luego de que el noticiero de América TV difundió el viernes esta información, Urresti se apresuró a improvisar una justificación: hay un peso bruto de cuando se incauta la droga y un peso neto de la “droga purita”, cuando se hace un “pesaje milimétrico”. Añadió que eso siempre ha sido así.
Por supuesto, esta es otra mentira de Urresti. Jamás se ha actuado con tanta irresponsabilidad porque nunca, que se recuerde, ha habido un ministro tan adicto a las cámaras de TV como él, que no vacila en hacer anuncios cuando las investigaciones recién están comenzando y que no tiene pudor para exagerar o falsificar cifras.
Un ejemplo es lo que hizo en Barranca, cuando pregonó al medio día que se habían incautado más de 400 kilos de cocaína en la camioneta del candidato fujimorista Alberto Tapia, operación realizada hacía pocas horas, en la madrugada de ese día. Al final, resultó que lo que había mostrado Urresti era yeso, que no había un gramo de droga en el vehículo de Tapia y que la cocaína decomisada en otro lugar era la décima parte de lo anunciado.
Y ese absurdo del peso bruto y el peso neto de la cocaína es la primera vez que se escucha. Por cierto, en eso Urresti no es original. En 1988, Gustavo Saberbein, el entonces ministro de Economía del primer gobierno de Alan García, inventó el concepto de la inflación bruta y la inflación neta, para tratar de hacer creer que la hiperinflación que se desató ese año era solo una percepción y no una realidad.
Ahora lo que tenemos es una hiperinflación de cifras y mentiras del ministro del Interior que, en su enfermizo afán de protagonismo, está desacreditando el trabajo eficaz de algunas unidades policiales.
Otro ejemplo de la desmesura es cuando anunció que en su primer mes en el ministerio se habían incautado 52,5 toneladas de marihuana, lo que sería no solo el mayor decomiso de esa droga en el Perú sino en el mundo. Para dar una idea, según cifras policiales, en el Perú se incautan entre una y tres toneladas al año. Al final se demostró que esa cifra era también falsa, inventada por algunos policías que decían haber arrancado miles de plantones de marihuana en un remoto paraje de Áncash. Por cierto, hay policías que inventan ocurrencias, pero que un ministro sea tan ignorante o mentiroso para darles crédito y publicitarlas es otra historia.
Peor aún es la tasa de homicidios, una cifra importante que es útil para medir el avance o retroceso de la delincuencia y los niveles de violencia en el país. Este mes, el gobierno ha dado a conocer nuevas estadísticas, modificando las anteriores que había entregado al Observatorio de la OEA. Así, la cifra oficial para el año 2011 era de 24,1 homicidios por cien mil habitantes. Ahora, la cifra corregida del 2011, es de 5,4 por cien mil habitantes, casi la quinta parte de la anterior.
Lamentablemente, esto no preocupa a mucha gente. Seguramente nadie toleraría que el Ministerio de Economía diga que el PBI del año anterior fue 10% y luego corrija y sostenga que en realidad fue 2%. O que el presidente del Banco Central de Reserva afirme que en su bóveda tiene 7,6 toneladas de oro de reservas y luego manifieste “Uy, se me chispoteó, eran solo 6,7 toneladas netas”.
La última justificación del ministro que más despliegue mediático ha tenido es que hay una conspiración en su contra, principalmente de los medios. Ahora el agresivo y burlón militar resulta una pobre víctima de los malvados periodistas. En realidad, su paranoia tiene causas que los psiquiatras deben diagnosticar, pero lo cierto es que su retahíla de mentiras y falsificaciones está produciendo mucho daño.