Comentaba un profesor de la facultad de Derecho que, cuando él era estudiante, el clásico ejemplo que sus maestros utilizaban para explicar lo que era un “objeto física y jurídicamente imposible” —algo que, por irrealizable, no sería válido obligarse a cumplir por medio de un contrato— era ir a la Luna. Hasta que Neil Armstrong apareció dando brincos en cámara lenta y los docentes tuvieron que buscarse otros ejemplos. Porque “lo imposible”, a pesar de lo tajante que suena, puede dejar de serlo.
Consideremos, si no, lo que acaba de conseguir el equipo de la Agencia Espacial Europea. Partieron de la premisa de que, para poder saber más sobre el origen del agua —y quizá de la propia vida— en nuestro planeta, había que analizar muestras de un objeto que permaneciera casi inalterado desde los tiempos mismos de la conformación de nuestro Sistema Solar, hace más de cuatro mil millones de años. Aprobaron entonces, nada menos que un plan para hacer que un robot-laboratorio se pose sobre un cometa.
Les tomó veinte años conseguir su objetivo: diez para tener la sonda Rosetta equipada y lista para ser lanzada al espacio, y otros diez de travesía para que esta alcanzara al cometa en cuestión y se alineara con él. Y hace unos días, a quinientos millones de kilómetros de la Tierra (más de tres veces la distancia que nos separa del Sol), el módulo Philae se separó de la sonda y logró atornillarse, tras superar serias dificultades, sobre la gélida e irregular superficie del cometa. Una verdadera proeza.
Pero, con todo lo que pueden impresionar los medios tecnológicos, el grado de planeación, la magnitud del trabajo y recursos destinados y la inconmensurabilidad de la distancia recorrida, lo verdaderamente asombroso es la envergadura de la ambición inicial, la extravagancia de haberse trazado, para comenzar, una meta que linde con lo inverosímil.
¿Tenemos, como país, alguna meta comparable? ¿Han señalado nuestros líderes algún objetivo nacional suficientemente osado e inspirador, como para conseguir que los peruanos nos alineemos detrás de una visión de largo plazo? ¿Algo de la talla, por ejemplo, del acuerdo de paz que persigue el gobierno colombiano y que involucra a todos sus ciudadanos? Uno diría que no.
Y sin embargo, mientras lejos del Sistema Solar el robot Philae recogía sus primeras muestras del cometa, en Ica, nuestro ministro de educación hacía su presentación ante la Conferencia Anual de Ejecutivos. En el enorme desafío que plantea Jaime Saavedra, en la prioridad que reclama para poder enfrentarlo, en las metas que él y su equipo proponen y en el tiempo y recursos que tomaría alcanzarlas, hay toda la osadía, toda la ambición y toda la inspiración que necesitamos. Ahí está nuestro cometa. Hay que ir tras él.
(Video: YouTube IpaeCADE)